"Just for You"
Cuando las deudas empujan a Yoon-Ah, a los letales Juegos del Calamar, jamás imagina que su lucha por sobrevivir despertará los sentimientos más oscuros del líder, el misterioso Jugador 001.
Frío, poderoso y obsesivamente protector, é...
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Yoon-Ah
Ese mismo día, Young-il tuvo que irse. "A resolver unos asuntos", dijo, como si eso fuera suficiente explicación. Pero yo ya me imaginaba de qué se trataba. Él siempre parecía estar un paso adelante, manejando cosas que yo no entendía del todo, y, honestamente, prefería no preguntar.
Intenté descansar. Mi cuerpo y mi mente lo pedían a gritos. Estaba agotada, más allá de lo físico. Todo había sido demasiado, demasiado, en menos de un día. No podía procesarlo. Los eventos recientes seguían repitiéndose en mi cabeza como un eco interminable, pero al menos ya no estaba en los juegos. Podía cerrar los ojos sin el miedo de no volver a abrirlos. Eso debería ser suficiente, ¿no?
Aunque... la tranquilidad era un lujo que mi cuerpo no conocía. Me dolía absolutamente todo. No había parte de mí que no se sintiera rota.
Con esfuerzo, me recosté en la cama del hospital, dejando que el colchón blando sostuviera mi peso. Este lugar... nunca había estado en un hospital tan lujoso. Todo parecía nuevo, brillante, como si el dolor no pudiera tocar este espacio. Cerré los ojos, tratando de convencerme de que estaba a salvo.
No sé cuánto tiempo pasó antes de que el sonido de la puerta abriéndose ligeramente me despertara. Me sobresalté, entreabriendo los ojos con precaución. La luz del día se filtraba por las persianas, iluminando la figura que reconocí de inmediato: el tonto de Young-il. Por supuesto que era él. ¿Quién más?
Él notó que me había despertado y, con una voz tranquila, casi un susurro, dijo: —Tranquila, Yoon. Ya regresé. Vine a cuidarte solamente.
Lo observé mientras se movía con calma hacia un sillón cómodo frente a mi cama. Era extraño verlo tan relajado, tan... humano. Este lugar le daba un aire diferente, como si fuera alguien normal, alguien que no tenía sangre en las manos. Pero yo sabía mejor. Cerré los ojos otra vez, ignorándolo. No tenía energía para discutir.
Me desperté nuevamente, esta vez por un rayo de sol que golpeaba directamente en mis ojos. Gruñí, molesta, intentando cubrirme con la mano. —¿Estás bien? —preguntó desde el sillón—. Deja cierro la persiana.
—No, así está bie...
Antes de que pudiera terminar, él me interrumpió, levantándose con entusiasmo. —Puedo hacer entonces que cambien la cama de lugar... Umm, sí, si la pasamos para acá y el sillón allá no molestaría nada. Aunque, claro, estar cerca del baño es importante... No, no, mejor de este lado. Sí, creo que sí.
Lo observé con incredulidad mientras él murmuraba para sí mismo, como si estuviera planeando una remodelación completa del cuarto en su mente. Parecía tan metido en sus pensamientos que ni siquiera notó mi mirada.
—¡In-ho! ¡In-ho! —tuve que casi gritar para sacarlo de su trance de decorador de interiores.
—¿Ah? ¿Qué dijiste? —preguntó, parpadeando como si acabara de despertar.