En su búsqueda por la perfección, Muzan kibutsuji secuestro a un niño que podría ayudarlo a alcanzar su anciada inmortalidad, sin esperarse que su acción provocaría la ira del shinobi más letal de todo Japón.
No hay registros de tal asesino, solo s...
Las puertas se abrieron lentamente, revelando una habitación espléndida, adornada con seda y oro. En el centro de la habitación, una pequeña niña estaba sentada en un cojín, con la mirada fija en quienes entraban. Su piel era pálida y sus ojos reflejaban una mezcla de serenidad y tristeza.
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Gyomei dio apenas unos pasos hacia ella antes de detenerse en seco. Su enorme figura, comenzó a tambalearse. Sin previo aviso, cayó de rodillas con un impacto sordo, su rostro dirigido hacia el suelo mientras su cuerpo se sacudía con sollozos.
Gyomei: Lo siento... perdóname... Les fallé a todos... No pude proteger a nadie... Soy un fraude...
Sus lágrimas caían en el suelo de madera, mezclándose con el polvo y el tiempo perdido. La niña lo miraba con ojos abiertos, claramente sorprendida por la reacción del hombre, pero su sorpresa pronto se transformó en ternura. Sin decir una palabra, dio un paso adelante y colocó una pequeña mano sobre su cabeza. Sus caricias eran suaves, casi maternales, y parecían calmar, al menos un poco, el dolor del hashira.
Niña: Volviste... has vuelto como me prometiste.
Gyomei: No... no... te abandoné...
La niña no dijo nada más, simplemente tomó con gentileza el rostro del robusto hombre entre sus pequeñas manos y lo levantó lo suficiente para abrazarlo. Gyomei, temblando, devolvió el abrazo con una delicadeza que parecía imposible para alguien de su tamaño, como si temiera que un solo movimiento pudiera romperla.
El aire en la habitación pareció volverse más pesado cuando Gyomei salió, cerrando la puerta tras de sí. La pequeña niña, de una calma inquietante, desvió su atención hacia Mitsuri y a ti, su mirada intensa como si pudiera ver más allá de lo que eras capaz de expresar.
Niña: Lamento que hayan tenido que presenciar eso. El señor Gyomei fue quien me crio a mí y a los demás niños de "las aguas rejuvenecedoras".
Su tono era neutro, casi distante, pero sus palabras te golpearon como un mazo.
Tn: Aguas rejuvenecedoras? Eso... eso fue lo que Genichiro usó para volverse casi inmortal... ¿Dónde están los otros niños?
Tus pasos te llevaron inconscientemente más cerca de ella, aunque la frialdad en sus palabras te helaba los huesos.
Niña: La mayoría logró escapar con Gyomei. Los que no pudimos huir permanecimos aquí. Pero todos los niños murieron a causa de los experimentos... todos, excepto yo. Así fue como me convertí en "la niña celestial".
El vacío en su voz era tan profundo como las implicaciones de lo que decía. Mitsuri apretó tu brazo, tratando de anclarte al presente mientras tú procesabas las horribles palabras.
Niña celestial: En cuanto al nombre que mencionaste, me temo que no lo conozco.
Un nudo comenzó a formarse en tu estómago mientras imaginabas las atrocidades que esos "monjes" habrían cometido en nombre de su enfermiza obsesión.