Capitulo 33: Mentiras

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Young-il

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Young-il

En el pasado.

La oficina estaba llena de humo de cigarro y risas ahogadas entre conversaciones banales. Era un espacio elegante, pero frío, como si todo en ese lugar estuviera diseñado para intimidar. Mi padre estaba sentado al otro lado de la mesa, rodeado de sus socios. Aunque era un anciano, su presencia seguía siendo imponente. Había algo en su mirada, un brillo calculador que nunca desaparecía, incluso en su vejez.

Mi madre y mi hermano no sabían que seguía teniendo contacto con él. Después de todo, nos había abandonado cuando más lo necesitábamos. Pero yo, en mi terquedad, lo busqué. Necesitaba respuestas, aunque sabía que acercarme a él era como jugar con fuego.

—El juego es mucho mejor jugándolo tú mismo que viéndolo desde la cima, In-ho. —Su sonrisa era la de un depredador, satisfecha, como si ya hubiera ganado algo que yo ni siquiera entendía.

Sus palabras se quedaron conmigo mucho después de que la reunión terminara. Al salir de esa oficina, sentía un peso en el pecho, una sensación que no podía explicar. Como si algo dentro de mí supiera que mi vida estaba a punto de cambiar de formas que no podía controlar.

Encendí mi teléfono, que había apagado durante la reunión, y vi 15 llamadas perdidas. Mi corazón se detuvo por un segundo. Tenía un mal presentimiento, uno que no podía ignorar.

Marqué de vuelta, y una voz femenina contestó al otro lado de la línea.

—Señor Hwang, su esposa está en el hospital. Recayó de nuevo. Necesitamos que venga... pasó algo.

El mundo se detuvo. Sentí como si el aire hubiera sido arrancado de mis pulmones. El teléfono resbaló de mis manos y se estrelló contra el suelo, pero ni siquiera me importó. Lo único que podía hacer era correr hacia mi camioneta, el corazón latiendo con fuerza, como si intentara salir de mi pecho.

Cuando llegué al hospital, fui directo a la recepción, desesperado por respuestas.

—Doctor... ¿cómo está ella? ¿Está mejor, verdad? Siempre pasa lo mismo, y ella...

Mi voz se quebró al ver la expresión en el rostro del médico. Algo dentro de mí ya sabía la respuesta, pero me negaba a aceptarla.

—Señor Hwang... su esposa falleció. Al igual que el bebé. Tratamos de salvarlo, pero fue imposible.

El suelo desapareció bajo mis pies. Mi mundo, mi vida, todo lo que me importaba, se había desmoronado en un instante. Me quedé allí, inmóvil, mientras sus palabras resonaban en mi cabeza.

Regresé a casa esa noche. Nuestra casa. Pero esta vez, al abrir la puerta, no escuché su voz diciendo "hola, amor". El silencio era ensordecedor. Me senté en el sofá, rodeado de recuerdos de ella, y sentí como si una parte de mí hubiera muerto junto con ella.

Just for you | Hwang In-ho Donde viven las historias. Descúbrelo ahora