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—Ya estamos en la orilla de la playa ¡Y es un lugar realmente hermoso! —exclamó Gala mientras era filmada—. Cómo le prometimos a nuestro guía, no nos adentraremos por completo en la selva, ya que estas son islas vírgenes que-

—No como Gala.

—¡Cierra la boca, Steven! —pronunció molesta, antes de volver a mirar a la cámara—. Cómo dije anteriormente, sabemos que las islas están habitadas, pero nadie ha tenido una imagen clara de sus habitantes. ¡Y ojalá podamos ser los primeros!

Su compañero cortó el video, y la castaña suspiró, buscando su botellón de agua en la tienda que ya estaban armando.

—Hasta el momento todo parece tranquilo, no se escuchan sonidos extraños, la cámara infrarroja no ha detectado ningún animal o ser salvaje mereodando la zona, así que estamos bien —le dijo un rubio, mientras observaba las grabaciones que había hecho.

—¿Que hay de las cámaras que dijeron que instalarían? —le inquirió curiosa.

—Luego de armar la tienda e instalar el panel solar, nos encargaremos de las cámaras. Por lo pronto, relajate y prueba el agua. Steve parece que ya la está disfrutando —le dijo sin prestarle mucha atención, tecleando un par de cosas en su ordenador portátil, que estaba junto a él.

Gala dejó de lado su botellón de agua y fue hasta su otro compañero, quien cumplía el rol de fotógrafo, y además, era el que siempre tomaba las filmaciones.

—Toby dice que luego de la instalación del panel solar y la tienda, colocarán las cámaras. Intenta que tengamos una visión de 360°, por favor, no quiero perderme de ningún detalle.

—Lo intentaremos, Gala, Pero primero tenemos que evaluar que radio podremos abarcar. Por lo pronto, puedes ayudar con la tienda.

—Claro.

Fue hasta la tienda, y tomó unas varillas, ayudando a Steven que ya había regresado del agua a armarla. No les llevaría mucho tiempo... A menos que el imbécil siguiera jugando como hasta ahora.

***

—Son tres machos y una hembra, llegaron temprano en la mañana, los trajo uno de esos barcos humanos.

—¿Y están armados? —preguntó la voz grave, gruesa y ronca de su líder.

—No parecen estar armados, pero tienen muchos artefactos humanos extraños. Quizás sean armas que nosotros no conocemos.

—¿Por qué traería una hembra con ellos? —se inquirió con cierta curiosidad.

—Tal vez es una doctora, o científica, como muchos de ellos han llegado antes ya.

Los ojos verdes felinos del líder brillaron en ese momento, de una forma peligrosa.

—No dejen que pasen más allá de la frontera Tezka. Vigilen su comportamiento, y ante la más mínima situación de peligro, eliminenlos.

—De acuerdo, Ezlang.

Varios guardias guerreros se desplazaron en ese momento, dejándolo casi a solas, si no fuera por la presencia de sus siervos, y un muchacho que ingresó momentos después.

—Padre ¿Que tan cierto es que hay extranjeros en nuestras costas?

—Lo acaban de confirmar, es cierto.

—¿Y les ordenaste eliminarlos ya?

—No, no lo harán a menos que sean un peligro para nosotros.

—¿Cómo puedes decir una estupidez así? —pronunció con rabia el muchacho, gruñendo—. ¿Pretendes arriesgarnos hasta que den ellos el primer paso?

—Tarek.

—¿Y aún tienes dudas de por qué mi madre nos abandonó? ¡Eres demasiado débil! ¡No puedes-!

El rugido fuerte, potente y ensordecedor de su progenitor lo hizo cerrar la boca y bajar la cabeza, en señal de sumisión.

—¡Largo de mi vista!

—L-Lo siento, no quise-

—¡Ahora!

El jovencito asintió con la cabeza y se marchó de su presencia, dejando realmente afectado a su padre.

—Señor Ezlang, ¿Hay algo que podamos-?

—Quiero estar solo, váyanse todos —gruñó interrumpiendo a su sierva—. No quiero a nadie más aquí.

***

—¡¿Qué demonios fue eso?! ¿Pudieron registrarlo? ¿Los micrófonos estaban encendidos? —preguntó alarmada Gala, mirando a sus compañeros.

—Sí, de hecho ya lo tengo guardado —pronunció sorprendido Tobias—. Parece como el rugido de un león.

—¿Sabían que el rugido de un león se puede escuchar hasta a ocho kilómetros de distancia? —acotó Steven mientras comía un sándwich, acercándose a los demás—. Eso quiere decir, que no están tan lejos de aquí como pensábamos.

—¿Ocho kilómetros? —repitió Gala, antes de mirar hacia la selva—. ¿Cuánto les llevaría llegar hasta nosotros?

—Ni siquiera sabemos que hay realmente ahí adentro —le dijo Steven dándole una nueva mordida a su sandwich—. Tal vez cuando estemos durmiendo en medio de la madrugada, se aparezcan aquí y nos maten antes de poder verlos, porque si no lo sabían también, ellos prefieren cazar de noche o muy temprano en la mañana.

—Eso no pasará —pronunció muy segura de si misma la castaña—. Y ya deja de querer espantarnos, nada nos hará irnos de aquí hasta que comprobemos la existencia de los Mutans.

...

MutansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora