《𝕰𝖑 𝖙𝖊𝖗𝖗𝖔𝖗 𝖉𝖊 𝖑𝖔𝖘 𝖉𝖊𝖒𝖔𝖓𝖎𝖔𝖘》❝De mi sangre vendrá, el guerrero prometido, cuyo poder derrotara al monstruo. Valentía y fuerza heredará, astuto guerrero nacerá y el terror de los demonios obtendrá. La sangre de mi sangre, el apelli...
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¿QUIEN ERA ese muchacho?
Kurai no paraba de preguntarse, aflojó su agarre en la katana al ver el uniforme que el chico llevaba puesto.
Es un cazador de demonios ¡Asombroso!
Pensó la niña, aunque el hecho de que se refiriera a ella cómo alguien a quien ya conocía, la hizo sentir un poco en alerta, casi amenazada.
—¿Tú ya me conoces?—. Kurai preguntó tropenzando entre palabras, era casi imposible para la niña no admirar aquel muchacho.
Se sentía casi orgullosa de que un cazador de demonios la conociera.
—Te he visto entrenar por unos meses—. El muchacho respondió despreocupado, cómo si eso no hubiera sonado perturbador.
Kurai jamás lo había visto, ni siquiera sentido su presencia, era imposible. Nadie más que ella y Okamura caminaba por esas tierras. Nadie sin el permiso del hombre podía estar allí.
El peliverde rió ligeramente ante la expresión de la niña. —Tranquila, niña—. Dijo bromista. —¿Quien crees que me entrenó para ser un cazademonios?—. Su tono seguía siendo despreocupado y con un deje de diversión.
¿Podía ser real? ¿Aquel muchacho había sido entrenado por el hombre que ahora cuidaba de ella?
—¿Quien eres?—. Kurai le interrogó, tomando su postura seria. Sin que ella se lo esperara, el muchacho despareció de su vista para aparecer a un lado de ella.
—Eso no es de importancia—. Dijo seriamente, tomándola de sopresa. La niña retrocedió unos pasos. —Aquí lo importante, es el ridículo que estás haciendo con esa estatua.
Kurai agrando ligeramente sus ojos, indignada ante las palabras de aquel desconocido. —El ridículo eres tu con ese cabello—. La niña no tardó en defenderse, el muchacho dió un ligero grito igual de ofendido qué ella.
—¡¿Cómo te atreves?! ¡Mi cabello es perfecto!—. Exclamó el peliverde, apretando sus puños molesto. La niña revoleo sus ojos, girando sobre sus pies y alejándose.
La expresión del muchacho, cambio a confusión cuando la vio alejarse. —¿A dónde crees que vas?—. Interrogó sin moverse en su lugar.
—A comer—. Kurai respondió desde lo lejos, sin detenerse. Ya casi el atardecer se aproximaba y su estómago no había sido satisfecho con comida desde que había despertado.
El peliverde no la detuvo y ella no tuvo intenciones de volver. Cómo Okamura esperaba, la niña no había podido contra la estatua, estaba bien, era su primer día, aún le esperaba varios días, incluso tal vez meses. Pero el hombre creía ciegamente que ella lo lograría.
Kurai no le dijo una palabra a su cuidador sobre aquel chico extraño de cabello verde, a decir verdad, su mente estuvo tan ocupada en la comida que había olvidado por completo a aquel muchacho.