🖌 28. Eterno

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RYKER

Siempre he pensado que hay ciertos momentos que se quedan atrapados en el tiempo. Instantes que, aunque todo a nuestro alrededor siga moviéndose, aunque el mundo gire y los días pasen, siguen ahí, intactos, ardiendo en la memoria.

Gia es todos esos momentos para mí.

Es la risa que rompe el silencio cuando la noche es demasiado callada. Es el reflejo del sol en su cabello cuando el viento juega con él. Es la forma en que frunce el ceño cuando algo no le gusta, la manera en que suelta un suspiro antes de decir algo importante. Es su voz cuando dice mi nombre, cuando me mira sin darse cuenta de que, cada vez que lo hace, me deja sin aire.

Nunca he entendido cómo algo tan cotidiano puede convertirse en algo tan imprescindible. Cómo la persona que un día solo era parte del fondo, de pronto se convierte en el epicentro de todo. Pero Gia... Gia es mi epicentro. Es la única constante en este caos, la única certeza en medio de lo incierto.

Y sin embargo, nunca se lo he dicho.

Nunca le he dicho que la miro demasiado, que cuando no está la busco en todos lados. Nunca le he dicho que, cuando sonríe, siento que algo dentro de mí se desmorona y se reconstruye al mismo tiempo. Que he querido besarla más veces de las que puedo admitir.

Hasta ahora.

Aspiro una bocanada de aire, porque mi pecho se siente demasiado pequeño para contener todo esto. La miro, con sus ojos buscando los míos como si estuviera esperando algo.

Tal vez siempre ha estado esperando esto.

—Gia...

Su nombre deja mis labios en un susurro, casi como si fuera sagrado. Ella parpadea, inclinando la cabeza apenas, expectante.

Me obligo a sostener su mirada.

Me río con suavidad, negando con la cabeza.

—El amor es como el arte —murmuré.

Su ceño se frunció ligeramente, pero no apartó la mirada.

—El amor y el arte nacen de lo mismo. De una emoción tan grande que no cabe en el cuerpo. De un instante tan poderoso que necesita ser inmortalizado de alguna forma. Un pintor usa colores. Un músico, notas. Un fotógrafo, luz. Y yo... yo te tengo a ti.

Ella parpadeó, pero no se movió.

—Siempre fuiste arte, Gia. Desde que éramos niños. Desde que mirabas el mundo como si escondiera secretos que solo tú podías ver. Desde que...

Mi voz se quebró un poco.

—Desde que me di cuenta de que te estaba mirando como se mira un cuadro en un museo. Como algo demasiado hermoso para tocar, pero imposible de ignorar.

Gia entreabrió los labios, pero no dijo nada.

Di un paso más cerca.

—El amor es como el arte —repetí, con la voz más baja—. No siempre tiene sentido, pero cuando lo ves, lo sabes. Y yo lo sé, Gia. Lo sé porque cuando te miro, todo lo demás se difumina. Porque cada palabra que dices se queda grabada en mí como un verso escrito en mármol. Porque si el amor fuera una galería, tú serías la única obra en la que podría perderme para siempre.

Silencio.

Su pecho subía y bajaba con respiraciones entrecortadas, como si estuviera asimilando lo que acababa de escuchar.

—Ryker... —susurró, y su voz me envolvió por completo.

No supe si iba a decir algo más. No supe si esto cambiaría algo entre nosotros. Pero en ese instante, con ella mirándome de esa forma, supe que no había nada más verdadero en mi vida que esto.

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