Capítulo 33

4.1K 348 204
                                    

Noah


— ¿Qué haces aquí? — miro a Lucía sonreír de lado, dejándome completamente embobada por ella.

— Lamentablemente tengo una estudiante a la que guiar, rechacé a todos los demás, no puedo hacerme cargo de todos — no me sorprende que varios hayan escogido a Lucía.

— ¿Entonces estarás aquí toda la semana?

Asiente y yo estoy más que feliz por verla todos los días.

Iba a decirle que me agrada la idea, pero las palabras no salen; Sofía se acerca rápidamente y exaltada.

— Profesora, ¿podría llevarme al hospital? Tengo una emergencia. Por favor.

Habla muy rápido, casi no la entiendo.

— Sí, claro, vamos — ella duda unos segundos.

— ¿Puedo ir también? — pregunto, Sofía asiente, su mirada llena de pánico me produce tristeza, ella ya perdió a su padre, no puede perder también a su madre.

En el camino no puedo dejar de pensar en todo lo que le está pasando a Sofía; Lucía viene con el auto, así que Sofía y yo vamos atrás; yo la consuelo mientras me dice que no quiere que nada malo le pase a su madre, no puedo decir mucho, también me pone triste que ella esté así, me gustaría quitarle un poco de su tristeza.

Ella baja rápidamente cuando llegamos, dejándonos a Lucía y a mí aún en el auto.

— ¿Su madre está enferma? — Lucía apaga el motor y se quita el cinturón de seguridad para salir.

Yo también salgo.

— Sí, creo que desde el domingo.

— ¿Desde cuándo son amigas? — la miro con desconcierto — Es curiosidad.

— Desde hace mucho, es la única persona, junto con Miguel, que son mis amigos; ha estado en las buenas y las malas.

Frunce el ceño, pero no dice nada más; supongo que ahí termina su curiosidad; entramos al hospital y esperamos a Sofía sentadas, yo estoy preocupada por ella y Lucía simplemente parece perdida pensando algo.

— ¿En qué piensas? — tomo su mano, total, aquí nadie sabe nada de mí ni de ella, además, está muy vacío, solo unas cuantas personas en los pasillos y doctores de un lado a otro.

— Uhm… bueno, ayer me enteré de algo, y… — traga en seco — Es sobre las chicas que te molestaron…

— Oh, olvídalo, no hay que darle importancia a cosas que no son reales.

Me mira de una manera que no sabría explicar. Me da por tocarme la cara por si tengo algo, pero no tengo nada.

— ¿Tengo algo en la cara? — pregunto extrañada.

— No… yo — se aclara la garganta — ¿Qué harías si yo planeo algo contra esa persona?

— ¿Qué clase de pregunta es esa? No harás nada, déjala así, en algún punto, las personas malas reciben su merecido, así que tú no haces nada.

Pongo mi cara más seria para que sepa que no juego con esto.

— Pero ella es…

— No, no harás nada. ¡Júralo! — la interrumpo, su semblante pasa a uno de frustración.

— Pero esa persona no es Jane, es otra persona…

— No importa quién sea, no harás nada, ¡júralo por mí! — vuelvo a interrumpir, no quiero hacer nada contra nadie. Si bien me dolió, y puede que siga doliendo… no podría vengarme o algo parecido, además, ya dejé a Jane en su lugar, quien fuera que haya iniciado esto, ya no importa.

— No podría hacer eso — si dice eso, es porque va a romper el juramento.

— ¡Júralo! — miro sus ojos miel, la escucho suspirar.

— Juro que yo no haré nada contra esa persona — me sonríe levemente — Eres mucho amor para este mundo.

Le devuelvo la sonrisa.

Sofía aparece ya más calmada.

— ¿Qué pasó? ¿Todo bien? — me levanto junto con Lucía.

— Sí, solo, ha sido falsa alarma. Aun así, profesora — dirige su mirada a Lucía, quien se mantiene neutra; es impresionante cómo cambia sus emociones rápidamente — ¿Puede pedir permiso por mí? Quiero quedarme con ella hoy…

— Claro, ¿puedo hablar contigo un momento? — miro extrañada a Lucía, y Sofía también, pero accede.

Se alejan de mí. ¿Qué está pasando?

Mil ideas cruzan mi mente, ¿de qué pueden hablar? ¿Será algo del colegio? ¿Por qué tendría que ser privado? Por un momento me siento enojada.

Veo dónde están ellas, lo suficiente lejos para que yo no escuche; Lucía se toca el puente de la nariz con frustración, Sofía parece hacer una petición o más una súplica. Por un momento creo ver enojada a Lucía, pero ¿por qué sería así? Tal vez era solo mi imaginación.

Vale, los celos son otras cosas que debo controlar, Sofía es mi amiga, y Lucía me ha dejado más que claro que me ama.

Ambas se acercan a mí, Lucía con un semblante serio, y Sofía con algo de vergüenza a mi parecer, pues su mirada no se aparta del piso.

— Yo… iré a ver cómo sigue mi madre, gracias por todo, profesora, gracias, Noah — repentinamente me abraza, le correspondo, no puedo evitarlo, mi amiga me necesita en esos momentos. — Nos vemos luego.

Se retira con lentitud hasta perderse en un pasillo; Lucía suspira con algo de enojo.

— ¿Qué pasó, mochi? — veo como su rostro toma un color rojo, seguramente por cómo la llamo.

— Nada importante, vamos, debes volver al colegio — ¿se habrá enojado porque la llamo así? Se oía tierno y no tenía nada de malo; Lucía se mantiene seria aún al caminar hacia la salida.

— Tal vez pueda animarte… — le corto el paso poniéndome frente a ella, enredo mis manos en su cuello elevándome un poco para repartir besos por todo su rostro; comienza a reír levemente haciendo que yo también sonría.

— Noah, alguien podría vernos, vamos — sostiene mi rostro entre sus manos — Tienes que volver para tus guías. ¿Escogiste a la profesora María?

Me da un beso en la frente y toma mi mano entrelazando nuestros dedos.

En definitiva, quiero pasar el resto de mi vida con ella.

— Sí, me estuvo comentando que podría darme una carta de recomendación, junto con otro profesor; hoy me dijo que podíamos hablar en la tarde, tiene una emergencia con sus hijos, o eso me dijo, pero aún así debo hablar con el otro profesor.

— Eso es muy bueno, Noah, me alegra saberlo; yo estaré con… — por las expresiones de su rostro puedo notar cómo se esfuerza por recordar — ¿Natalia? La chica de pelo cobrizo.

Oh… así que ella, bien, Noah, no celos.

— ¿Nataly? — ella asiente, ya hemos salido del hospital, me abre la puerta del auto. — ¿Por qué te escogió?

Ok, no puedo evitarlo.

— No está segura de qué carrera elegir — se pone el cinturón de seguridad, me mira por unos segundos — Solo para aclarar, ella me ve como una hermana.

Se inclina sobre mí, y cuando creo que va a besarme, simplemente me pone el cinturón de seguridad.

— Eres cruel — me cruzo de brazos, escucho su suave risa, no la miraré, es muy fácil ceder ante ella.

— ¿Qué te parece si mañana salimos y te doy todos los besos que quieras? — toma mi mano y besa mi dorso, ella no puede ser real. — ¿Aceptas?

— Sí a todo, excepto si quieres divorciarte, ahí es un no — miro al frente cuando enciende el motor, pero no avanza y el camino está libre. — ¿Qué?

— Uhm, nada, tengo un mal presentimiento nada más — dirige su mirada hacia mí — La última vez que tuve un presentimiento así, terminé en un hospital, un accidente. En general no me gusta el ambiente de hospital, por eso me sentía un tanto molesta ahí adentro.

— ¿Crees que pase algo malo? Si es así, quiero estar contigo hoy, no quiero que te pase nada — mi voz toma un tono de preocupación, no soportaría que algo le pase.

— Tranquila, estaré en casa con Catalina y Nataly, además mis padres estarán ahí, no me va a pasar nada — me muestra una sonrisa cálida. A pesar de que me calmo un poco, aún quiero quedarme con ella — No te preocupes, tienes que seguir con las guías, es el primer día y no puedes faltar. Estaré bien.

— Vale, pero cualquier cosa me llamas, eso me recuerda que no tengo tu número ni tú el mío — esta vez sí avanza.

— No soy muy pegada a mi teléfono. Puedes tomarlo y copiar el número — se concentra en manejar, pero con una mano saca su teléfono y me lo extiende.

Lucía no tiene muchos contactos, solo a su familia y amigos, y otros que simplemente tienen iniciales y no puedo identificar quiénes son.

Estuve unos momentos curioseando en su teléfono.

— Te he puesto como mi número de emergencia, y yo seré el tuyo, así con solo presionar un número podrás llamarme y yo a ti — maliciosamente me guardo como "el amor de mi vida".

