Después de la incómoda escena con Greg, Lexie decidió alejarse un rato. Se dirigió a la casa, sintiendo su corazón aún acelerado. Se sentó en el auto de su padre para despejarse, pero sin darse cuenta, terminó recostándose en el asiento trasero y cerró los ojos por un momento.
Horas después, la calma del lugar fue interrumpida por el sonido de un motor averiado. Un auto se había detenido a la entrada de la casa, y una chica, visiblemente frustrada, salió del vehículo. Era la hija de Rob, que acababa de llegar y ahora estaba lidiando con su auto dañado.
—¡Genial! Justo lo que me faltaba... —murmuró, abriendo el capó del coche. Un fuerte escape de vapor salió de repente, haciéndola dar un paso atrás con una mueca.
A unos metros de distancia, Greg y Andre estaban en otro auto, observando la escena con mucha curiosidad.
—Santa madre… —murmuró Andre, maravillado.
Greg arqueó una ceja, confuso. —¿Qué significa eso?
—No sé, pero se siente bien… —respondió Andre con una sonrisa tonta.
De repente, un golpe seco sonó dentro del auto en el que estaban. Greg y Andre saltaron en sus asientos, sobresaltados. Giraron la cabeza rápidamente y se encontraron con Lexie, quien había aparecido sigilosamente y ahora los miraba con los brazos cruzados y una expresión severa.
—¿En serio? ¿Los dos chismosos espiando como unos pervertidos? —espetó Lexie antes de propinar un golpe en la cabeza a cada uno.
—¡Ay! —exclamó Greg, llevándose la mano a la cabeza.
—¡¿De dónde saliste?! —protestó Andre, frotándose el lugar donde lo había golpeado.
—¿Qué importa? Lo importante es que ustedes dejen de comportarse como pervertidos—dijo Lexie, saliendo del auto y cerrando la puerta de golpe.
Después del incidente en el auto, Lexie decidió distraerse organizando una competencia de voleibol en la playa con los demás. Todos se unieron, disfrutando del juego y la brisa fresca del atardecer.Lexie pasó la tarde organizando una competencia de carreras de sacos con los niños del campamento. La actividad estuvo llena de risas, tropezones y gritos de emoción. Cuando finalmente terminó, todos estaban exhaustos pero felices.
Al llegar la noche, la casa estaba en completo silencio, al menos en apariencia. Lenny, sospechando que los niños aún no dormían, decidió hacer una ronda para asegurarse de que nadie estuviera usando el celular a escondidas.
Con sigilo, abrió la puerta de uno de los cuartos y, para su sorpresa, no encontró a nadie con el celular en la mano. En cambio, descubrió que todos estaban enredados en una peculiar red de vasos unidos por hilos, susurrándose entre sí en plena llamada casera.
—¡Ajá! ¡Los atrapé! —exclamó Lenny, cruzándose de brazos.
Los niños se sobresaltaron y algunos intentaron soltar los vasos rápidamente, como si eso pudiera hacer desaparecer la evidencia.
—No es lo que parece… —balbuceó Greg.
—¿Ah, no? ¿Entonces qué es? ¿Una reunión secreta del Consejo de Niños Despiertos? —preguntó Lenny con una ceja levantada.
—Bueno… técnicamente sí —admitió Andre, encogiéndose de hombros.
Lenny suspiró, sacudiendo la cabeza.
—Vamos, todos a dormir. Mañana quiero verlos bien despiertos, y no vale usar más llamadas por vaso.
Los niños murmuraron en voz baja mientras Lenny salía del cuarto, con una leve sonrisa en el rostro al recordar sus propias travesuras de niño.

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Más que amigos
HumorLexie Lamonsoff nunca pensó que un verano con su familia la haría revivir la infancia de su padre... literalmente. Tras la repentina muerte del entrenador Buzzer, Eric Lamonsoff y sus amigos se reencuentran, trayendo consigo recuerdos, risas y una n...