—El baño de hombres está lleno —respondió con una sonrisa ladeada que no hizo más que aumentar mi irritación.

—Eso no es una excusa para entrar aquí.

—No veo a nadie más quejarse —replicó, dejando que su mirada recorriera el lugar hasta detenerse en mí. Esa forma de mirarme hizo que mi estómago se contrajera, pero me obligué a mantener la compostura.

—Sal de aquí, Young-il.

—¿Y si no quiero? —preguntó, su tono desafiante.

No tuve tiempo de responder. La puerta detrás de él se cerró de golpe, con un estruendo que hizo que ambos nos sobresaltáramos. Giré rápidamente hacia el ruido y me acerqué para intentar abrirla, pero no se movió.

—No puede ser... —murmuré, tirando con más fuerza de la manija.

Young-il se acercó detrás de mí, su presencia repentinamente demasiado cercana.

—Déjame intentarlo —dijo, empujándome ligeramente a un lado.

Lo observé mientras tiraba de la puerta, pero su expresión se endureció al darse cuenta de que tampoco podía abrirla.

—Está atascada —confirmó, girándose hacia mí.

—¡Esto es ridículo! —exclamé, dando un paso atrás. Crucé los brazos y empecé a caminar de un lado a otro, tratando de encontrar una solución, pero mi mente estaba tan distraída que no podía concentrarme.

Young-il, por su parte, se apoyó contra la pared, observándome con una calma que no ayudaba a mi frustración.

—Bueno, parece que tendremos que quedarnos aquí un rato —dijo, como si la situación fuera una broma.

—No me hace gracia, Young-il —gruñí, fulminándolo con la mirada.

—No he dicho que deba hacerte gracia. Solo digo que tal vez no sea tan malo.

Rodé los ojos y volví a girarme hacia la puerta, intentando de nuevo abrirla, pero seguía igual de inmóvil. Fue entonces cuando sentí su presencia detrás de mí otra vez, mucho más cerca de lo que esperaba.

—¿Siempre te pones así de nerviosa? —susurró, su voz tan baja que casi parecía un murmullo.

Mi corazón dio un vuelco, y me giré rápidamente para encararlo. Cometí el error de mirar directamente a sus ojos, esos ojos que parecían tener el poder de desarmarme por completo.

—No estoy nerviosa —dije, aunque mi voz temblaba ligeramente, traicionándome.

Él sonrió, una sonrisa lenta y llena de intención, y se inclinó ligeramente hacia mí, acercando su rostro al mío.

—Claro que no... pero me pregunto, ¿por qué entonces no puedes mirarme sin ponerte tan tensa?

Intenté dar un paso atrás, pero la pared detrás de mí me lo impidió. Ahora estaba atrapada, no solo físicamente, sino también por la intensidad de su mirada.

—Young-il, no es el momento para esto... —susurré, intentando sonar firme, aunque mi voz sonó mucho más débil de lo que quería.

Él inclinó la cabeza, acercándose aún más, su aliento cálido rozando mi piel.

—¿Segura? Porque parece que no puedes dejar de pensar en mí... igual que yo no puedo dejar de pensar en ti.

Mi respiración se volvió irregular, y el aire en el pequeño baño se volvió insoportablemente pesado. Estábamos tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo, y aunque sabía que debía apartarlo, mis manos permanecieron a los lados, como si estuviera congelada por la intensidad de aquel momento.

UN ÚLTIMO JUEGO - Hwang In-hoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt