Capítulo tres

8.8K 696 80
                                    

La alarma suena a las cinco de la mañana, pero yo ya estoy despierto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La alarma suena a las cinco de la mañana, pero yo ya estoy despierto. Nunca la necesito. Desde niño, mi cuerpo aprendió a levantarse con la precisión de un reloj. Mi padre solía hacerlo igual, y yo lo observaba desde el marco de la puerta mientras preparaba su equipo. Me enseñó que el éxito no es para los que esperan, sino para los que lo persiguen antes de que salga el sol.

Me levanto despacio, estirándome mientras miro por la ventana. La nieve cubre las calles y los tejados como un velo blanco. La mayoría de las personas aman este paisaje, pero yo no tengo tiempo para detenerme a contemplarlo. La montaña me espera.

Cuando bajo las escaleras, el aroma a café me envuelve. Mi madre ya está en la cocina, ajustando las tazas y limpiando el mostrador de la pequeña cafetería anexada a nuestra tienda de snowboard. Tiene el cabello recogido en un moño desordenado, y sus manos agrietadas por el frío sostienen la jarra con la misma rutina de siempre.

—¿Listo para hoy? —pregunta con una sonrisa cálida.

—Lo intento —respondo, sirviéndome una taza antes de dejarme caer en la silla.

Mamá siempre dice que me parezco a papá. No solo por el cabello y la mirada intensa, sino por la misma terquedad. También lo veo en las fotos viejas colgadas en la tienda, donde él posa con trofeos y su sonrisa ganadora.

Pero yo no puedo ser solo el reflejo de un recuerdo. Necesito ser mejor. Se lo debo.

—Abriré la tienda temprano hoy —añade mamá mientras limpia la barra—. Los turistas creen que un par de gafas nuevas los hará mejores en la pista.

Medio sonrío. Siempre hemos sabido que la mayoría no busca ser el mejor, solo quieren parecerlo.

—¿Quieres que te ayude antes de salir? —pregunto, aunque ambos sabemos la respuesta.

Ella niega con la cabeza y me lanza una mirada firme. —Tú necesitas estar allá afuera. No pierdas el foco por nada.

Termino el café de un trago y me levanto. La tabla está lista, apoyada contra la pared. Paso la mano por su superficie lisa como un ritual. Su base negra y los bordes afilados han sido mis aliados en cada competencia que he ganado.

El aire helado golpea mi rostro en cuanto abro la puerta. Camino hacia la pista con la nieve crujendo bajo mis botas. Es mi momento de desconexión antes de escuchar las voces de mi equipo.

Cuando llego al estacionamiento, Sean ya está allí, ajustándose las gafas con una sonrisa que le cubre medio rostro.

—¡Dax! —grita, como si necesitara recordarle al mundo que existe.

A su lado, Mason se inclina para ajustar sus fijaciones. Es el más serio de todos, siempre está evaluando, incluso cuando nadie le pide su opinión.

Las chicas llegan poco después. Ashley, con su chaqueta negra con detalles en plata, parece lista para una portada de revista. A veces pienso que disfruta más del espectáculo que de la competencia. Tessa, en cambio, apenas dice una palabra, pero cuando la ves volar por encima de tu cabeza, entiendes que no necesita hablar.

Frost summitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora