Capítulo 21

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Lucía

—¿Te hizo algo?

—Que esté cerca de mí es suficiente motivo, no tengo ninguna prueba de lo que me ha hecho pasar, no me creerán si no las tengo — suspiro.

El rostro de Catalina se torna sombrío, siempre ha sido como una hermana desde que la conocí, si intercambiáramos de lugar, también me vería así.

—¡Hola! Lo siento por llegar tarde, sé que dijeron que era una emergencia, pero tuve que dejar a mis niños con mi novia — el sudor se ve en su frente, talvez ha corrido desde la guardería hasta aquí. — ¿Por qué esas caras? ¿Alguien se murió?

Cruzo los brazos sobre la mesa y entierro la cara, no quiero verlos, me siento mal… demasiado.

—Tu psicópata ex volvió, y adivina a quién ha estado persiguiendo — no la veo, pero se oye muy enojada, cierro los ojos.

—¿Valeria, ha vuelto…? — ¿Por qué no se oye sorprendido?

No escucho ningún ruido por unos segundos.

—¡Imbécil, ¡tú ya sabías de esto! — levanto el rostro aún con un ojo cerrado, no es una pregunta, el rostro de Jean cambia a uno de miedo, él sabe que cuando Catalina se enoja, no hay nadie que la pare.

—¡Lo siento! Me llamó, se disculpó conmigo, incluso se disculpó con mi novia por todo, y… y dijo que quería disculparse contigo… — me mira, yo no sé cómo reaccionar. — Me preguntó si seguías aquí… o si te habías mudado, se oía sincera, en serio, yo solo pensé…

—¡Pensaste mal! ¡¿Acaso tú sabes lo que le hizo sentir a Lucía?! — lo tiene sujetado del cuello de su camiseta, miro alrededor, estamos llamando la atención.

—Chicos, paren… nos están viendo — susurro lo último.

Catalina suelta a Jean, a este le vuelve el color a la cara, Catalina lo volvió más pálido de lo que ya es.

—Lucía… lo siento, pensé que quería disculparse y olvidar todo, lo siento de verdad… — niego.

—No me ha hecho nada, tranquilo, solo… sabes que su presencia me trae malos recuerdos, y creí, al igual que tú, que talvez se había olvidado de mí, pero ha ido hasta mi casa, ha preguntado dónde trabajo, y ahora descubro que no fue casualidad que viniera.

Mira incómodo la mesa, la culpa se transmite mediante su rostro.

—No tiene buenas intenciones, se nota, debí golpearla cuando nos reencontramos.

Niego, no quiero que Catalina se meta en problemas.

—No, no tienes motivos — suspiro, creo que lo hago por todo este día. — Ustedes me han protegido toda la secundaria, y yo nunca pude enfrentarla correctamente, cuando tenía el valor de hacerlo, ella hacía algo o me dominaba el miedo.

Catalina me mira con tristeza, al igual que Jean, sé que intentan empatizar conmigo, pero no me gustan sus miradas de lástima.

—No estarán conmigo toda mi vida, no puedo simplemente esconderme esta vez. Y sí, tengo miedo, pero no, no voy a dejar que arruine mi vida. He intentado toda mi vida olvidar todo, lo hice, pero nunca me enfrenté a ella, olvidar no es lo mismo que sanar.

Sé que simplemente olvidarlo no es suficiente, menos si ha vuelto e intenta hacer lo mismo que antes. Una de las formas de acabar con mis miedos siempre ha sido enfrentarlos, y uno de los mecanismos de defensa que tenía era olvidar rápidamente; por eso, cuando me lastimaban o decían algo de mí, poco me importaba, pues sabía que en menos de media hora lo olvidaría.

Mi Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora