CAPITULO 27

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—O sea que ¿quieres decir que esta es mi iglesia?

—Eh… —miró hacia la izquierda—. Sí.

—Excelente.

Neville volvió a tragar saliva.

—¿Sí?

—Oh, sí —dijo Theo, en tono de dulce despreocupación, con la intención de
aterrarlo.

Neville volvió a mover los ojos hacia la izquierda, hacia el lugar del banco
donde había escondido su carta. Hasta el momento lo había hecho tan bien
manteniendo la atención alejada de la prueba incriminatoria que él casi se
había sentido orgulloso de Neville.

—Mi iglesia —mi iglesia—. Qué idea más bonita.

Neville agrandó los ojos, asustado.

—Creo que no entiendo lo que quieres decir.

Él se dio unos golpecitos en la mandíbula con el índice y luego extendió la mano en gesto pensativo.

—Creo que me ha entrado un gusto por la oración.

—¿Oración? —repitió Neville con una vocecita débil—. ¿Tú?

—Pues sí.

—Ah, bueno… yo.. eh…

—¿Sí? —preguntó él.

Ya empezaba a disfrutar del asunto de una manera asquerosa. Nunca
había sido un tipo colérico ni siniestro; no sabía lo que se había perdido; encontraba algo bastante agradable en hacerla sufrir.

—¿Neville? —continuó—. ¿Ibas a decirme algo?

Neville tragó saliva.

—No.

—Estupendo —dijo él sonriéndole—. Entonces creo que necesito unos
minutos solo.

—Perdona, no te entendí.

Él dio un paso a la derecha.

—Estoy en una iglesia. Creo que deseo rezar.

Neville dio un paso a la izquierda.

—¿Perdón?

Él ladeó ligeramente la cabeza, interrogante.

—Dije que deseo rezar. Me parece que no es un deseo muy difícil de
entender.

Vio que Neville se estaba esforzando en no picar el anzuelo. Quería sonreír, pero tenía la mandíbula rígida, y él habría apostado a que se iba a moler los dientes de tanto apretarlos.

—No sabía que fueras una persona particularmente religiosa.

—No lo soy —repuso Theo. Esperó a ver su reacción y añadió—: Quiero
rezar por ti.

Neville tragó salvia otra vez.

—¿Por mí? —casi chilló.

—Porque, cuando haya terminado —continuó él, sin poder evitar elevar la
voz—, ¡la oración es lo único que te va a salvar!

Dicho eso, la apartó hacia un lado y avanzó por en medio del reclinatorio
hasta donde estaba escondido el sobre.

—¡Theo! —gritó él, angustiado, corriendo tras él.

Él sacó el sobre de detrás del libro de oraciones, pero no lo miró.

—¿Deseas decirme qué es esto? Antes que lo mire yo, ¿quieres decirme
qué es?

—No —contestó Neville, con la voz rota.

A él se le rompió el corazón al ver la expresión de sus ojos.

Seduciendo a Mr. Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora