"Just for You"
Cuando las deudas empujan a Yoon-Ah, a los letales Juegos del Calamar, jamás imagina que su lucha por sobrevivir despertará los sentimientos más oscuros del líder, el misterioso Jugador 001.
Frío, poderoso y obsesivamente protector, é...
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In-ho
El silencio se sintió como un peso insoportable en el trayecto de regreso a casa. La pelea con Yoon seguía latiendo en mi cabeza, cada palabra, cada mirada. Yo sabía que había sido duro con ella. Sabía que mis palabras no habían sido lo que ella quería escuchar, pero... no podía mentirle. No podía hacerle creer que había una opción cuando en realidad solo había una decisión que podía salvar su vida.
Ella no lo entendía.
O tal vez sí, pero no quería aceptarlo.
Apreté los dedos contra el volante. No había querido hablarle en todo el camino, no porque estuviera enojado, sino porque tenía miedo de lo que podía salir de mi boca si lo hacía. Tenía miedo de que, si intentaba explicarlo una vez más, la desesperación en mi voz la hiciera alejarse aún más.
Cuando llegamos a casa, hice lo que siempre hacía: abrí su puerta. No porque quisiera demostrar algo, sino porque... porque no sabía qué más hacer. Porque a pesar de todo, de la pelea, del dolor, del enojo, todavía quería asegurarme de que ella estuviera bien.
Pero ni siquiera me miró.
Me giré y entré a la casa primero, quitándome la chaqueta y dejándola en el sofá. El aire estaba pesado, tan tenso que casi podía sentirlo contra mi piel. No me detuve. Me fui directo a mi oficina y cerré la puerta detrás de mí.
No encendí la luz.
No podía.
Me apoyé contra el escritorio, cerrando los ojos, tratando de encontrar algo de aire en medio de la presión que me oprimía el pecho. Pero no había aire suficiente. No había manera de calmar este fuego que ardía en mi interior.
Yoon pensaba que yo estaba siendo cruel. Pensaba que la estaba obligando a tomar una decisión que no quería. Y tal vez tenía razón.
Pero no podía hacer otra cosa.
No después de lo que ya había pasado antes.
Me pasé una mano por el rostro, sintiendo la tensión en mi mandíbula, en mis hombros, en cada músculo de mi cuerpo.
Porque ya lo había vivido.
Ya había sentido lo que era ver a alguien que amabas consumirse poco a poco, aferrándose a algo que no podían salvar.
Ya había sentido lo que era sostener una mano que se enfriaba con el tiempo.
Ya había escuchado los sollozos en un hospital, el sonido de la vida escapándose de un cuerpo demasiado débil para seguir adelante.
Y ahora, el miedo de perder a Yoon me estaba destrozando desde dentro.
Porque ella no entendía.
No entendía que no era solo el bebé. Que no era solo la elección entre uno y otro.