En la cima de la montaña, el aire es más frío y el silencio más ensordecedor. No es solo la nieve la que cae en el descenso, también lo hacen las certezas y los miedos. En el mundo del snowboard, cada salto es un riesgo y cada curva puede cambiarlo...
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Aunque decidí esta vez caminar, en mi cabeza ya estoy ahí: la tabla resbala con precisión sobre la nieve, y cada curva corta el silencio matutino como una hoja afilada. Mi cuerpo se mueve automáticamente: flexiono las rodillas, deslizo el peso, corrijo la postura al salir del giro. No hay errores. No puede haberlos.
La mente trata de desviarse, pero yo no lo permito. Los recuerdos de la noche anterior son como un eco que amenaza con invadirlo todo. Cada vez que las imágenes de Liam y Madison riendo aparecen en mi cabeza, acelero más, como si pudiera dejarlas atrás.
No puedes distraerte, Sue.
La cima no se alcanza con dudas.
El mensaje que le envié a Liam antes de salir fue directo.
[5:10] Sue: Voy caminando. Necesito aire fresco.
Sabía que intentaría insistir. Pero esta vez, no le di espacio para preguntas. Necesito llegar sola a la pista y esto de caminar es casi terapéutico. El aire helado despejando mis sentidos, la nieve crujiente bajo mis botas. No quiero ruido, ni voces familiares. Solo necesito pensar en mejorar y visualizarlo antes de hacerlo, a veces ayuda.
Cuando llego al área de entrenamiento, el lugar está aún medio vacío. Es temprano, tal vez un poco más que de costumbre, pero algunos equipos ya están allí. Entre ellos, los Avalanche Wolves. Daxen y su equipo están ya en la cima de la pista, ajustándose para su primera bajada del día.
Los veo desde lejos, pero mantengo la mirada fija en mi tabla. No necesito comprobar si Daxen también me ha notado.
Madison llega al poco tiempo, agitando una mano con energía. Su gorro rosa de orejas de oso es imposible de ignorar, como siempre.
—¡Buenos días! —saluda con una sonrisa amplia, como si todo estuviera perfectamente normal.
La sonrisa que le devuelvo es pequeña, pero suficiente para no levantar sospechas.
—Madrugaste más de lo habitual, siempre llego primero yo —agrega ella, mientras deja caer su mochila sobre la nieve.
—Quería calentar antes de que la pista se llenara —respondo, ajustando las fijaciones de mis botas sin mirarla directamente.
Madison se sienta a mi lado y saca una botella de agua. Su expresión es relajada, sus ojos brillan con la emoción previa al torneo. La observo por un segundo, buscando algo, cualquier indicio... pero no lo encuentro. Es la misma de siempre. Mi mejor amiga.
Confío en ellos. Confío en ella.
Me repito esas palabras en la cabeza mientras me levanto y me preparo mentalmente para la bajada. El rugido interno de la desconfianza sigue ahí, agazapado como un lobo al acecho, pero yo no puedo alimentarlo.
Curiosa comparación.
Liam llega unos minutos más tarde con Ryan y Matt, todos con sus chaquetas puestas y el equipo listo. Cuando se acerca, me sonríe con naturalidad.