Lady McGonagall suspiró. El suspiro no sonó triste, sino más bien reflexivo.
—¿Le importaría que nos sentáramos? Estos huesos viejos ya no son lo que eran.
Neville se sintió fatal por no haber pensado en la edad de la condesa
mientras estaban ahí de pie en el atestado salón. Pero claro, la anciana era tan vibrante que era difícil imaginársela débil o adolorida.—Por supuesto —se apresuró a decir, cogiéndole el brazo y llevándola
hasta un banco cercano—. Aquí. —Una vez que lady McGonagall estuvo instalada, ella se sentó a su lado—. ¿Se siente más cómoda ahora? ¿Le apetece beber algo?Lady McGonagall asintió, agradecida, de modo que Neville le hizo una
seña a un lacayo para que les trajera dos vasos de limonada. No quería dejar sola a la condesa, que estaba muy pálida.—Ya no soy tan joven —dijo lady McGonagall una vez que el lacayo partió en dirección a la mesa de refrescos.
—Ninguna de las dos lo somos —repuso Neville.
Ése podía ser un comentario frívolo, pero lo dijo con irónico cariño, y algo
le dijo que la anciana agradecería ese sentimiento.Tenía razón. Lady McGonagall se echó a reír y la miró agradecida.
—Cuanto mayor me hago más comprendo que la mayoría de las
personas de este mundo son unas tontas.—¿Y ahora lo ha descubierto? —le preguntó Nivelle, no para burlarse
sino porque dado el habitual comportamiento de la anciana hacía difícil creer que no hubiera llegado a esa conclusión hacía años.Lady McGonagall se rió cordialmente.
—No, a veces creo que lo supe antes de nacer. De lo que me he dado
cuenta últimamente es que ya es hora de que haga algo al respecto.—¿Qué quiere decir?
—No podría importarme menos lo que les ocurra a los tontos de este
mundo, pero a las personas como usted —por falta de pañuelo se limpió los ojos con los dedos—, bueno, me gustaría verlo bien establecido.Durante unos segundos, Neville no pudo hacer otra cosa que mirarla.
—Lady McGonagall —dijo al fin, cauteloso—. Le agradezco mucho ese
gesto, y el sentimiento, pero debe saber que yo no soy responsabilidad suya.—Claro que lo sé —bufó lady McGonagall —. No tema, no siento ninguna responsabilidad hacia usted. Si la sintiera, esto no sería tan divertido.
—No lo entiendo —dijo Neville, sabiendo que eso la hacía parecer una
boba total, pero fue lo único que se le ocurrió.Lady McGonagall guardó silencio mientras dos lacayos les entregaban vasos con limonada y las dos bebían unos cuantos sorbos.
—Me cae bien, señorito Longbottom —explicó después—. Y son
muchas las personas que me caen mal. Es así de simple. Y quiero verlo feliz.—Pero es que soy feliz —dijo Neville, más por reflejo que por otra
cosa.Lady McGonagall arqueó una arrogante ceja, gesto que hacía a la perfección.
—¿De veras? —preguntó.
¿Era feliz?, pensó Nivelle. ¿Qué significaba que tuviera que pararse a
pensar la respuesta? No era infeliz, de eso sí estaba seguro. Tenía amigos
maravillosos, una verdadera confidente en su hermana de alma Genny y Luna y su abuela.
La suya no era tan mala suerte. A su vida le faltaba drama y emoción,
pero estaba contento.

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Seduciendo a Mr. Theodore Nott
FanfictionAbril está casi sobre nosotros, y con ello una nueva temporada social aquí en Londres. Las Madres Ambiciosas pueden ser encontradas en tiendas de vestido, todos a través de la ciudad con sus queridas Debutantes, impacientes por comprar aquel el vest...