Capítulo 19

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Noah

— Hola Lucía. — Una enorme sonrisa se instala en su rostro; casi parece que el gato de Alicia en el País de las Maravillas la ha poseído.

Ella se levanta de su silla, su caminar es tan seguro que casi la veo como una gata. No es un certamen de belleza, ¿por qué viene así?

Rizos bonitos, piel perfecta, sonrisa de comercial de pasta dental, cuerpo que cumple cualquier estándar. ¿Quién es ella?

Llega hasta nosotras y, sin ni siquiera mirarme, pone sus manos alrededor de los hombros de Lucía.

Ok.

Uno: no estoy pintada.

Dos: ¡Lucía, por Dios, reacciona!

El hecho de que Lucía la deje acercarse así y me aparte como si nada me produce un pequeño pinchazo en el corazón.

—Has crecido mucho, Lucía. Recuerdo que yo era más alta que tú. — Lucía parece ida, ni siquiera reacciona.

Veo cómo se acerca a su oído y susurra algo que no logro escuchar.

Bueno, situaciones desesperadas, medidas desesperadas.

Pellizco a Lucía, da un saltito, reaccionando por fin, y, al darse cuenta de que Valeria está muy pegada a ella, la separa.

Punto para mí.

La chica no se enoja, sigue sonriendo.

—Siéntense, vamos a cenar — habla mi suegra, ejem, digo, la madre de Lucía. Parece ajena a la reacción de su hija.

—Noah, siéntate conmigo — Miguel habla por fin, pero desearía que no lo hiciera.

—Se sentará conmigo — sentencia Lucía. Toma mi mano para guiarme; Valeria queda al lado de Miguel, quien parece buscar alguna respuesta lógica a lo que su hermana ha dicho.

Con una sonrisa de satisfacción, me dejo guiar por ella.

—Me alegra que tú y Noah se lleven mejor, antes ni salías a verla — dice su madre, Lucía me suelta tras acomodarme la silla. Cuando ella también se sienta, ni siquiera levanta la mirada de la mesa.

Parece incómoda aquí, no, parece incómoda con la presencia de ella. Noto el leve temblor de sus manos; miro a la provocante de esto, solo sonríe. La madre de Lucía se va a la cocina, dejándonos solos a los cuatro.

—¿Cómo conociste a mi hermana? — pregunta Miguel.

Pongo atención; también siento curiosidad por saber de dónde se conocen.

—Tu hermana y yo éramos muy buenas amigas antes — ella no mira a Miguel, mira a Lucía. — ¿Verdad?

¿Por qué la mira de esa forma?

No sabía que Lucía había estudiado en otro colegio, creía que había estudiado en el mismo que yo y Miguel.

—Sí… pero eso fue antes — algo anda mal. ¿Su voz sale nerviosa? Podría decir que un tanto asustada.

—¿Recuerdas cuando fuimos a la playa? Fue muy divertido; ¿por qué no lo volvemos a hacer?

¿Ella y Lucía ir a la playa? ¿Por qué razón lógica?

—Me gustaría ir también — digo de repente, bien hecho, cerebro. Bien hecho.

La mirada de Valeria se fija en mí, luego de lo que me parece un escaneo de mi alma, Lucía también me mira atenta y con un poco de pánico.

—¿Tú eres…? — la futura novia de Lucía, gata rompehogares.

—Es la futura novia de Miguel — ¡No, suegrita, seré su nuera por Lucía, no por Miguel!

Su invitación queda en el vacío después de eso, parece analizar a Miguel y a mí, obviamente. Su mirada es extraña, transmite un escalofrío por mi cuerpo.

La madre de Lucía pone los platos con comida para todos; al final, ella también se une. Miro el plato, dejando de pensar en lo raro que se siente tener cerca a Valeria.

—Esto tiene leche.

—Esto tiene champiñones.

Lucía y yo nos miramos, por fin, me da una leve sonrisa. Ella también parece incómoda con la mirada de Valeria. No dudo que ahora mismo esa chica nos esté mirando, no deja de mirar a Lucía ni por un segundo.

Algo perturba a Lucía, estoy segura de que tiene que ver con Valeria.

—¿Qué pasa? — pregunta ella.

—Lo olvidé, lo siento. Lucía no come comidas que tengan leche y Noah no come champiñones, estaba tan concentrada charlando contigo que no lo noté. Se me olvidó decírtelo, Valeria — al parecer le cae bien a mi suegra, digo, a la mamá de Lucía. — Les haré algo a ustedes dos.

¿Cómo se ha ganado tan rápido a su madre? ¿Le ha hecho algún hechizo?

—No, mamá, come, yo iré — se ofrece Miguel.

—Mi hijo tan lindo — Miguel sonríe a su madre; toma nuestros platos y se adentra en la cocina. — Bueno, Valeria, ya que estás aquí, ¿por qué no le cuentas a Lucía cómo te ha ido estos años?

No, no soporto ver a Lucía así, no está bien. El mantel de la mesa es suficiente para ocultar mi mano, que lentamente se acerca a la suya. Su mano está fría, aun así, tomo su mano, escucho cómo suspira aliviada. Lucía siempre se ve tan segura, tan demandante, que verla en esta situación me resulta extraño.

Juega con mis dedos, sonriendo.

—Bueno, desde que salimos, me mudé con mi abuela, gracias a ella tengo muchos contactos que, poco a poco, me ayudaron a lograr mi sueño de ser cantante. No les voy a negar que extrañaba estar aquí, en mi ciudad, sobre todo… extrañaba a Lucía, fue muy importante para mí.

Lucía se mueve en su silla, está incómoda, no parece agradarle nada de lo que ella dice, y, a decir verdad, a mí tampoco me agrada.

—Lucía, el director del colegio en el que enseñas es mi tío.

—¿Como todos, no? — habla con enojo Lucía, su madre no se da cuenta, pero la gata rompehogares y yo sí. — Siempre solías presumir que eran familiares.

—Uhm, siempre fue cierto, ¿lo olvidas? — doy leves caricias con mi pulgar a su mano, pues parece que ahora está más enojada que cuando la vio. — Me he ofrecido a enseñarles a todos aquellos que estén en el concurso de talentos la próxima semana, será bueno para ellos tener una artista como yo.

Ni quien la conozca.

Pensaba inscribirme, pero si está ella, dudo que lo haga.

—Eso suena maravilloso — se nota que mi suegra no nota la forma en que su hija quiere asesinar a Valeria. — ¿Tienes novio, Valeria?

¿Sí, tienes novio?

—No lo tengo, he estado enamorada de alguien por mucho tiempo, pero… esa persona no me ha correspondido, aún.

¿Por qué mira tanto a Lucía? ¡Se la está comiendo con la mirada!.

—Lucía tampoco está saliendo con nadie, a veces creo que mi hija no se casará nunca, siempre se niega a conocer a más personas, pero Samir, un joven pastor, está interesado en ella, espero que Lucía le dé una oportunidad.

¿Qué cosa que qué?

—Oh, interesante…

—Madre — advierte Lucía.

—Hija, no puedes estar sola toda tu vida, estás en edad de enamorarte de un chico lindo y que juntos formen una linda familia — no puedo competir contra eso, pues aunque tuviera oportunidad de estar con Lucía, sería muy difícil formar una familia, no imposible, pero sí difícil.

Esa fue toda la calma que mantuvo ella.

—¿Estás bien? — susurro, su madre distrae a Valeria con más preguntas.

—Sí.

—No lo creo — está mintiendo, todo en ella grita que no se siente bien. — Podemos salir si quieres.

Duda por unos segundos, mirando a Valeria.

—Sí, talvez sea lo mejor — me levanto de inmediato.

—Lucía y yo vamos a tomar un poco de aire.

¿Por qué esta situación me resulta conocida?

Tomo su mano para escapar de los ojos de Valeria.

Una vez afuera, el aire fresco nos da un respiro. Miro a Lucía, que se ha apoyado en la pared, claramente aliviada de estar lejos de ahí adentro.

—¿Te sientes bien? Toda la cena te noté tensa, ¿qué pasa? — pregunto, sintiéndome un poco más aliviada, toda esa mala vibra seguramente fue por aquella chica.

Lucía suspira, el alivio es evidente en su rostro.

—No quería que viniera. No sé por qué mi mamá la invitó. Ha sido… complicado entre nosotras.

—¿Complicado? ¿A qué te refieres? — siento una punzada de preocupación.

Lucía mira al suelo, como si buscara las palabras adecuadas.

—Valeria ha estado obsesionada conmigo. No es solo una amiga, hay mucho más en nuestra historia… algo que me traumó, por así decirlo.

—¿Qué te hizo? — mi preocupación se intensifica. — ¿Te ha hecho daño?

—… me acosó durante mucho tiempo. Era intensa, posesiva. Me hacía sentir incómoda, y cuando finalmente logré distanciarme, pensé que podría dejarlo atrás. Ahora, verla me trae todos esos recuerdos. Nunca supe realmente por qué me hacía eso, era la novia de Jean, no tiene ni tuvo sentido que me hiciera pasar por eso.

¿Cómo puede ser posible? No me sorprende que le gustase, pero me sorprende que haya hecho esas cosas. ¿No se dio cuenta de que la hacía sentir de esa manera? Lucía no se merece esto, no tiene que estar con una psicópata en la misma mesa.

Siento cómo mi ira se acumula en mi pecho. Con razón no me dio buena espina.

—No tienes que lidiar con esto. No tienes que ser amable con ella. Ni siquiera deberías verla.

Lucía sonríe débilmente.

—Lo sé, pero mi mamá no tiene idea de lo que pasó. Y no quiero que se preocupe por mí — me mira a los ojos, puedo ver que contiene las ganas de llorar. — Le he dicho más de una vez que tenía que parar; solo tenía quince años ¿es ridículo, no crees? Ya tengo veinticuatro y el mismo miedo y nerviosismo de ese entonces parece intacto.

Me siento impotente, nadie la protegió como debía, de ser así, esta situación ni siquiera hubiera ocurrido. Ella no tendría miedo y podría enfrentarla.

Vivir la experiencia de que alguien te acose a esa edad sí debió ser traumante para ella, de hecho, no la juzgo ni me resulta ridículo que, a pesar de los años, ella le tenga miedo aún. Estoy casi segura de que hay más cosas que no me dice, pero no quiero insistir en que me lo diga, prefiero que olvide este momento y todos los que tuvo que pasar con Valeria.

—No es ridículo, pero necesitas terminar con esto — miro a sus lindos ojos, parecen brillar. — Estaré contigo, te lo aseguro, cuidaré de ti.

Era una pequeña confesión.

Tengo la sensación de estar con una versión más pequeña de Lucía, específicamente la que necesita protección cuando esa loca la acosó. Sus manos siguen temblando, no dudo en tomarlas para darle un poco de calor.

—Lo sé — sus ojos están llenos de preocupación, hay una chispa de gratitud en ellos. — Gracias por estar aquí. No sé qué haría sin ti. Talvez hubiera muerto por una crisis nerviosa, respirar ayuda, y tu compañía me hace sentir segura…

Siento que mi corazón se acelera, no puedo estar más feliz que ahora, normalmente soy yo quien siempre busca un abrazo, me gusta la calidez que me transmite. Pero ahora, este abrazo es uno que ella buscó, siento que suplica que no me aparte, no lo haría de todas formas, no puedo creer que sus padres hayan permitido que esto le pasara a ella.

Recordé lo que me dijo, cuando Miguel llegó, sus padres habían puesto toda su atención en él.

Ahora seré yo quien protegerá a Lucía, debemos buscar la manera de terminar este ciclo de acoso, y si la chica no entiende con palabras, talvez una orden de alejamiento la haga entrar en razón, de todos modos, Lucía tiene la última palabra para decidir qué hacer.

—Me gusta tu compañía…— la escucho susurrar suavemente.

Me hace sentir una montaña rusa de emociones que, uno de estos días, realmente me volverá bipolar; debería ser ilegal que haga eso.

Ella no lo sabe, pero la cuidaré a mi manera, incluso si no me corresponde, solo quiero verla con esa sonrisa bonita que siempre tiene, después de todo, así es como la quiero, incondicionalmente. Si esto termina mal, necesitaré terapia.

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