Extra: Nervios y emoción

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Estas escenas suceden después del capítulo 7

RYKER

Había ingerido muy poco alcohol. Pero estaba emocionado por tener a Gia a mi lado, en plena madrugada, y haber ido juntos a una fiesta. Creo que fue mi sueño desde joven, quería disfrutar de las cosas lindas de la vida con ella a mi lado.

Las manos me sudaban, no sé si era efecto del alcohol o mi nerviosismo. ¿Podría dormir sabiendo que ella estaba en mi casa?

Lamentablemente, tenía mi habitación de cabeza por todas sus compras y de seguro Pipo se había apoderado de las sudaderas usándolas como cama. Es muy listo y le gusta arruinar las cosas nuevas porque huelen a recién comprado en vez de usar su cama que me costó un ojo de la cara.

Me había guardado mis palabras para mí mismo y no soltar mi lengua y decir de más como para que Gia se dé cuenta de que literalmente babeaba por ella en ese vestido. Ella podía pedirme qué hacer en este momento y lo haría.

Bueno, siendo mucho más honesto, lo haría cada maldito segundo de cada día.

Miré de reojo cómo miraba las calles iluminadas por las farolas. Esa pintura brillante en su pómulo la hacía brillar más de lo que ya era.

Cualquier mujer podría usar ese vestido, pero Gia, Gia les gana a todas porque le queda espectacular. Era como una estatua griega que había escapado a un museo.

Me estaba volviendo loco.

Bajé la ventana un poco porque me sentía sofocado, el corazón me latía mucho.

—Tengo frío.

Y yo calor.

—Ya llegamos a casa, podrás arroparte.

Se cruzó de brazos y me miró un poco molesta.

Era adorable.

—Tengo frío.

Subí la ventana y encendí el aire acondicionado.

—Tengo frío —apagó el aire.

—Te voy a lanzar a un volcán si repites eso.

No era capaz.

—Atrévete. —Me desafió.

Pero ya habíamos llegado a casa cuando detuve el auto. El miedo pasó por sus ojos, pero se dio cuenta del vecindario y se tranquilizó.

Bajó del auto y le lancé la llave para que entre y no muera por el clima. Aunque llevaba un abrigo, se quejaba mucho. Guardé el auto en el garaje y luego entré a casa, donde encontré una escena muy tierna de Gia abrazando, no corrijo, apachurrando a mi gato.

Se me pasó por la cabeza que el animal iba a hacerle daño, pero creo que haberse familiarizado con fotos de Gia y todas las veces que le hablaba sobre ella ya se acostumbró.

—Iré a prepararte una habitación.

Subí las escaleras y no esperaba esta respuesta.

—Puedo dormir contigo para que no lo hagas.

Ay mi madre.

Aguanté gritar y puse mi mejor cara de extrañeza.

—¿De verdad?

—Sí, pero te alejas veinte metros de mí.

Quería dormir abrazado a ella. Como ayer.

Me estaba acostumbrando a eso, pero no debería, aunque quería. Mi pobre corazón iba a romperse en millones de pedazos cuando acaben estos tres meses.

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