Capítulo 36

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Piensa con la cabeza.

Jake.

El corazón me palpita al verla frente a mí con los labios entreabiertos, con las mejillas sonrojadas y jadeando.

—Y pensar que eras un santo —dijo entre jadeos, me tomó de la camisa y me jaló hasta ella.

«Joder» algo en mi interior palpitaba, la pregunta es, ¿era el corazón?. La besé nuevamente queriendo fundirme junto a ella, moría por hacerla mía.

Me separé lentamente y la observé en silencio.

—¿Qué pasa? —preguntó al cabo de unos segundos.

—Quiero follarte, quiero hacerte el amor de manera única—susurré, sus labios se abrieron con sorpresa y jadeó.

Un suspiro salió desde su interior y las piernas me temblaron. Verla tan dispuesta ante mí se sentía jodidamente bien.

Su imagen era tan provocadora, así ante mí se veía «totalmente follable». Verla con mi camisa tapándole apenas los muslos me jodía, con mi camisa lo único que pasaba por mi mente era en como sería tenerla encima de la mesa,  abierta y dispuesta para mí, con mi camisa levantada hasta la cintura.

Lo único que hacen esos pensamientos es provocar que mi...

—¿Qué miras?, ¿me veo mal?— Sam preguntó sacándome de mis pensamiento, la pregunta me causó tanta molestia ¿acaso no se veía como yo la veía a ella? —Ya, dime, ¿Cómo me veo?. —el suspiro se me atora en la garganta cuando la veo nuevamente, joder. —¿Cómo me veo? —insiste.

«Cómo para follarte toda la noche hasta que te desmayes»

La urgencia de besarla vuelve nuevamente y esta vez no me resisto a ella, la tomo de la cintura y la levanto, sus piernas rodean mi cintura, me muevo con dificultad y la coloco encima del mesón.

Tenía tantas ganas de arrancarle ese bonito pantalón y joderle toda la maldita boca. Verla me hacía perder perder control.

Y la besé, «joder», la besé con deseo, la besé con ganas de hacerle notar lo mucho que la deseaba, lo tanto que la amaba... lo que deseaba corromperla, quebrarla, quitarle toda esa puta inocencia que me estaba enloqueciendo, ¿en dónde carajos quedó el chico caballeroso?. Hasta la pregunta era necia, aquél chico se había esfumado cuando Sam soltó aquél primer suspiro.

Ahora solo estaba aquél chico que quería verla suplicar de rodillas que la tocara, que la corrompiera, que la hiciera saborear aquél pecado del que siempre había huido.

—Acércate más —soltó entre jadeos mientras alternaba su voz con nuestros besos.

—Ábrete más, no tengo suficiente espacio —solté en un suspiro. Joder, si ella seguía viéndome como un cachorro inocente juro que perdería el control, aunque para ser sinceros. Con ella nunca lo tuve, nunca planeé controlarme al tenerla cerca, este era su efecto. Hacerme sentir todo lo que evité por años sin filtros ni espera.

—Esto no está bien —dijo y se separó.

—Nada de lo que hacemos en la vida está bien —la volví a besar y no puso resistencia. Sus labios, sus malditos labios que me hacían querer estar encima de ellos todo el tiempo, eran como un jodido manjar, estar con ella... es que, carajo, son tantos los sentimientos que me hace sentir a la vez que no sé qué decir, solo sé, que ella me trae jodido, pero jodido.

Una Ilusión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora