Capítulo siete

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El viento matutino de Utah golpea suavemente la ventana de la cabaña, trayendo consigo el característico aire frío de la montaña

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El viento matutino de Utah golpea suavemente la ventana de la cabaña, trayendo consigo el característico aire frío de la montaña. Era un recordatorio de dónde estaba y por qué. No se trataba solo de deslizarse sobre la nieve o admirar el cielo despejado, sino de todo lo que había detrás: las horas de práctica, las expectativas y las decisiones que me habían traído hasta aquí. Ajusté las fijaciones de mis botas frente a la tienda de mi madre, dejando que ese pensamiento se asentara antes de entrar.

La campanilla sobre la puerta tintineó al abrirse, dejando pasar una ráfaga helada. La calidez del interior me envolvió de inmediato, con el inconfundible aroma a café recién hecho y cera para tablas de snowboard. Mi madre estaba detrás del mostrador, limpiando unas gafas con cuidado metódico.

—Ahí estás —dijo con una sonrisa al verme entrar—. Justo a tiempo, ¿quieres café?

—Claro —respondí, sentándome en el taburete junto al mostrador mientras ella servía la bebida humeante en una taza de cerámica—. ¿Cómo van las ventas?

Ella sonríe mientras limpia la cafetera.

—Mucho mejor de lo que esperaba. Desde hace unos días, muchos han venido específicamente por las gafas que usas.

Levanto la vista, algo sorprendido. —¿En serio?

Mi madre asiente y se apoya en el mostrador, cruzando los brazos. —Sí, especialmente después de que una chica vino a comprar unas nuevas.

Frunzo el ceño al recordar. No me suena ninguna historia reciente sobre alguien que haya destrozado sus gafas en el entrenamiento, o en general. Basándome en que aquí los chismes se propagan como la nieve en un descenso abrupto. —¿Quién era?

—No lo sé. No dijo su nombre. Solo que necesitaba unas buenas porque las suyas no sobrevivieron. —Su mirada se suaviza un poco, como si intentara recordar—. Y que te conocía, supuse que era una de tus amigas.

Eso me hace soltar una risa seca. —Mamá, ¿cuándo has visto que yo tenga amigas?

Las únicas chicas con las que hablaba en la montaña eran competidoras, y, si acaso, Ashley y Tessa eran lo más cercano a amigas que tenía. Pero mi madre las conocía bien, así que estaba claro que no se refería a ellas. En realidad, no me interesaba y nunca me había importado relacionarme con nadie fuera de las pistas. Tengo otras prioridades. Sin embargo, por un instante fugaz, la imagen de una rubia con quien había estado entrenando cruzó por mi mente. La cual, descarté de inmediato.

—Tal vez solo fue alguien que necesitaba un buen equipo —agregué, restándole importancia.

Mi madre me lanzó una mirada perspicaz, pero no insistió.

—Tal vez.

—Tal vez

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Frost summitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora