Dante Lombardi
Estoy tiritando de frío. Mis dientes castañean mientras subo corriendo las escaleras de mi hogar con el riesgo de resbalar y rodar cuesta abajo, lo que considerando la suerte que cargo encima, no es una extraña posibilidad.
Sin embargo, mi necesidad de entrar a la casa y refugiarme del aguacero que me cae encima hace que no me preocupe demasiado por la seguridad de mis pasos. Esta es una de las peores tormentas que ha tenido Milán en el último año, y probablemente sea la peor en lo que resta del mismo.
El cielo se ilumina con los relámpagos y parece que la tierra vibra con los rayos que impactan en sabrá Dios donde.
Es terrible. Y estoy empapado hasta la médula.
He llagado a casa mucho más tarde de lo habitual, pero más temprano de lo que le había prometido a Sienna. Pude reducir mi tiempo extra en la oficina por lo menos dos horas, por lo que, en vez de llegar a casi media noche, he vuelto antes.
Nada de esto estaría ocurriendo si Malcom hubiese terminado a tiempo los reportes. Dirijo una de las consultorías más grandes de Italia, soy probablemente el analista financiero mejor pagado del país y eso se debe a mi gran capacidad para traer resultados a todos los clientes. Sin embargo, a pesar de mi gran capacidad para trabajar, no puedo hacerlo solo.
Malcom es mi asistente, en realidad es mi mano derecha. Se encarga de conseguir los clientes, de la mayor parte del trabajo administrativo, y también de enviarme los reportes de todas nuestras consultas a tiempo.
Excepto esta vez.
Y eso ocasionó que tuviéramos que quedarnos varias horas extra en la oficina, y que no pudiéramos salir a tiempo ante la advertencia de la imponente tormenta.
Así que aquí estoy, abriendo la puerta de entrada de mi hogar y reconfortándome de la calidez que emana del interior. Me quito los zapatos que están enlodados, y me deshago del saco. Dejo a un lado del maletín mientras deshago la corbata.
La casa está en silencio, las luces de la planta baja están apagadas y solo hay una tenue luz que proviene del piso de arriba.
—Cariño, he vuelto —no obtengo una contentación así que avanzo hasta las escaleras, deshaciendo la corbata mientras comienzo a subir los escalones.
He visto el auto de Sienna afuera, por lo que deduzco que si no esta en la sala, debe estar durmiendo arriba.
Unos leves murmullos se escuchan en la planta superior. Mi cuerpo se detiene de forma automática, permanezco de pie con la corbata a medio deshacer y la ropa escurriendo.
—¿Sienna?
A pesar de que elevo la voz, sigo sin obtener una respuesta, un par de truenos retumban en el exterior mientras me olvido de quitarme la ropa empapada y no me preocupo de estar mojando todo el piso mientras subo las escaleras.
Cuando llego al piso superior, un sentimiento extraño se me presenta en el pecho. De esas veces en las que no sabes con exactitud el porqué, pero tienes el presentimiento de que algo ocurre.
—Sienna, he vuelto... —mi voz se detiene cuando estoy por llegar a la puerta. Hay una abertura por la que puedo distinguir la silueta desnuda de mi prometida.
Extiendo la mano, empujo la puerta con suavidad y entonces todo se va al carajo.
Sienna está en la cama, nuestra cama, completamente desnuda, sobre las piernas de otro hombre. Se ríe mientras mueve las caderas y el sonido ahora se me clava en el pecho. No puedo moverme, por un segundo todo se paraliza.

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Un desastre llamado amor.(SL#6)
Teen FictionDante Lombardi lo tenía todo: una prometedora carrera, un futuro estable y la mujer con la que planeaba casarse... hasta que la encontró en la cama con su mejor amigo. Atrapado entre el orgullo y la rabia, tiene la certeza de que el amor no es más q...