Capítulo 27

4.2K 387 98
                                    

Noah

—Dejemos algo en claro… ¿Somos novias?

—Uhm, podría decirse que sí —muerde el mochi, yo quisiera ser ese mochi—. Soy tuya, y si tengo que pedirte que seas mi novia lo haré, cuando estemos juntas de nuevo.

—Puff, paciencia, algo que no tengo. Pero por ti lo haré.

Sigo recostada en ella mientras lee otro libro. El sonido de las páginas es relajante, pero la historia no logra adentrarme en su mundo.

—¿Qué te dijeron tus amigos?

—Se fueron rápido, diciéndome que iban a hacer algo —se encoge de hombros. Su carita al comer los mochis es insuperable.

—¿Y… sobre Valeria? —no quiero tocar ese tema, me pone de mal humor.

—Uhm, le pondré una denuncia, tengo suficiente material para hacerlo, y he pensado en buscar un psicólogo, no es bueno reprimir ciertas cosas.

Se concentra en otro mochi.

—Pasando de eso… —me pongo nerviosa—. Como eres mi novia o mi futura novia —sonrío embobada—. ¿Puedo… ya sabes, darte un pequeñito… muy pequeñito… beso?

—Yo no puedo besarte.

—¡Ah! —con frustración, inclino mi cabeza hacia atrás de la silla.

—He dicho que yo no puedo… Tú tienes la libertad de hacerlo.

Me recompongo rápidamente, mirándola con emoción. ¿Lo dice en serio? Parece más concentrada comiendo otro mochi. También quiero probarlo.

Muerde delicadamente el pequeño pedazo de mochi restante. Me inclino hacia ella. El mochi está demasiado cerca de sus labios, sus dedos sujetan delicadamente ese mochi.

Y como si estuviéramos en cámara lenta, mis labios toman el mochi de entre sus labios. Me quedo ahí por unos segundos, una pequeña parte de mis labios toca los suyos, estoy demasiado cerca, justo para darle un beso.

Me alejo sonriendo, en ese pequeño instante noto que ella también quería besarme.

Saboreo el mochi. No soy fan, pero este en especial es muy delicioso, tal vez el que los labios de Lucía lo hayan tocado lo hace delicioso.

—¿Entonces, puedo besarte cuando yo quiera? —ella está quieta, tal vez rememorando la escena, sonrío.

—Sí… procura que nadie nos vea, solo eso. Y no puedes hacerlo seguido, ¿tenemos un acuerdo?

Lo pienso por un momento, obviamente voy a aceptar.

—Está bien, acepto.

¡Aaaaaaaaaaaah!

Voy a besar a Lucía Pérez.

Una música interrumpe mi emoción, es su teléfono. Frunce el ceño y contesta.

—Hola Jean, ¿qué pasa? —se queda callada, no puedo escuchar lo que dice su amigo, pero parece algo importante por la atención de Lucía—. Son unos tontos, iré en unos minutos.

—¿Qué pasó? —me preocupo un poco.

—Nada malo, de hecho, creo que es bueno, te contaré mañana. Vendré aunque no tenga clases, tengo que ir al colegio por tu culpa, las notas de los mejores alumnos deben ser entregadas antes.

Me alegra, así podré verla.

—¿Mi culpa? Mueres por verme, y también por besarme.

—Tú… ¿desde cuándo eres así? Las hormonas te están afectando. Vamos, te llevaré a casa, el auto está afuera.

 *

—Tú y Miguel últimamente pasan mucho tiempo juntos, eso me agrada, y a tu padre también.

Mamá y yo estamos preparando la cena. En realidad, ella lo hace, yo solo pico vegetales sentada en la pequeña mesa de la cocina.

—¿Sí? Por cierto, ¿dónde está él? —no lo he visto desde que llegué.

—Salió hace unas horas.

Es raro que lo haga, demasiado, solía estar más aquí leyendo su Biblia que haciendo otra cosa.

—Uhm, curioso, papá siempre parece un vampiro estando aquí. Con razón el aire se siente menos tenso. Aunque… pensándolo bien, debe estar coqueteando con alguien…

—Noah… —me advierte y yo suspiro negando.

—Sabes que es cierto, mamá. Acaso no has notado que cuando él no está, ¿tú y yo por fin podemos tener un momento de madre e hija? Cuando está él, tú…

—Noah, basta, tu padre es un buen hombre.

—Sabes que no.

—Es por tu bien. Todo lo que hace es por nuestro bien, Noah.

Es imposible discutir con ella, tiene a mi padre en un altar. Un altar que, a pesar de estar roto, madre reconstruye una y otra vez.

La puerta de entrada suena, es él. Lo amé hasta cierto punto, pero luego me hizo tenerlo cierto rencor… Pero si digo que no lo quiero… también sería mentir, porque en el fondo, sigue siendo mi padre.

Me levanto, no quiero verlo.

En mi habitación, me pongo a ver películas, luego eliminaré las pruebas, para eso están las páginas ilegales que Sofía me enseñó una vez.

 *

Quiero llevarle un regalo a Lucía, unas flores son mi decisión.

Con una sonrisa imborrable, entro en la pequeña tienda de flores.

—Bienvenida. ¿Qué desea?

Una chica muy amable me sonríe.

—Buenos días, quisiera un ramo de gerberas, por favor. —nunca tuve una flor favorita, pero desde que Lucía me dio aquella gerbera, se volvió especial, y supongo que a ella también le gustan, así que le llevaré esas.

—Oh, por Dios —se sorprende y yo me asusto… ¿Está bien? ¿Por qué quiero llorar?— Eres la segunda persona que viene específicamente por gerberas, no es la flor favorita de muchos por aquí; solo suelen utilizarla de complemento. Y bien, ¿cuántas quieres?

Tal vez ella podría…

—¿Espera… tú sabes qué significa que te den una gerbera?

—Claro que sí; puede significar “eres único”, o “me gustas”; en lo personal, ambos significados son bonitos —suspira enamorada.

Así que eso era… Me había dicho que le gustaba desde ese día, creo que soy un poco lenta y boba, pude haber investigado por mi misma. Bien hecho cerebro, bien hecho.

—¿Y… esto, el ramo es para alguien que me gusta? ¿Cuántas serían lo adecuado?

—¡Qué emoción! Pues, puedes decirle “te amo” con tres gerberas, o con seis, decirle que estás enamorada.

Así que así era. Sonrío.

—Quiero seis.

 *

Corro, la mochila no es pesada, pero sin duda me retrasa. Logro entrar con menos de cinco minutos.

Tenía pensado saltarme la primera hora, después de todo. La mayoría estaría ocupada con la presentación del viernes. No es tan importante, sobre todo si mis notas iban a entregarse hoy.

No sé si es coincidencia o tal vez destino, pero ahí está Lucía, de espaldas, hablando por teléfono, solo hay pocos alumnos ya, así que me acerco, escondiendo las flores detrás de mí.

Y al darse vuelta… ¡Puff! Mi futura novia es la mujer más perfecta que podría existir, esa camisa blanca… la recuerdo…

Dios, líbrame de los pensamientos impuros.

Ella sonríe al verme, sin embargo, alguien arruina lo que pudo ser nuestro encuentro, aún así, me acerco a ambos.

—Buenos días, profesor Arturo.

—Noah, deberías estar en tu salón —ese tono amable… quiero sacarle la cabeza por mirar a Lucía de esa forma.

—Mi tutora y yo debemos hablar sobre una tarea pendiente —me mira extrañado, tal vez por el tono áspero que usé.

—Bueno… profesora Lucía, la esperamos en la sala de reuniones, nos vemos —se despide con un beso en la mejilla de ella, tsk.

—Uhm, supongo que esas flores… eran para mí. ¿Estás molesta por algo? —se está burlando—. ¿Eres celosa?

Sí.

—No.

Efectivamente, estaba presionando demasiado las flores, qué bueno que ese tonto profesor Arturo no se dio cuenta, claro, solo estaba mirando el escote de Lucía…

Merece la muerte.

—Celosita —mira alrededor y besa mi frente de manera fugaz; ¡Puff! No puedo contra ella.

Pero no voy a dejar que se burle de mí.

Tomo su mano, una corriente eléctrica recorre mi cuerpo, su mano se siente cálida, suave, no pone resistencia cuando comienzo a guiarla.

El laboratorio, a esta hora no hay ninguna clase ahí, el aire siempre es frío, así que no me sorprende, dejo el ramo en una de las mesas y me quito la mochila también. Guío a Lucía a una de las sillas y la hago sentar.

Guiada por un impulso, que estoy más que segura que son mis celos, me siento encima de ella.

—Ese tonto estaba mirando esto —cierro los botones sueltos de la camisa de Lucía, siento cómo su cuerpo se tensa, sus manos van a mi espalda baja—. Deberías mantenerlo así…

El lugar frío que era el laboratorio ahora se siente… cálido, siento una oleada de calor recorrer mi cuerpo, mis latidos se aceleran lentamente.

El típico olor a reactivos y demás, es reemplazado por la fragancia tan embriagadora de Lucía… se mezcla con mi repentina ansiedad de besarla.

Nos quedamos así, en completo silencio, excepto por el sonido de nuestras respiraciones, sus ojos, más claros esta vez, me miran con intensidad, puedo notar el leve brillo que surge de ellos. No hay más que nosotras, en nuestro pequeño mundo reducido por el silencio.

Me acerco con una lentitud infinita, con la conciencia plena de cada centímetro que nos separa. Siento el calor de su cuerpo aún más cerca del mío.

El primer roce de sus labios es como un rayo eléctrico recorriendo mi cuerpo.

Si antes me había imaginado la textura de sus labios, esto ahora supera todo lo que había imaginado.

Es un beso tímido, inocente, pero con una ternura inexplicable, mis manos se aferran más a su camisa. Una de sus manos va a mi mejilla, Lucía, con una suavidad increíble, saborea mis labios con un leve succionar.

No sabría cómo definir el sabor de los labios de Lucía; ¿fascinante? ¿Maravilloso? No, es mucho más que eso, es adictivo, es mágico, como ella.

Se separa por unos centímetros.

—Noah… vas a volverme loca.

—¿Tú crees? Apenas comienzo.

Mi Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora