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El silencio era algo que gobernaba ahora en las antes concurridas calles de Tokyo. Algo, que verdaderamente causaba pavor en los antiguos pobladores de las zonas.
Ya no era seguro pasar por ahí, pero a veces la necesidad nos hacía hacer cosas que antes no hubieramos hecho.
Ese era el caso de unos padres primerizos, que con la preocupación de alimentar a su hija de no más de 10 años por delante, fueron en busca de comida.
Una lástima que nunca más pudieran regresar.
La pequeña niña, en busca de sus padres, salió con la intención clara de encontrarlos. Era raro que tardasen tanto en reaparecer dentro de su escondite.
Al momento en que ingresó a una pequeña tienda, no pudo desaprovechar la comida que había dentro y se dispuso a comer.
El hambre hizo que aquel plato refrigerado, supiera similar a un sabroso manjar.
-Ven... Pequeña
Alzó su rostro y notó que una sombra se hacía presente a través de la puerta, cosa sumamente extraña teniendo en cuenta que la cantidad de personas eran casi nulas.
Sin embargo, su inociencia no hizo que lo tenga en cuenta, por eso su reacción aparentemente desinteresada.
-¿Donde está mamá?- Preguntó, poniendose de pie.
-Mamá... Y papá.... Están aquí... Tambien tus hermanos y tus maestros.
-No tengo hermano. Y yo odio a mis maestros.
Estaba por seguir con su merienda e ignorar aquella presencia, pero la extraña mirada de ese ser se posó en la botella que tenía en sus manos.