🖌 21. Un Halloween para recordar

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Ryker se ve hermoso cuando está distraído y ni siquiera se daba cuenta. Hay algo en la forma en que su mirada se pierde en algún pensamiento lejano, en cómo el sol dibuja reflejos dorados en su cabello, en la calma involuntaria que transmite sin siquiera intentarlo. Me está enamorando y ni siquiera lo sabe.

Al principio, solo era una presencia constante, alguien que de alguna forma siempre estaba ahí. Luego, sin previo aviso, comenzó robándome una sonrisa y terminó robándome el corazón. Y yo, que nunca planeé sentirme así, me encuentro atrapada en esta sensación desconocida, tan abrumadora como inevitable.

Cuando todo lo que quería era ser querida, él apareció, sin promesas, sin intenciones claras, pero con una manera de estar que lo cambió todo. Mi caos en sus manos se transforma en arte, como si todo lo roto en mí encontrara un nuevo significado, una razón para existir de otra forma, más hermosa, menos dolorosa. Y aunque él no lo sepa, aunque tal vez nunca lo note, ya es demasiado tarde para mí.

Esperé a que bajara mientras jugaba con Pipo, que trataba de arañar mi vestido con sus pequeñas patas. Me reí, rascándole detrás de las orejas para distraerlo, aunque mi atención estaba más en la escalera, esperando a que Ryker apareciera de una vez.

Miles se había ido el lunes muy temprano en la madrugada, pero se ponía en contacto conmigo todos los días para ver si me encontraba bien y me repetía muchas veces que si Ryker me molestaba lo llamara y el vendría a darle una paliza.

Cuando finalmente apareció bajando las escaleras, me tomó unos segundos reaccionar. Se veía... diferente. No sabía si era el disfraz o simplemente la forma en que su presencia llenaba el espacio, pero de repente sentí que la noche iba a ser más interesante de lo que había imaginado.

—¿Lista? —preguntó, dándome una mirada rápida antes de abrir la puerta.

Asentí y lo seguí afuera. El aire nocturno tenía ese frío típico de octubre, y el camino hacia la casa de Kasia estuvo lleno de luces naranjas, telarañas falsas y decoraciones que anunciaban la temporada.

Cuando llegamos, la casa ya estaba a todo dar. Desde la calle se escuchaba la música retumbando, y al cruzar la puerta nos recibió un mar de personas disfrazadas, luces de colores parpadeando y un ambiente que gritaba descontrol. Kasia siempre se aseguraba de que sus fiestas fueran legendarias, y al parecer esta no iba a quedarse atrás.

—Vaya —murmuré, escaneando la sala llena de gente bailando, bebiendo y riendo sin preocupación.

Ryker se inclinó un poco hacia mí, su voz rozando mi oído por encima del ruido.

—Bienvenida al caos.

Me tomó de la mano y fuimos hacia la barra. Pidió una bebida para los dos pero no logré escuchar qué era porque la música no lo permitía. Busqué a Kasia para darle su regalo que llevaba en la mano. Le había comprado un vestido de esa tienda cara que siempre había querido y Ryker le consiguió un abrigo como el mío.

Una copa con un líquido fucsia se puso delante de mis ojos.

—¿Qué es esto?

—Cosmopolitan.

—Yo no bebo.

—No le diré a tu hermano, pero si no quieres no voy a insistir.

Tomé la bebida entre mis manos y le di un sorbo largo. Apreté los ojos y escuché una risita proveniente de Ryker que le hacía gracia mi primera experiencia con el alcohol. El líquido bajo por mi garganta que ardía y quemaba, no estaba tan mal como hubiera imaginado, pero juraba que esta sería mi primer y último trago.

Me senté en el banco de la barra y observé a todas las personas, no eran muchas, pero había muchas chicas con vestidos extremadamente cortos, escotes pronunciados y maquillajes bastante elaborados. Me sentí un poco incómoda, pero no sabía si era por verlas o porque el corset que me había puesto apretaba mucho mis pecho que con el paso de los días notaba que habían crecido.

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