CAPITULO 24

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—Jumjum. Si te gustan las omegas relumbrones —dijo lady McGonagall
entrecerrando los ojos—. Hay un algo demasiado ostentoso en esa mujer.

Neville miró hacia el estrado, donde estaba Daphne de pie, esperando
con una sorprendente paciencia que se hiciera el silencio en el salón.

—¿Qué querrá decir? —comentó.

—Nada que pueda interesarme —repuso lady McGonagall—. A mí… Oh…

Se quedó callada, con una expresión extrañísima, un pelín ceñuda, un
pelín sonriente.

—¿Qué pasa? —preguntó Neville, alargando el cuello para tener la
línea de visión de la anciana, pero un señor bastante gordo le impidió ver.

—Se está acercando tu señor Nott—le dijo lady McGonagall, le sonrisa
haciendo a un lado el ceño—. Y se ve muy resuelto.

Neville giró la cabeza al instante.

—¡Por el amor de Dios, hijo, no mires! —exclamó lady McGonagall,
enterrándole el codo en el brazo—. Va a saber que estás interesado.

—No creo que haya muchas posibilidades de que no lo sepa ya —
masculló Neville.

Y de pronto ahí estaba él, espléndido delante de Neville, tan apuesto como
un dios que se ha dignado a regalar con su presencia a la Tierra.

—Lady McGonagall —saludó, inclinándose en una elegante reverencia—. Señorito Longbottom.

—Señor Nott —dijo lady McGonagall—. Cuánto me alegra verle.

Theo miró a Neville.

—Señor Nott —dijo Neville, sin saber qué más decir.

¿Qué le dice un Omega  a un Alfa al que besó no hace mucho? Neville no
tenía la menor experiencia en ese aspecto. Por no añadir la complicación de que él salió hecho una furia de la casa después de que acabó el beso.

—Tenía la esperanza… —dijo Theo, pero se interrumpió y frunció el ceño,
mirando hacia el estrado—. ¿Qué mira todo el mundo?

—Daphe Greengrass va a hacer una especie de anuncio —contestó lady McGonagall.

La expresión de Theo adquirió un leve ceño de molestia.

—No me imagino qué podría tener que decir que yo desee escuchar —
masculló.

Neville no pudo evitar sonreír. A Daphne Greengrass se la consideraba
líder en la sociedad, o al menos se la consideraba así cuando estaba joven y
soltera, pero a los Nott nunca les había caído bien, y eso siempre le
hacía sentirse un poco mejor.
En ese instante sonó una trompeta y todos se quedaron en silencio,
volviendo la atención hacia el conde de Macclesfield, que parecía sentirse algo incómodo al ser el foco de toda esa atención..

Neville sonrió. Le habían contado que el conde fue en otro tiempo un
libertino terrible, pero ahora era de tipo más bien estudioso, erudito,
consagrado a su familia. Aunque seguía siendo apuesto como para ser un libertino. Casi tan apuesto como Theo.

Pero sólo casi. Neville sabía que su opinión no era objetiva, pero le
costaba imaginarse a un hombre tan magnéticamente hermoso como Theo
cuando sonreía.

—Buenas noches —dijo el conde en voz alta.

—¡Buenas noches tengas! —gritó una voz estropajosa desde la parte de
atrás del salón.

El conde asintió bonachón, con una tolerante media sonrisa jugueteando
en sus labios.

—Mi, eh… estimada invitada —indicó a Daphne— desea hacer un
anuncio. Así que si le dais vuestra atención a la dama que está a mi lado, os dejo con lady Greengrass.

Seduciendo a Mr. Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora