Noah
Al parecer, la supuesta presentación de la "artista" se ha cancelado, los rumores del porqué, rondan los pasillos del colegio.
Lucía está bien, pues a pesar de estar cabizbaja, su actitud es muy positiva. Me dice que la vea donde serán las inscripciones para el concurso de talentos.
Un gran alivio recorre mi cuerpo, saber que Lucía la ha enfrentado y que por lo menos ahora todo marcha bien me da alivio.
—¿En qué tanto piensas? — Sofía me extiende una manzana, le agradezco con una sonrisa.
—En nada, creo que sí me voy a inscribir. — Muerdo la manzana, el sabor es muy dulce. —Gracias.
—Uhm, también quería hacerlo, pero no tengo un talento. — Ella también come una. —A menos que ser buena en matemáticas sea un talento.
—¡Lo es! ¡Claro que lo es! — Estoy sentada y ella parada frente a mi pupitre, así que su mano queda muy cerca, no dudo en tomarla para darle mi apoyo. —Verás que serás la mejor en lo que haces.
Ella sonríe, ¿una sonrisa melancólica? ¿Triste? No entiendo muy bien.
—Gracias, Noah… tú siempre has sido amable conmigo. Te quiero. — Se inclina para abrazarme.
—No es nada. — Nos separamos. —Bien, iré a ver las inscripciones.
—¡Suerte! Aunque no las necesitas, iré a ver si Miguel ya salió de la fila, ese hombre es adicto a las hamburguesas.
Asiento, tomando rumbo a la sala de teatro, ahí serán las inscripciones. Muchos van emocionados, nerviosos, yo también, pero no es específicamente por el concurso, sino por ver a Lucía.
Todo el teatro está lleno de estudiantes caminando de un lado a otro, hay una mesa donde parece que la profesora de Artes les toma los datos para inscribirlos. A unos pasos de mí, Lucía está parada, con una postura de brazos cruzados pero relajada a la vez.
Me acerco sin hacer ruido, pero creo que tiene ciertos instintos, pues se da la vuelta, mostrando su linda sonrisa. Sus facciones se relajan al verme.
—Noah, por fin. Uhmm, espera. — Se acerca a una fila de los asientos, dejándome desconcertada. —Spider-Man, puedes irte ya, le diré a tu profesor que terminaste tu castigo.
Y como si fuera un conejo saliendo de su madriguera, sale Naranjita. Tsk, ¿qué hace escondida aquí?
—Oh, qué triste, me gusta el chisme, pero bueno, tampoco es que me guste limpiar estas sillas, ¡gracias, profesora! — Sonríe con alegría. —¡Noah, nos vemos!
Miro cómo sale a pasos torpes de entre las sillas, trato de analizar sus acciones, pero no soy muy buena en ello, alguien pone sus manos en mis hombros, y por el aroma a vainilla sé que es ella.
—Es una buena chica, aunque aún no sé su nombre. No importa, bueno, ¿vamos? Las inscripciones te esperan.
Me giro para verla.
—¿Eso puede esperar? Lo haré de todos modos, ¿estás bien? — Mi preocupación es notoria, sí, no me basta que me diga que ha salido bien, quiero asegurarme de que realmente lo esté.
Ella asiente, se ve muy pacífica.
—Hablemos de eso esta tarde, ¿conoces el Bibliocafé? — Asiento, Miguel y yo nos hemos juntado una vez ahí para hacer las tareas, tardamos tanto que no nos dio tiempo para disfrutar del espacio. —Bueno, ¿a las tres?
Se vuelve mi número favorito, claro, tendremos tres hijos.
—Sí, ¿te irás?
—Sí, Catalina y Jean quieren verme, nos vemos allá. — Tiene intención de abrazarme para despedirse, pero retrocede y simplemente acaricia mi cabeza.
*
Ya me he inscrito, la profesora está más que feliz, incluso la profesora María viene a felicitarme. Yo también estoy feliz, aunque aún no sé qué canción cantar.
Suspiro, caminando hacia el salón, tengo que esperar horas para ver a Lucía, eso es deprimente.
—Noah, ¿qué tipo de maquillaje traes hoy? — ¿Quién era esa loca?
—¿Perdón?
—¿Qué dices, imbécil? Noah tiene una belleza natural, no como ustedes, shu, fuera. — Sofía pasa su brazo por mis hombros. Esto de ser pequeña me está cansando.
Las chicas se van, eran tres, una de las voces me suena…
—No les hagas caso, son unas tontas, vamos, Miguel ha logrado comprar hamburguesas. — Ignoro a las chicas y me animo con su propuesta, sí tengo un poco de hambre.
*
—Odias el sol, pero nunca traes algo para evitarlo.
La cubro con la sombrilla.
Quita la vista de su teléfono.
Solía creer que la perfección era una palabra más, pero la definición de perfección es ella.
