Nunca había sido bienvenida en esa casa. Siempre fui una presencia incómoda, un recordatorio de que mi padre tenía una vida antes de su "familia perfecta". Deena jamás se esforzó en ocultarlo, y él... simplemente dejó que ocurriera.
Pero esta vez era diferente. Esta vez, ni siquiera yo quería estar ahí.
—Vamos, Gia.
La voz de Miles sonó como un disparo en la habitación. No fue una súplica ni una sugerencia. Fue una orden.
Me quedé quieta por un momento, procesando la determinación en su rostro. Él no iba a dejarme ahí. No me estaba dando una opción.
Cuando mi padre abrió la boca, Miles ya había desaparecido en mi habitación. No tardó más de un minuto en volver con mi maleta en una mano y mi mochila en la otra. Ni siquiera me había dado tiempo de asimilar lo que estaba pasando.
—No puedes llevártela así —intentó decir mi padre, su voz carente de cualquier verdadera autoridad.
Miles soltó una risa seca.
—¿Y tú qué vas a hacer? ¿Detenerme? No hiciste nada por ella en toda su vida, ¿vas a empezar ahora?
Mi padre no respondió. No porque no quisiera, sino porque sabía que Miles tenía razón.
—Vamos, Gia.
Su mano se cerró alrededor de mi muñeca con firmeza, y lo seguí. Pero justo antes de cruzar la puerta, Miles se giró, con la rabia latiéndole en los ojos.
—Ojalá se mueran.
Su voz no tembló, no titubeó. Las palabras cayeron pesadas, venenosas.
—Los dos. Y que lo hagan solos.
Deena palideció, y mi padre... bueno, él solo me miró, pero no hizo nada. Como siempre.
—Nunca estuviste cuando te necesitó. Nunca fuiste un padre. Pero qué más da, ¿no? Ahora tienes a tu nueva familia.
No esperó respuesta. No la quería. Me sacó de ahí sin mirar atrás.
El auto de Miles estaba estacionado afuera. Subí sin decir nada, sintiendo un nudo en el pecho mientras él encendía el motor.
Pero no avanzamos demasiado. Apenas una calle más, apenas hasta la siguiente esquina.
Me detuve al ver la casa de Ryker.
—Es nuestra única opción —dijo Miles, apagando el auto.
Tragué en seco.
Pero Ryker no estaba en casa cuando él se acercó a tocar la puerta.
Miles no dijo nada al ver que Ryker no estaba. Solo suspiró y entró al auto, se recargó contra el asiento, golpeando el volante con los dedos en un gesto impaciente.
Yo, en cambio, no pude seguir conteniéndome. Todo el peso de lo que acababa de pasar cayó sobre mí de golpe, como una ola imposible de detener. Mi respiración se entrecortó y, antes de poder controlarlo, las lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas.
Miles solo tardó un segundo en notarlo.
—Ven aquí —murmuró.
No esperé más. Me incliné sobre el asiento y escondí el rostro en su hombro. Apenas me rodeó con los brazos, la barrera que había intentado mantener en pie se rompió por completo. Lloré, aferrándome a su chaqueta como si fuera lo único que podía sostenerme en ese momento.
—Estoy aquí, Gia. Siempre voy a estar aquí —susurró, su mano subiendo y bajando por mi espalda en un intento de calmarme.
Pero no podía calmarme. No todavía.

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Somos Arte
Teen FictionLa vida amorosa de Gia está por los suelos. Descubrió a su novio engañándola con su mejor amiga, y luego de unas largas vacaciones de verano empieza su último año de preparatoria donde tiene que enfrentarse a esta nueva pareja. Así que para demostra...