— Uhm, no sabía que se podía hacer eso, pero mucho mejor, ¿qué número es? — por un momento me mira.

— El 3, es mi número favorito… — juego con mis dedos — Si nos casamos… — mi ritmo cardíaco cambia — ¿Podemos hacerlo un 3? ¿3 de marzo?

— Entonces te pediré matrimonio esa fecha — quiero saltar de la felicidad, trato de esconder mi emoción pero no funciona, pues comienzo a inquietarme por querer besar y abrazar a Lucía. — Yo también estoy emocionada.

Lucía

Dejo a Noah nuevamente en el colegio; Natalia y yo vamos a mi casa; Catalina dice que ella tiene muchas habilidades y que en parte le recuerda a mí, una de las habilidades que destaca es con la cámara, ni siquiera necesitan una profesional para hacer un trabajo limpio. Claro, Catalina seguramente tuvo un trabajo que entregar y utilizó a Spider-Man como su camarógrafa.

Le pregunto si le interesa y ella dice que sí, que le gusta mucho, así que hoy buscaremos una universidad para ella; dice que no puede irse, que quiere estar aquí porque su madre también lo está y no quiere dejarla sola; lo comprendemos y le aseguramos que buscaremos una buena aquí.

 *

— Si lo de estudiar cinematografía no funciona, me volveré YouTuber, total ganan más que todos.

Catalina me mira.

— Mentiras, no dijo — nos reímos.

— ¿Cómo dices que se llama tu madre? — mi padre pregunta ayudando a Catalina a cortar vegetales, claro, aprovechan que tienen una chef en proceso para hacerla cocinar. Mi madre también está ahí, mientras yo le indico a Nat sobre la cámara que tiene.

— Nataly, se llama igual a mí. — a mis padres les agrada Nataly, sobre todo por lo de ayer, les ha sacado una sonrisa a todos.

— Es muy lindo, nosotros escogimos el nombre de Lucía porque hacía referencia a la luz, y su segundo nombre es Fernanda por mi nombre — golpeo mi cabeza contra la mesa, qué vergüenza por Dios — No sabíamos que ambos nombres en diminutivo formarían a Lucifer, aunque su hermano fue quien la bautizó de ese modo.

No quiero ver sus caras, seguramente se burlan de mí.

— Gracias, mamá, gracias, papá — me enfrento con la mirada a ambos, puedo notar cómo Catalina y Nat quieren reírse. — ¿Y a Miguel? ¿Por qué Miguel Ángel?

— Pues tu padre se llama Miguel, y nos pareció un angelito cuando nació.

— Como se nota que tienen preferidos — escucho sus risas y yo niego indignada — ¡Madre, un día que fui a tu habitación me dijiste "fuera Satanás" y casi me tiras la Biblia encima!

— Me hiciste caso, te fuiste, yo solo te lo dije de broma — esta mujer… bien, se nota de dónde saqué el humor que tengo.

Iba a seguir quejándome, pero mi teléfono comienza a sonar; al mirar quién es dice "el amor de mi vida". Qué raro, ¿Noah a esta hora? No es tan tarde, pero ya casi anochece, y no creo que sea para salir o algo.

— ¿Quién es? — ignoro a mi padre y devuelvo la llamada, no me contesta, tal vez se ha equivocado.

— ¡LUCÍA! — el grito de Miguel resuena por toda la casa, todos nos levantamos alarmados; Miguel baja a pasos grandes, casi tres escalones en uno — ¡Lucía!

— ¿Qué tienes? ¿Acaso te drogaste? — me burlo un poco a pesar de mi creciente preocupación.

Él me mira alarmado.

— Noah, Noah está… su papá… — un ruido ensordecedor suena de repente, es como un silbido que te deja sordo — ¡Su madre llamó, él está…

Mi corazón se acelera y siento que todo mi cuerpo muere, pero a la vez una adrenalina que me impulsa fuera de mi casa; mi madre sale corriendo detrás de mí, no puedo escuchar lo que dice, y cuando ya estoy encima de la motocicleta para correr hacia la casa de Noah, simplemente mi madre me pone el casco; arranco de inmediato.

Las lágrimas que se forman no me permiten ver el camino correctamente; cruzo semáforos y casi choco contra un auto, no me importa que me insulten, no me importa nada en ese instante.

Siempre creí que su casa era cerca, pero extrañamente ahora, justo en estos momentos el camino se siente infinito; acelero a todo lo que mi motocicleta da, parece que el camino no tiene final, mi desesperación crece.