Cada parte de ella es perfecta: sus cejas, su nariz, el pequeño lunar en una de sus mejillas que si no estás tan cerca seguramente no notarías, sus pestañas son largas, sus ojos… la manera en que sonríe suele achicarlos, y sus labios… parecen que la mayor parte del tiempo están entreabiertos, mostrando sus dientes blancos; todo de ella es perfecto.
—No me gusta manejar cosas, me basta con mi teléfono y mi tarjeta, me resulta muy incómodo. ¿Cómo te diste cuenta de que me disgusta el sol?
—Ah, ¿ah, yo? Pues siempre te quejas, por eso. — Muestra su sonrisa, y no puedo evitar corresponderle de la misma manera.
—Vamos, tenemos mucho de qué hablar.
*
El lugar es muy hermoso, lleno de estantes de libros y algunas mesas, tiene un ambiente… ¿cómo decirlo?, ¿antiguo? Parece de alguna época, una época medieval, pero combina con las muchas plantas y algunas flores, simplemente un ambiente hermoso.
Hemos pedido unos cafés, y ella me cuenta que en este lugar la repostería es la mejor, una combinación de postres asiáticos y también otras variedades.
Ella pide unos mochis, y yo, aunque no hay muffins, pido una tarta de arándanos. El aroma a libros es muy adictivo, mezclado con el aroma del café, es mucho mejor.
—Bien… ¿sobre lo que tenemos? — Muerde su labio inferior con nerviosismo, puedo morir otra vez. —Me gustas mucho… no sé si te ha quedado claro.
Sí, pero no me molesta que me lo repitas.
—Quiero saber si tú correspondes esto…
¿En serio lo dudaba?
—También me gustas… de quién hablaba todo este tiempo, fuiste tú.
Sus mejillas se sonrojan, no puedo evitar reír, es muy linda.
—Bien, esto está mal, ¿lo sabes, verdad? — No, que no haga esto ahora. —Tienes 17 y yo 24, y soy tu maestra, ¿y qué más? Oh, tu padre podría asesinarme en cualquier momento si se entera.
—Solo faltan 9 días para que cumpla 18; en menos de un mes ya no serás mi maestra, y mi padre… bueno, aún no sé cómo decírselo…
Pasa su mano por su cabello, está frustrada, suele hacer eso.
—Aun así, que tengas 18 no te hace mayor. Tengo 24, Noah, son 7 años…
—¿Entonces…? — Algo oprime mi corazón, a cada latido parece una daga clavada en él, ¿va a romperme el corazón?
¿Qué haré con nuestros hijos? Aún no los tenemos, pero sí en mi imaginación.
—Entonces… no puedo corresponderte, siento lo mismo que tú, Noah, no dudes de eso, pero no podemos estar juntas… no por ahora. Te falta mucho por vivir, y quizás… tal vez — niega con la cabeza —tal vez solo soy un pequeño enamoramiento…
—No lo eres. No, no necesito estar en otro lugar para saber que realmente quiero estar contigo, no, tampoco necesito experimentar con otros labios cuando son los tuyos los que anhelo besar; no necesito escuchar la voz de alguien para saber que todas las mañanas es la tuya a la que quiero oír, no necesito buscar a nadie más cuando sé que mi destino eres tú. Por favor, no me alejes. No lo hagas.
No quiero que esto suceda así, pensé que me correspondería y me pediría que fuese su novia.
—No es lo que quiero, Noah, pero tengo que hacer lo correcto, quiero hacer las cosas bien, tampoco necesito a nadie más para saber que el amor de todas mis vidas fuiste y eres tú, no soy cursi con cualquiera, no le cuento lo que siento a nadie, no sueño en el futuro, pero quiero uno contigo. Solo, no podemos estar juntas como pareja… por ahora. ¿Lo entiendes? — A pesar del miedo inicial, lo comprendo.
—Tú eres lo que quiero y siempre será así, no lo dudes. — No me he dado cuenta de que una lágrima ha escapado, con toda la delicadeza, Lucía la limpia.
Lo entiendo de cierta forma. Me pone triste y feliz; el hecho de que diga esto, que quiere hacerlo de la forma correcta, me asegura que quiere una relación seria, una que ahora no podemos tener por todo, aunque realmente me hubiera gustado ser su novia.
—Entonces te esperaré, solo te pido que en este tiempo, estemos juntas, cuando me vaya a la universidad, no podré verte, déjame disfrutar de este tiempo contigo.
¡Acepta, por favor!
—Está bien, y hablando de carreras universitarias… ¿ya decidiste a qué universidad ir?
—¿De qué hablas? La beca solo cubre una universidad, no es la mejor de todas, pero…
—Lo sé, boba, yo estudié ahí, no la menosprecies. — Se hace la indignada, haciéndome sonreír. —Pero… uhmm… tal vez en otro país.
—¿Qué? ¿Qué dices? No puedo pagarlo, y ni de chiste me dejan viajar a otro país, aunque quisiera.
—Bueno… tendrás 18, puedes hacerlo si eso quieres, y por los gastos, puedo cubrirlo.
¿He enloquecido? ¿Lucía está bien?
—Acabas de decirme que tener 18 no me hace mayor.
Suelta una carcajada al ver mi cara enojada.
—Es confuso, ¿verdad? Bueno, esto es una carrera, son tus sueños, quiero ayudarte a cumplirlos.
Sí, es muy confuso. Pero la idea no me desagrada, podría hacerlo, pero necesito pensarlo, sería una forma de ser independiente y separarme de las garras de mi padre.
—Lo pensaré…
*
—No entiendo. ¿Por qué los protagonistas se enojan cuando se separan por cumplir sus sueños?
Lucía aparta la mirada del libro que lee, es uno gigante, parece uno de esos diccionarios donde encuentras palabras raras.
—No lo sé, nunca lo entendí. ¿A ti no te molesta estar lejos de mí? — Levanta una de sus cejas. ¿Ya les dije que es bonita?
—No, por ahora, sé que… en un futuro estaremos juntas, mi corazón de pollo lo sabe, no lo hagas pollo frito, por favor. — Echa su cabeza hacia atrás, riendo. —Como te dije… sé que es temporal, y me siento segura de lo que siento, y aunque te parezca raro, siento que tú también lo estás.
—Tienes razón, estoy segura de esto, también sé que es temporal. — Ella cierra el libro que lee, acerco mi silla a la de ella, abre sus brazos, permitiéndome apoyar mi cabeza cerca de su cuello. Recordatorio: no morder.
—¿A ti no te molesta?
—Me pone feliz… — Busca mi mirada, no le pregunte. ¿Puedo besarla? —Saber que la persona que amo…
¡Infarto!
Causa de la muerte: Lucía Pérez diciéndome que me ama.
—Saber que la persona que amo va a cumplir lo que tanto anhela, lo que la hace feliz, me hace feliz, porque… Noah, tu sonrisa significa que yo también sonreiré, por eso, quiero que siempre estés feliz, sé que no será posible todo el tiempo, pero procura sonreír, si tú estás bien, yo estaré bien. ¿Y sabes qué haré yo? — Niego, aún hipnotizada. —También sonreiré, cuidaré de mí, seré mejor, porque quiero que tú también sonrías.
Si ella está bien… yo también lo estaré, ahora lo comprendo. Cuidar de mí, sonreír, siempre debe ser mi prioridad, porque así ella estará feliz, y si ella se pone de prioridad a ella, yo seré feliz.
—Noah, no importa cuán lejos esté de ti, ni el tiempo, lo que siento… no es temporal. Que tú seas feliz me hace feliz.
—Que tú estés feliz también me hace feliz, somos la sonrisa de la otra.
Me da un tierno beso en la cabeza, si alguna vez tengo una inseguridad, sé que haciendo ese simple gesto desaparecerá.
—¿Crees que nuestro amor podría ser como el de un libro? ¿O tal vez como alguna película romántica? No he visto muchas… pero se ven lindas.
Piensa por unos segundos.
—No, no quiero que nuestro amor sea como el de los libros o el de las películas, quiero amarte mucho más que las canciones de amor, más que las películas, más que los libros, más que a todo, Noah. Jum, ¿crees que mi amor puede hacer eso?
—¡Claro que sí!
Lucía, sin duda alguna, rebasa cualquier expectativa.
—Kairos, del griego, tiene un significado muy complejo, pero me gusta cómo se relaciona en el amor. Significa… el momento perfecto, la oportunidad ideal para que el amor se manifieste, incluso si está separado por el tiempo y el espacio. — Denme otro corazón; el mío lo tiene Lucía. —Kairos es lo que tenemos, incluso si estamos lejos, el amor estará aquí, entre nosotras. Tu corazón y el mío laten al mismo ritmo, Noah. — Sí, porque lo siento, ventajas de ser Noah Sandoval. —Incluso en la distancia.
—Eres una cursi.
—¿Qué me dices tú? Me diste la declaración más hermosa, aunque no lo recuerdes.
—Tal vez un beso me lo recuerde… — Tengo que intentarlo.
—Tal vez cuando tengas 25.
—¿Qué?!
Su risa hace que mi enojo se vaya, Lucía… llevas al límite mi forma de amar, y sin duda, esperaré todo el tiempo necesario.

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Mi Ángel
Teen FictionNo crei que el amor me llegaría a los 24, mucho menos que era una niña de 17. ¿Problemas? Uno: es menor. Dos: es hija del pastor. Tres: a mi hermano le gusta. Cuatro: ¡es mi alumna! Y cinco: es una chica... Aunque lo último a mi no me importab...