Capítulo 34

1.8K 143 7
                                        

Solos los dos.

Amar y ser amado, ¿qué mejor que el amor recíproco?

Jake.

Me estacioné frente a la cabaña, suspiré al voltear a ver a Sam quien dormida plácidamente, no me atrevía a levantarla y no lo haría. Me acomodé en mi asiento dirigiendo mi mirada hacia ella, detalle cada centímetro de su rosto. Me concentré en sus ojos, sus pestañas negras, largas y finas. Su nariz perfectamente repingada, aquellas pequeñas y oscuras pecas que cubrían sus mejillas, esos labios perfectamente delineados que te hacían desear besarlos una y otra vez, era como un encantamiento en el cuál yo había caído, y había caído en picada, sin paracaídas y con los ojos vendados.

Un suspiro de su parte llama mi atención y sonrío cuando pestañea varias veces para levantar la mirada y mirarme.

—Buenos días —susurra suavemente.

—Hola —dije y cuando la vi sonreír olvidé lo que seguía.

—¿Ya llegamos? —dirige su vista a la cabaña y voltea a verme sonriente cuando asiento. Baja del auto apresurada y cuando toca el suelo, el aire fresco le da en la cara, el viento la hace estremecer y se abraza, bajo siguiéndola, mientras lo hago miro el reloj 4:47 am. —¿Podemos entrar? —dijo feliz, antes de siquiera logar asentir ella tomó mi mano y comenzó a correr junto a mí, le seguí el ritmo y en poco tiempo subimos los tres escalones que daban a la cabaña.

—Bienvenida a nuestro lugar —sonreí cuando se detuvo a inspeccionar todo, sus pies recorrían toda la sala mientras sus ojos se fijaban en la gran biblioteca que yacía en esta. —Sabía que te ibas a fijar en eso —dije y en un parpadear tenía un libro en sus manos, sonreí y cerré la puerta detrás de mí.

—¿Por qué está tan limpio?, ¿no se supone que no vivía nadie aquí? —dijo al cabo de un rato, fui hasta la cocina y bajé un vaso del anaquel.

—Papá manda a alguien para limpiar todos los fines de semana —dije y en un santiamén Sam cayó dormida —ay, bonita —dije mientras caminaba hasta ella, quité un mechón de su cabello y besé su frente, caminé hasta la habitación principal y abrí la puerta, sacudí la cama. Las sábanas estaban limpias ya que la chica de la limpieza venia los sábados ayer.

Salí a la sala nuevamente y la vi abrazando el libro, el pecho se me comprime y la felicidad se apodera de mí, me acerco a ella, hago un intento de quitarle el libro suavemente pero ella por instinto lo apreta más a ella. «Ojalá me ame así como ama los libros». .

Tomé el libro entre mis manos al fin y lo puse en la mesita de noche, cuando iba a levantarla me devolví a ver el libro y lo tomé nuevamente, lo puse en el lugar que ubicaba en la estantería, apuesto a que si ella viera el libro en la mesa y no en su lugar, «me mataría»

Volví hasta ella, la tomé entre mis brazos suavemente, caminé hasta la habitación y la acosté sobre la cama, quité las sandalias que traía y la acomodé mejor.

Unas ramas golpearon la ventana al cabo de un rato haciéndome salir de mi trance; me había distraído mirándola «otra vez»

Sacudí mi cabeza, le di una mirada otra vez y salí de la habitación apagando la luz. Suspiré y tomé las llaves del auto que había dejado encima del mesón, salí de la cabaña, dejé una piedra atravesada en la puerta y bajé hasta llegar al auto, abrí el maletero y saqué las compras que había hecho cuando veníamos de camino mientras Sam dormía. Tomé su bolso, cerré el auto y caminé hasta la cabaña, cerré la puerta con el pie y me fui hasta la cocina, dejé las cosas y me devolví para cerrar con seguro.

Al cabo de un rato la cocina se veía como si la hubieran acabado de usar. El bolso de Sam llama mi atención y sonrío al ver que está en el sofá.

Sonrío al darme cuenta que sin siquiera intentarlo ella siempre estaba allí, y me lo hacia saber de una u otra manera.

Miré el reloj de la pared, y suspiré al ver la hora 5:54 am. Casi las seis de la mañana. Apagué las luces y entré a la habitación, un poco de luz comenzaba a asomarse por la ventana dejándome ver los rizos de Sam, una calidez me llena el pecho cada vez que la veo, es como si... como si me volviera a enamorar con la misma intensidad que la primera vez que la vi. Todo lo que ella me hacía sentir era simplemente indescriptible, me harían falta palabras para expresar todo lo que siento por ella, e incluso eso seria insuficiente porque escribirlo escribirlo palabras es minimizarlo, ella era simplemente una bomba de tiempo que te hacía explotar de amor una y otra vez. Era como respirar, no sabes que lo necesitas hasta darte cuenta que sin él no puedes vivir. Porque eso era lo que ella causaba en mi. Por más que me mintiera, nunca, pero nunca podría vivir sin ella, porque la quiero.

Ella era como un huracán de emociones, te hacía sentir nervios al verla, curiosidad por qué pensaba, temor por lo que dirás temiendo equivocarte, miedo al ver sus reacciones a lo que digas o hagas, tristeza al pensar que esto podría acabarse, furia al darte cuenta de que pasaste mucho tiempo sin ella, ansiedad al pensar que podría dejar de amarte cualquier día porque no eras lo suficientemente especial para ella... que no eras lo que merecía, y sobre todo, te hacia sentir amor, lo digo porque cada vez que estaba con ella quería pegarme como un chicle, cuando estoy con ella deseo estar besándola a cada segundo, sentirla a cada microsegundo era lo que necesitaba porque mi cuerpo lo exigía, mi cuerpo estaba tan familiarizado al suyo que si no estaba junto a ella se sentía desfallecer. Porque si no estaba junto a ella, entonces yo no tendría rumbo, no sabría que hacer y mucho menos en donde estar, porque ella era mi brújula, mi horizonte y mi ancla, sin ella solo sería otro chico estúpido perdido entre toda esta mierda llamada mundo.

Ahora ella era mi mundo, y juro por mi vida jamás dejarla ir, al menos no si es necesario.

Al sentir el roce de mis dedos en su mejilla me doy cuenta de que estaba acostado junto a ella, ¿en qué momento?, no lo sabía, pero lo que sí sabía es que esto ocurría cuando estaba junto a ella. Cuando estaba a su lado, «dejaba de pensar» y eso era lo que más me gustaba, mi cuerpo estaba tan acostumbrado a ella que la buscaba sin pensarlo, solo lo hacía y ya, era como si tuviera un imán pegado a su cuerpo, porque era una fuerza sobrenatural que me hacía desearla, y no me quejo, no si eso implicaba tenerla cerca.

Una Ilusión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora