Estaba mal, lo que hacíamos estaba muy mal. Por una extraña razón, la calidez de sus labios me hacía olvidar todo lo que estaba en juego. Cada vez que su aliento rozaba mi piel, un escalofrío recorría mi espalda, recordándome que aquello no debía estar sucediendo. Pero ahí estábamos, atrapados en un juego sin reglas, en una historia que nunca debió escribirse.
El peso de la culpa se deslizaba en mi pecho como un ancla, pero se desvanecía en el instante en que nuestros ojos se encontraban. Sus manos temblaban al recorrer mi piel, como si también dudara, como si supiera que esto podría llevarnos al punto sin retorno.
El fuerte golpe de la puerta principal al cerrarse y la casa llenándose de ruido hizo que rompiera el contacto. Mis labios aún ardían por el roce de los suyos, y cuando lo miré, vi que los suyos estaban rojos y húmedos. Su rostro tenía un leve sonrojo, y en sus ojos brillaba algo entre la emoción y el miedo.
—Miles me va a matar —susurró, llevándose los dedos a los labios.
El sonido de los pasos de mi padre en el pasillo me heló la sangre. No debía estar aquí. No ahora.
—Gia —llamó papá con su tono firme de siempre.
Mi pecho se tensó. Miré a Ryker, que seguía preocupado y emocionado contra mi cama, con los ojos apenas abiertos y un vago intento de sonrisa en su rostro borracho. Si mi padre lo veía así, si siquiera se enteraba de que estaba aquí, todo estaría perdido.
—Tienes que esconderte —le dije en un susurro apurado, tratando de jalarlo del brazo.
—Mmm... demasiado cansado para jugar a las escondidas... —murmuró, acomodándose entre las sábanas.
Maldije por lo bajo. No tenía tiempo para esto. Mi padre ya estaba subiendo las escaleras.
—Gia, ¿dónde estás?
Miré desesperadamente a mi alrededor y, con un último esfuerzo, logré hacer que Ryker se levantara lo suficiente como para empujarlo dentro de mi clóset. Cerré la puerta justo cuando el sonido de los pasos llegó a mi habitación.
Respiré hondo y me giré justo cuando papá asomó la cabeza por la puerta.
—¿Por qué no respondes cuando te llamo? —preguntó, frunciendo el ceño.
—Lo siento, estaba cambiándome —mentí con la mejor expresión de inocencia que pude fingir.
Sus ojos recorrieron la habitación, como si pudiera sentir que algo no estaba bien. Me apoyé contra la puerta del clóset con aparente naturalidad, intentando bloquear cualquier ruido proveniente de dentro.
—Llegaste temprano —comenté, tratando de distraerlo.
Él cruzó los brazos.
—Sí. La reunión terminó antes de lo previsto. ¿Por qué huele raro aquí?
Mi estómago se hundió.
—¿Raro? No sé, quizá dejé una vela encendida.
Gia, ni siquiera tenemos velas.
Mi padre entrecerró los ojos, pero no insistió más.
—Baja a cenar —dijo finalmente antes de girarse y salir de la habitación.
Esperé a escuchar sus pasos alejándose antes de soltar el aire que no me había dado cuenta de que estaba conteniendo. Me giré y abrí el clóset. Ryker casi se cayó encima de mí.
—Eso fue intenso... —murmuró con una sonrisa tonta.
Le di un golpe en el brazo.
—Cállate y quédate aquí hasta que se duerma.

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Somos Arte
Teen FictionLa vida amorosa de Gia está por los suelos. Descubrió a su novio engañándola con su mejor amiga, y luego de unas largas vacaciones de verano empieza su último año de preparatoria donde tiene que enfrentarse a esta nueva pareja. Así que para demostra...