"Just for You"
Cuando las deudas empujan a Yoon-Ah, a los letales Juegos del Calamar, jamás imagina que su lucha por sobrevivir despertará los sentimientos más oscuros del líder, el misterioso Jugador 001.
Frío, poderoso y obsesivamente protector, é...
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In-ho
Nos quedamos ahí, viéndonos el uno al otro. Ella no decía nada, se quedó callada después de todo lo que le dije.
Y yo comenzaba a sentir como las lágrimas iban a empezar a salir, que esto ya era todo, ya no aguantaba nada más y en cualquier momento me derrumbaría, y el momento estaba comenzando. No quise que Yoon esta vez me viera así.
No le dije nada.
Di la vuelta y salí rápidamente de la habitación.
Salí del hospital con el rostro bañado en lágrimas y el alma destrozada. La puerta se cerró tras de mí con un ruido sordo que se mezcló con el latido acelerado de mi corazón. En ese preciso instante, comprendí que no podía quedarme allí, inmóvil y llorando frente a Yoon-Ah, sin importar cuánto intentara ocultarlo.
Ni siquiera llegué a recoger las llaves de la camioneta; dejé todo atrás y empecé a caminar, sin rumbo fijo, dejando que cada paso me llevara lejos del lugar que me había convertido en una prisión de dolor.
Mientras avanzaba por las calles oscuras, me inundaba una oleada de emociones largamente reprimidas. Lloré como nunca había llorado en toda mi vida, liberando un torrente de lágrimas que parecía haber estado acumulándose durante años. Mi mente se volvió una neblina espesa, donde cada pensamiento se mezclaba con recuerdos y un dolor indescriptible. Sentía que mi ser entero se desmoronaba, como si cada gota de llanto desvelara una parte oculta de mi alma, aquella que había aprendido a esconderse tras una fachada de fortaleza y control.
No podía creer lo frágil que me sentía en ese momento. Cada paso que daba era un recordatorio de la impotencia que había contenido durante tanto tiempo, de esa rabia silenciada y ese profundo vacío que ahora se abría sin piedad. El dolor me embargaba, y mis pensamientos se volvían confusos, como si las lágrimas borraran la línea entre el presente y un pasado lleno de sufrimiento.
Finalmente, llegué a un parque solitario, donde me senté en un banco de madera desgastada. Allí, en medio de la noche, dejé que mi llanto se convirtiera en una catarsis. Las lágrimas corrían sin control y, en cada sollozo, sentía que se deshacían años de contención. Mi mente se inundó de la cruda certeza de que nunca había permitido sentirme así; que por dentro había estado acumulando un dolor tan intenso que ahora emergía sin ningún filtro, arrastrando consigo todos los miedos y culpas.
Recordé a ella, la mujer que amé antes de Yoon-Ah, aquella que me había enseñado a amar sin reservas y que se había ido demasiado pronto. Recuerdo sus manos suaves acariciando mi rostro, su risa sincera y ese pequeño ser que jamás llegó a conocer; mi hijo, perdido en el olvido de una tragedia inevitable. Esa pérdida me había marcado para siempre y, aunque intenté reconstruirme, el dolor había quedado como una cicatriz imborrable. Ahora, al ver la misma desesperación reflejada en el rostro de Yoon-Ah, sentí que revivía ese pasado amargo.
Con el corazón encogido, recordé aquella tarde de otoño en la que la vida se hizo insostenible. La noticia de la pérdida me había dejado sin aliento, y en medio de lágrimas y silencios incómodos, había comprendido que a veces, el destino nos arranca aquello que más amamos sin darnos oportunidad de decidir. Pensé en lo frágil que es la existencia, en cómo el destino, cruel e implacable, no nos permite elegir y, a pesar de nuestros esfuerzos, nos obliga a soportar un dolor que no se mitiga con palabras.