"Just for You"
Cuando las deudas empujan a Yoon-Ah, a los letales Juegos del Calamar, jamás imagina que su lucha por sobrevivir despertará los sentimientos más oscuros del líder, el misterioso Jugador 001.
Frío, poderoso y obsesivamente protector, é...
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Yoon- Ah
Tomé un libro y me dirigí a la caja. No entendía por qué me había quedado con esa sensación extraña tras hablar con él, pero decidí ignorarla.
Después de la librería, hice una última parada en una farmacia cercana. Los dolores que había estado sintiendo últimamente no desaparecían tan rápido como antes, y aunque no quería preocupar a In-ho, necesitaba hacer algo al respecto.
Las luces frías de la farmacia brillaban con una intensidad incómoda, haciéndome entrecerrar los ojos mientras avanzaba hasta el mostrador. El aire dentro del establecimiento olía a desinfectante y algo químico que no supe identificar. A pesar de la hora, había un par de clientes más, revisando los estantes en silencio.
Me acerqué lentamente al dependiente, un chico que no parecía mucho mayor que yo. Su uniforme estaba ligeramente arrugado, y su mirada se desviaba cada pocos segundos hacia la pantalla de su teléfono, como si su mente estuviera en otro lugar.
Apreté los labios, intentando encontrar las palabras correctas.
—Eh... ¿Tienen algo para el dolor? —pregunté, sin ser demasiado específica.
El chico levantó la vista con aire distraído, parpadeando un par de veces antes de procesar mi pregunta.
—¿Dolor de cabeza? ¿Muscular?
Dudé. No quería dar demasiados detalles. No quería que nadie empezara a hacer preguntas que no estaba lista para responder.
—Solo... algo fuerte —murmuré, desviando la mirada.
Él pareció confundido por un instante, como si estuviera decidiendo si debía seguir preguntando o simplemente hacer su trabajo. Tras una breve pausa, asintió y se giró hacia los estantes detrás de él.
—Esto debería ayudar.
Puso un frasco pequeño sobre el mostrador. La etiqueta tenía un nombre que no reconocí, pero en letras pequeñas decía: analgésico de amplio espectro.
—¿Para qué es exactamente? —pregunté, frunciendo el ceño.
El chico se encogió de hombros.
—No soy médico, pero... si es dolor, debería funcionar.
No sonaba muy convencido, pero tampoco parecía que le importara demasiado. Me mordí el interior de la mejilla y asentí, sacando algo de dinero y dejándolo sobre el mostrador.
Cuando salí de la farmacia, el aire frío golpeó mi rostro. Sostuve el frasco en mi mano, sintiendo el peso de mi propia indecisión. No tenía idea de qué me estaba tomando, pero tampoco tenía muchas opciones.
Así que guardé las pastillas en el bolsillo de mi abrigo y regrese a casa.
La sala estaba en penumbra cuando entré, solo iluminada por la tenue luz de una lámpara en la esquina. Cerré la puerta con suavidad y dejé escapar un suspiro, sintiendo el cansancio asentarse sobre mis hombros.