Capítulo II

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El pecoso se había quedado a dormir en la habitación de invitados de Max. Inicialmente no tenía pensado quedarse en la casa de este, pero al notar su insistencia no tuvo opciones más que aceptar su solicitud.

A media noche el rubio se despertó y sintió su garganta seca así que decidió ir por un vaso de agua a su cocina, sin embargo la curiosidad lo mataba, quería ir a ver al pecoso que se estaba quedando en su casa.

Al llegar a la habitación, abrió la puerta y vió al omega quien al parecer estaba teniendo pesadillas, pues se veía tembloroso y su aroma desprendía miedo. Se estaba removiendo por toda la casa buscando aferrarse a algo.

—Checo—Llamó el rubio en un susurro, intentando despertar al omega de su pesadilla. Este al ver que no se calmaba, decidió acostarse con el y abrazarlo, marcándolo de forma ligera con su aroma. A los pocos minutos el pecoso se calmó y se veía más tranquilo, su aroma era más dulce.

—Pecas, ¿quieres que duerma contigo?—Preguntó el rubio, pues no quería invadir la privacidad del castaño. El mencionado se volteó y abrazó al rubio inconscientemente.

—Tomare eso como un sí.—Dijo y lo envolvió en sus cálidos brazos.



















(...)

El amanecer iluminaba la habitación en donde yacían dormidos cómodamente Max y Checo.

Max al despertar lo primero que hizo fue ver al Omega, al notar que este seguía durmiendo tranquilamente, decidió no molestarlo y se levantó silenciosamente, sin embargo el agarre del más bajo se intensificó, dando a entender que no quería dejar ir al Alfa.

Su pequeño cuerpo se aferraba al rubio con fuerzas, al parecer el omega pensaba que el ojiazul era una almohada más en su cama.

—Mmm.—Murmuraba el pecoso mientras se agarraba fuertemente de su torso.

—Chequito, necesito ir al baño.—Dijo el rubio mientras trataba se zafarse del agarre del menor.

—Mhm, 5 minutos más.

—¿Y si me urge?

—5 minutos más.

—No me dejas otra opción.—Y antes de que el pecoso pudiera responder, el rubio lo cargó en sus brazos hasta el baño.

El castaño se despertó ante la incomodidad y miró de mala gana al contrario quien portaba un leve sonrisa.

—No te puedes enojar, el que avisa no traiciona.—Dijo mientras le guiñaba un ojo. El pecoso lo miró con el ceño fruncido.

—No me mires así.—Decía gracioso mientras se lavaba la cara.

A los cinco minutos aproximadamente, el pecoso recobró sus sentidos.

—¡¿Dormimos juntos?!—Preguntó exaltado. Su cara hervía de pena y mucha vergüenza, quería que el suelo se abriera para desaparecer ahí mismo.

—Tranquiló, salí por agua en la noche y entré a tu habitación para revisar que todo estuviera en orden, te ví asustado y decidí dormir contigo, hasta te pregunté y me abrazaste.—Dijo en un tono presumido.

—¿Y porque estoy aquí en tu baño contigo?—Hizo otra pregunta mientras trataba de recordar que había pasado.

—Te cargué hasta acá.—Respondió con simpleza.













(...)

Ambos iniciaron a asearse cada quien tomándose su tiempo, no había prisas el día apenas comenzaba.

Unión Celestial (Chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora