🖌 11. Crisis y recuerdos.

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El murmullo de los pájaros afuera y la tenue luz filtrándose por la ventana me hicieron abrir los ojos con lentitud. Tardé unos segundos en recordar dónde estaba... y con quién.

Ryker.

Sentí su brazo aún alrededor de mi cintura, su respiración cálida rozando mi cuello. Mi cuerpo entero se tensó. Me había dormido en sus brazos. No solo eso, sino que en algún punto de la noche, mi mano había terminado descansando sobre su pecho.

Con el mayor cuidado posible, intenté moverme, pero en cuanto lo hice, él gruñó suavemente y frunció el ceño.

—Cinco minutos más... —murmuró con voz ronca y adormilada.

Mis mejillas ardieron.

—Ryker... —susurré, esperando que despertara de una vez.

Él parpadeó varias veces antes de abrir los ojos completamente. Su expresión pasó del desconcierto al aturdimiento y luego a la confusión total cuando notó nuestra posición.

—Buenos días... —dijo bostezando—. ¿Gia?

Rodé los ojos y me aparté de golpe, haciéndolo soltar un gruñido de protesta.

—¿Estás bien? —Él me observó con una ceja arqueada antes de frotarse la sien con una mueca. 

—Dios... mi cabeza —se quejó—. ¿Cuánto bebí anoche?

—Suficiente como para olvidar que decidiste dormir aquí.

Su mirada se iluminó con un destello.

—¿Dormir aquí? ¿Contigo?

—Me apiadé de ti y te dejé dormir aquí. Aunque te hubiera dado la habitación de Miles para dormir bien.

—Mmm... Interesante. —Su sonrisa ladeada me puso alerta—. Entonces, ¿hice el ridículo anoche?

—Básicamente, llamaste a mi hermano a gritos, me dijiste que era una bruja, te duchaste en agua helada y luego... —Me callé antes de mencionar el beso. No quería darle más motivos para fastidiarme.

Ryker notó mi pausa y su sonrisa se ensanchó.

—¿Y luego...?

—Nada importante.

Se incorporó, apoyándose en un codo mientras me miraba con evidente diversión.

—¿Nada importante? No sé, te ves un poco nerviosa. 

Me crucé de brazos.

—No lo estoy.

—Ajá... —Me estudió con una intensidad que me hizo querer apartar la mirada.

—Debo ir a clases, así que sí me disculpas.

Bajé de la cama y fui al baño. Sentía un dolor en el estómago muy leve que no sabía que era. Lo ignoré y me di una ducha rápida, olvidando traer mi uniforme.

—¿Ryker? —Lo llamé.

—¿Sí? —Respondió de manera perezosa.

Con las mejillas rojas me armé de valor para pedirle:

—¿Me puedes pasar mi uniforme? Por favor.

Escuché como se levantaba de la cama todavía quejándose porque su dolor de cabeza era insoportable y abría mi armario. En lo que esperaba me cepillé los dientes asegurando muy bien la toalla para que no se me caiga.

El baño olía a su perfume y ni decir de la toalla que le había dado.

—Toma —dijo, tocando la puerta.

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