Capítulo 51: Todo mejor

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In-ho

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In-ho

Nos quedamos un rato más allí, en silencio, sin la necesidad de llenar el espacio con palabras. Con Yoon-Ah, el silencio nunca era incómodo. Por el contrario, había algo reconfortante en simplemente estar a su lado, en sentir su presencia junto a la mía, en saber que, después de todo lo que habíamos pasado, aún estábamos aquí. Juntos.

La observé de reojo. Su mirada seguía fija en la lápida frente a nosotros, como si aún estuviera perdida en sus pensamientos. Quería decirle algo, algo significativo, pero no encontraba las palabras adecuadas. Así que simplemente extendí la mano y la tomé con suavidad. Ella no se apartó, lo que me hizo soltar un leve suspiro de alivio.

—¿No tienes frío? —pregunté de repente, notando que solo llevaba la ropa que le había dejado en el hospital. La noche comenzaba a enfriarse, y una brisa helada recorría el lugar.

—No, así estoy bien —respondió con un tono tranquilo, pero noté el leve temblor en sus dedos.

Fruncí el ceño.

—¿Segura? Mmm... mejor te daré mi chamarra. No podemos arriesgarnos a que te enfermes en este momento.

Antes de que pudiera protestar, ya me había quitado la chamarra y la coloqué sobre sus hombros con delicadeza. Apenas el aire frío rozó mi piel, sentí el escalofrío recorrerme la espalda, pero no me importó. Lo único que quería era asegurarme de que ella estuviera cómoda.

Yoon-Ah me miró con una pequeña sonrisa en los labios, un gesto sencillo pero lleno de gratitud.

—Linda, hay que volver a casa, ¿sí?

Asintió en silencio y se puso de pie. Yo hice lo mismo, manteniendo mi mano en la suya mientras caminábamos juntos hacia la salida del cementerio.

Cuando llegamos a la camioneta, me adelanté para abrir la puerta y ayudarla a subir. Era un gesto pequeño, casi automático, pero me gustaba hacerlo. Me gustaba cuidar de ella, incluso en las cosas más insignificantes.

Una vez que estuve en el asiento del conductor, encendí la camioneta y comenzamos el camino de regreso.

—In-ho... ¿las cosas se quedaron en el hospital? —preguntó de repente, girándose hacia mí.

—Sí, hermosa, pero no te preocupes. Mañana yo iré por ellas. —Le dediqué una leve sonrisa mientras mi mano buscaba la suya, acariciando su pierna con ternura.

Ella asintió, relajándose un poco en su asiento. Esta vez, el silencio entre nosotros no era tenso ni pesado como lo había sido en otros viajes. No había resentimiento, ni enojo, ni palabras no dichas flotando en el aire. Era un silencio de paz, de tranquilidad.

A mitad del camino, noté que su cabeza comenzaba a inclinarse levemente hacia un lado. Sus párpados parpadeaban pesadamente, luchando contra el sueño.

Just for you | Hwang In-ho Donde viven las historias. Descúbrelo ahora