Día 2

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Noah

Sueño que Lucía y yo nos vamos a casar, pero cuando estoy a punto de decir que sí, una horrorosa trompeta suena. Por un momento creo que el juicio final ha llegado.

Cosas de cristianos.

Bien, no me arrepiento de amar a Lucía, arderé en el infierno.

Pero no es el juicio final, salgo para comprobar quién es él o la causante de arruinar mi sueño con Lucía. Muchos, al igual que yo, con mala cara, también salen a ver, entre ellos Sofía y Miguel.

—¡Apaguen esa cosa! —la risa de Lucía se hace presente, por Dios, no me basta con verla, necesito besarla.

—¡Arriba todos, ya son las 6 de la mañana, nos espera un día largo!

Qué enérgica se ve, que me contagie su alegría, dicen que un beso puede hacerlo.

Entre quejas y quejas todos se levantan, me apresuro a ir al baño para asearme, creo que soy de los primeros, mi objetivo es claro, quiero salir antes que todos y atrapar a Lucía que se ha vuelto a meter a su tienda.

Rio por mi idea arriesgada. Pero sí consigo salir de primero. Mientras los demás se toman su tiempo, voy a dejar mis cosas, y vigilando que no haya nadie me acerco a su tienda.

Deslizo el cierre y me meto sin preguntar.

—¡Qué bonita vista! —Lucía trata de cubrirse con su camiseta, está solamente con su brasier, he caído en su cama por mi rápida entrada, mientras ella está de rodillas.

Cierra el cierre, se nota que ha entrado en pánico porque lo hace con torpeza.

En serio, qué bonita vista.

Santo cielos.

—¡¿Qué haces aquí?! ¡Pudieron verte! —en pocos segundos ya me tiene debajo suyo, sujetando mis brazos hasta la altura de mi cabeza.

Ah. Malditas hormonas.

—Vine a ver al amor de mi vida, ¿no es obvio?

Noah, piensa en la Biblia.

—No te conocía así Lucía… ¿qué haces a medio vestir? —no me quejo de la posición, agradezco.

—Estaba viendo qué bikini ponerme, iremos al lago hoy.

—Oh, qué bueno, seré tu jurado, aunque será difícil decidir —miro su perfecto abdomen, Lucía no es una chica a la cual envidiarle, más bien, me dan ganas, y no de cosas santas.

Siento como se tensa, su agarre más fuerte a mis manos me lo confirma.

—Con lo inocente que te ves, nada de eso, ve al comedor, seguramente ya saldrán. —rio, pues sí es verdad, pero ¿quién no peca por Lucía?

—No me voy de aquí sin un beso, ¿sabes lo difícil que es no poder hacerlo en frente de los demás? Vamos, este sería el… uhmm segundo beso, apenas va uno, me lo merezco. —parece pensarlo, que acepte, que acepte.

¿Me estaré viendo muy desesperada?

—Así que… —ay Dios, me va a dar algo—. ¿Solo un beso?

Asiento sin poder articular alguna palabra, lo admito, estoy nerviosa.

Lucía se inclina con lentitud, haciendo que un cosquilleo recorra todo mi cuerpo, mi corazón va a salir de mí en cualquier momento.

Eleva más mis manos para ponerlas por sobre mi cabeza, y las sujeta con solo una mano.

Gracias Dios, por los alimentos.

Cuando está por besarme pone su mano libre sobre mi boca, impidiendo que nuestros labios se toquen.

Mi Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora