Capítulo cuatro

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El viento me silba en los oídos mientras avanzo por la pendiente, cada músculo tenso y listo para reaccionar

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El viento me silba en los oídos mientras avanzo por la pendiente, cada músculo tenso y listo para reaccionar. Estoy en la última bajada del conteo, la más rápida y arriesgada. El salto de la cresta se ve a lo lejos, como una promesa y una advertencia al mismo tiempo.

Antes de que llegue el entrenador, siempre nos dividimos en un equipo de dos para entrenar solos. Nos corregimos entre nosotros y es mejor a perder el tiempo esperando a que se digne aparecer.

Liam baja unos metros adelante. Madison está a mi derecha, más cerca que de costumbre, con esa competitividad chispeando en su mirada.

No me dejo vencer. Me impulso, la tabla corta la nieve con precisión, y el salto me lanza al cielo. La adrenalina hace que todo lo demás desaparezca. Pero algo falla.

El viento golpea de lado con una ráfaga inesperada. Giro, pero el movimiento es brusco. Siento cómo pierdo el control. No me da tiempo de corregir antes de aterrizar con el borde de la tabla.

El impacto retumba en mis piernas y me empuja hacia el suelo con fuerza. Mi cuerpo rueda en la nieve y todo se vuelve un remolino de blanco y golpes sordos.

Cuando finalmente me detengo, estoy tumbada boca arriba, respirando con dificultad. Escucho pasos apresurados que se acercan.

—¡Sue! —Liam aparece en mi campo de visión, con el rostro lleno de preocupación—. ¿Estás bien?

—Estoy bien... —murmuro mientras intento sentarme. Pero algo cruje, y no es la nieve.

Miro hacia un lado y veo los restos de mis gafas. Uno de los lentes está partido y el otro está enterrado en la nieve.

—Estás loca... —Madison llega junto a mí y me ofrece una mano—. Pero eso fue... impresionante, hasta que... bueno, ya sabes.

Intento reírme, pero me duele la espalda. Me levanto con cuidado y sacudo la nieve de mi chaqueta.

Matt y Ryan, corren hasta donde estamos.

—Giraste demasiado tarde —es lo primero que dice al llegar mientras cruza los brazos—. Pero el ángulo fue bueno hasta la ráfaga de viento.

Ryan, con el rostro serio, asiente. —Lo tenías hasta que el aire te desbalanceó. Tal vez podrías ajustar la postura en los giros cerrados.

Aprecio los comentarios, aunque la frustración sigue punzante en mi pecho.

—Lo volveré a intentar, solo que no puedo seguir sin gafas —recojo lo que queda de ellas.

—Podemos darte un par de repuesto que venden en la cafetería —ofrece Liam, pero niego con la cabeza.

—No, necesito unas buenas. No me arriesgaré a usar de esas y que se me empañé la vista. Iré a la tienda —Liam intenta refutar y sé porqué «el entrenador podría llegar en cualquier momento»— Es eso o esperar un día entero —le recuerdo, cruzando los brazos—. No tengo otra opción.

Frost summitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora