🖌 4. Muerta por dentro

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RYKER

¿Qué se hace en esos días en los que te duele hasta la vida?

¿A dónde se huye cuando los días carecen de colores?

Si bien la pintura era reconfortante, parte de ella me hacía pedacitos. Me recordaba a mi madre. No era una buena idea pintar en su estudio cuando todas sus pinturas sin terminar estaban a mi alrededor. A pesar de que se había ido, ella seguía aquí. Estaba en las paredes, en el suelo, en sus floreros, en las manchitas de pintura por toda la casa.

Siempre fue una mujer que dejaba huella, todos los decían. Se encargó de dejar plasmada su esencia en esta casa, por dónde sea que mire, ahí estaba. Tal vez lo hizo porque sabía lo que se aproximaba. Llegaría un tiempo en que no estaría y yo no tendría a quién acudir. Transformó la casa en un fuerte, así lo llamaba.

En la mesita al lado de mi cama conservaba nuestra última foto tomada. Teníamos la cara manchada de pintura amarilla, su color favorito. Ese día habíamos pintado un sol, porque le encantaba y quería que llevara una pintura hecha por ambos cuando me fuera a estudiar.

Mi teléfono sonó y me quité las lágrimas rápidamente.

—Hola —fingí bostezar.

—Ryker, ¿dónde estás? —dijo una voz preocupada al otro lado de la línea.

—En mi casa... Espera, ¿Miles?

—Sí, soy yo.

—¿Qué pasa, me vas a amenazar otra vez? —bromeé.

—No, pero ¿has visto a mi hermana hoy?

—¿Hoy? No, estuve en el estudio todo el día, no he salido de mi casa. —mentí.

—¿Ni siquiera las has llamado? —Sonaba tenso.

—Eh... No.

Escuché que murmuró algo. No entendía nada.

—Ryker, anda inmediatamente a ver a mi hermana, creo que le pasó algo y no me quiere contar.

—Yo no le hice nada —respondí rápidamente.

—Ya lo sé, por eso te acabo de llamar. Ahora anda a verla, tú solo toca la puerta y entra.

Me tensé un poco, hace días ella estaba bien.

—Creo que estaba llorando —fue lo último que escuché.

Con eso me bastó para correr a su casa.

Tomé mi abrigo en la puerta y salí. Las calles estaban oscuras, y algunas casas estaban con las luces encendidas. Vi su casa a lo lejos, la luz de la cocina estaba encendida, pero el resto no. Me detuve respirando un poco y toqué la puerta desesperado. Un hombre mayor, ya con canas y aspecto cansado, me abrió la puerta. Me tomó unos segundos reaccionar y darme cuenta de que era Oliver, su padre.

—Oliver, qué tal, ¿está Gia? —Traté de calmar mi respiración.

—Hola... Disculpa, ¿tú quién eres? —se frotó los ojos.

—Soy Ryker.

Su cuerpo se puso recto y asintió.

—Vaya, así que era verdad que estás de regreso. Siento lo de tu madre —palmeó mi hombro.

—Gracias —respondí a secas.

—Si claro, Gia está en su habitación, pasa.

No tardé ni dos segundos en correr hacia las escaleras y tocar su puerta. Pegué mi oreja a la puerta, todo estaba en silencio.

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