El primer rayo de sol que se colaba por la ventana me despertó suavemente.
Me golpeé la espalda con la pared, o eso creí antes de darme vuelta y encontrarme a Ryker. Estaba detrás de mí, su cuerpo cálido y protector contra mi espalda, y sus brazos rodeándome como si temiera soltarme. Sentía el ritmo constante de su respiración, aunque de repente percibí cierta tensión en su pecho, como si algo lo inquietara. Permanecí inmóvil, sin querer interrumpir el momento ni romper esa sensación de calma compartida.
Mis ojos se abrieron lentamente, acostumbrándose a la luz que llenaba la habitación. Se despertó por mi brusco movimiento y me estaba observando, sus ojos recorrían mi rostro, y eso me hizo sentir un calor extraño en las mejillas. La cercanía entre nosotros me desbordaba. No me aparté, aunque tampoco entendía por qué.
Me atreví a alzar más la barbilla, lo justo para encontrarme con su mirada. Sus ojos azules, intensos y fijos en los míos, parecían buscar algo más que palabras. La forma en que me miraba me robó el aire por un instante.
—Dime que no me odias —dije en un susurro cargado de vulnerabilidad.
—¿Cómo podía siquiera pensar que te odiaba? —arrugó las cejas.
Lo miré esperando una respuesta más directa.
—No te odio, Gia —respondió con sinceridad.
Una calma palpable envolvió la habitación, y, como si fuera un gesto natural, se inclinó y depositó un beso suave en mi frente. Fue tan tierno y reconfortante que sentí que algo en mi interior se ablandaba.
Volví a recostarme contra su pecho, dejándome envolver nuevamente por su calor. Sus manos comenzaron a acariciar mi cabello con delicadeza, jugueteando con los mechones como si quisiera grabar cada detalle de ese momento en su memoria.
—Si desayunas, ¿verdad?
—Sí.
—¿Qué quieres desayunar? Puedo hacerte wafles con salsa de chocolates encima.
Mi estómago respondió con un rugido y me delató. Se rio escondiendo su sonrisa en la almohada.
—Ponte el uniforme, toma tus cosas y vamos a mi casa.
—¿A tu casa?
—Claro, no le pienso preparar el desayuno a nadie más —me dio dos toques en la cabeza con sus dedos. —Además, mi gato debe estar dramatizando mucho y ha dormido en el sofá, lo que hará que esté de mal humor y muy enojado.
Se puso de pie y se acomodó el cabello con los dedos. Me quedó mirando después de eso.
—¿Tengo algo?
—No, solo espero que vayas a ponerte el uniforme.
Reaccioné y salté de la cama tomando el uniforme colgado en mi ropero. Me encerré en el baño y me apresuré en vestirme. Mi cara había amanecido hinchada, tenía los ojos inflamados de lo que había llorado ayer en la noche. Por suerte el agua estaba helada y traté de calmar mi rostro con mucha agua que se deslizaba por mi cuello y mojó toda mi camisa.
Me puse una toalla dentro para que lo seque un poco. Me lavé la cara, cepillé mis dientes, lo cual era absurdo si luego iba a desayunar. Cepillé mi cabello y me até una coleta mal hecha. Tomé mi chaqueta y me coloqué la corbata.
Abrí la puerta encontrando a Ryker mirando unos garabatos que hacía en mis apuntes de clase y estaba sosteniendo una de mis delgadas blusas. Se volteó sonriendo enseñándome el dibujito de un hámster que parecía que sufría de un infarto al corazón a la vez siendo electrocutado.

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Somos Arte
Teen FictionLa vida amorosa de Gia está por los suelos. Descubrió a su novio engañándola con su mejor amiga, y luego de unas largas vacaciones de verano empieza su último año de preparatoria donde tiene que enfrentarse a esta nueva pareja. Así que para demostra...