Mi corazón está a nada de fallar, siento sed, lo sé, me estoy desesperando por llegar, y gracias al cielo por fin llego; no me importa dejar caer la moto y tirar mi casco para correr, su madre está en la puerta, llorando, algunos vecinos recién salen, no les presto atención.

— ¡Lucía!! Mi hija, su padre… — no quiero escucharla, no quiero perder el tiempo, corro como puedo, escucho los gritos maldiciendo, pero no la escucho a ella. No conozco cuál es la habitación de Noah, pero las maldiciones que esa horrible voz grita me conducen.

La puerta no se abre, y con una fuerza que ni yo he experimentado, logro abrirla. La escena frente a mis ojos me deja paralizada.

Noah está en el piso, puedo distinguir la sangre en su vestido, en su rostro. Mi vista se nubla, cualquiera creería que tal vez son por las lágrimas. Pero no es así, todo mi ser está nublado por el enojo, por la rabia, una rabia incontrolable, y cuando mis ojos ven sus manos manchadas, sé en quién descargar esa rabia, sé quién es el culpable.

Sus ojos destilan odio hacia mí, y los míos seguramente unas ganas de acabar con él.

— ¿Qué has hecho?

— Prefiero que mi hija esté muerta a que sea una aberración — el primer golpe lo deja aturdido, la pelea comienza.

No puedo pensar con claridad, no me importa si lo mato ahora, no me importan los gritos que escucho, seguramente es su esposa; no lo dejo recuperarse, y cuando tengo la oportunidad, no sabría decir con qué objeto lo golpeo hasta que deja de moverse; sé que sigue vivo, lo sé, y si bien quiero matarlo, si bien quiero que quite aquellas palabras que dijo, me importa más Noah.

Su madre está a su lado, llorando; la aparto y tomo a Noah en mis brazos; su pulso es débil y su cuerpo está tibio; lloro, pero no me detengo, con ella en mis brazos corro hasta afuera.

Más gente está alrededor, ¡¿por qué los imbéciles aparecen recién?!

El auto de mi padre aparece; todos bajan rápido, al verme sus rostros cambian, ellos ya lo intuían; corro.

— ¡Papá, el hospital, hay que llevarla! — suplico.

No lo piensa, él entra al auto; Miguel me ayuda a entrar a la parte trasera del auto, ellos se quedan; papá acelera a fondo.

Miro el rostro de mi ángel, mis lágrimas caen en sus mejillas; no quiero, no, ¡Noah no puede irse, no!

Me aferro a ella, me aferro con las fuerzas que me quedan a su cuerpo tibio.

— ¡PAPÁ! — grito al sentir sus latidos aún más lentos; mi grito es desgarrador, él entiende y entre los sonidos de las bocinas quejándose, apresura aún más el coche.

— Quédate conmigo — beso su mejilla con la esperanza de que despierte — Por favor… te amo, Noah, debes quedarte…

No me importa que mi padre esté escuchando, no me importa ya que lo sepan.

Frena y sale corriendo; me quedo ahí con el cuerpo del amor de mi vida.

— Tienes que quedarte…

Las puertas se abren abruptamente; los paramédicos me arrebatan a Noah, y se la llevan; salgo corriendo junto a ellos, sus voces son ajenas, no quiero oírlos; sostengo su mano, no quiero soltarla.

— Señorita, no puede pasar — la enfermera me retiene — Ella estará bien, por favor, quédese.

Se la llevan a una sala; en medio del pasillo caigo de rodillas; mi respiración se vuelve pesada, mi mente no puede pensar con claridad…

Noah, no lo sabes, pero la primera vez que te hablé y sonreíste, en el fondo sabía que esa sonrisa sería mi adicción. La vez que por fin admití que me gustabas, las veces en que indirectamente te lo decía, la canción que me dedicaste, las flores que nos dimos… te dije que sería tu refugio, que te protegería y te mantendría segura…

Perdón, no lo cumplí…

Mi padre llega hasta mí, me abraza, pero no puedo sentir el calor que quiere transmitir, no cuando la vida de Noah está en riesgo.

— Es mi culpa… — mis lágrimas brotan sin control, y mi voz se debilita — Es mi culpa, papá, es mi culpa, por eso ella está ahí…

— No es tu culpa, todo estará bien, hija — quiero creerle, aunque sea una mentira, quiero que lo repita una y otra vez hasta convencerme.

Quiero que esto simplemente sea una pesadilla. Quiero despertarme ahora si es así.

Mi Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora