Capítulo 12

5K 430 36
                                    

Lucía

—No quiero ir a casa— suelta Noah de repente.

—¿Por qué no?—Detengo el coche para mirarla.

—Te he dicho que discuto con ellos—mira por la ventana. —¿Que tú nunca has discutido con tus padres?

—Sí, hacía lo mismo que tú; no comía todo el día, para que a mi madre le doliera—sonrío recordando esa tontería que antes tenía sentido—. ¿Por qué discutieron?

Esta vez toma su vestido, presionándolo.

—Les he soltado la bomba de que no quiero estudiar medicina…—Mira sus manos. —No estoy hecha para ello; no me gusta, para ellos no hay otra carrera que yo pueda ejercer.

No sabía Noah estaba en presión por elegir una carrera. Me siento idiota, pues he olvidado esa época, en donde todo el mundo te presiona para elegir una carrera, incluso si te sientes perdido; debes decidir qué hacer con tu vida.

—No es que me disguste; sé que lo hacen para que yo ayude a los demás, como un servicio a Dios, respeto y admiro a las personas que eligen esa carrera, pero no es para mí; no es lo que quiero. Pero estoy obligada a elegir lo que digan ellos…

—¿Qué es lo que te gusta realmente? — Por fin me mira, como si fuera la primera vez que alguien le pregunta.

—Me gusta la música, cantar, y sé que muchos tienen ese sueño, que parece la respuesta muy típica de cualquiera, pero realmente amo cantar; transmitir en melodías lo que no se puede decir en simples palabras, hacerles sonreír con mis canciones, sacarles algunas lágrimas, contarles mi historia, eso es lo que quiero; quiero conectar con los demás a través de las notas que soy capaz de crear, para mis padres eso no es lo correcto, mucho menos si no canto cosas que no sean de Dios.

Presiono el volante. Noah tiene las alas listas para volar, para arriesgarse y luchar por sus sueños incluso si parece imposible… Sus padres la enjaulan, creyendo que tiene que caminar, aún si tiene alas.

—Me gustaría viajar a muchos lugares, conocer el mundo, tomar recuerdos en fotografías, aunque nunca he salido de la ciudad… Me gustaría hacerlo algún día; creo que es la vida que quiero, pero no es la que tendré, porque debo guardar mis sueños en una maleta y emprender un camino que no elegí. No me importa que los demás digan que no puedo lograrlo… pero duele cuando las personas más importantes para ti no creen en todo de lo que eres capaz.

No digo nada; ¿qué se dice cuando te encuentras en estas situaciones? Ella no merece eso; nadie lo merece, ella merece a personas que vean todo lo que es ahora y lo lejos que puede llegar, que la vean tal y como es ahora, no a la chica perfecta que siempre ven en su colegio, en su iglesia, no, deberían amar ese lado atrevido que te responde retóricamente, que discute contigo, que muestra sus miedos y te permite admirarla.

Porque aún con lo poco que conozco de ella, sigue siendo perfecta. Más cuando me cuenta lo que ama.

—Lo siento, también me resulta muy fácil hablar contigo, tu hermano no lo entendería, y mi amiga… tiene demasiados problemas como para también lidiar con los míos—se acomoda en el asiento—. ¿Podemos ir a comer? Tengo hambre.

Miro al frente pensando; sé que mi hermano está seguro de su carrera, lo conozco lo suficiente para saber que ama eso, claro, también su arte, aunque es más un pasatiempo para él, fue el mismo quien decidió su carrera, no es de extrañar, de pequeño le sacaba el relleno a los peluches y luego los cosía fingiendo haberles salvado la vida.

Muy lindo hermano.

No lo niego; era aterrador ver a tu hermano pequeño hacerle cirugías a sus peluches.

—¿Ya no te duele?— Miro su pie; uno de ellos tiene la venda que le puse después de ir a una farmacia.

Ella niega y me da una sonrisa.

Una que no puedo corresponder sabiendo que no le permiten cumplir sus sueños.

—Iremos a comprarte zapatos—sigue descalza— y no acepto un ‘no’ como respuesta.

Arranco. Lo que más me gusta de esta ciudad es que casi todos los lugares están cerca; por esa razón no dudamos en llegar fácilmente a una tienda de zapatos.

—¿Cuánto calzas?

—No te diré; seguramente tienes mal gusto—me mira desafiante.

Bajo del auto; ninguna niña va a decirme que tengo mal gusto.

Bien, tengo buen ojo, si tengo que adivinar su talla, lo haré.

Quiero algo cómodo y con estilo, un color pastel, porque siempre viste con esos; obviamente no voy a comprarle tacones. Mi vista se enfoca en unos zapatos de los que estoy más que segura son los indicados.

—Buenos días, ¿puedo ayudarle, señorita?

Una chica aparece. No tengo que buscar más; estoy segura de que estos son de su talla y le gustarán.

—Déme estos, y si podría prestarme un marcador, por favor.

 *

—¿Les pusiste tu firma?— Asiento; lejos de enojarse, sonríe—. No me sorprende, aún guardo el origami que me hiciste.

—¿Sí?— Le pongo con cuidado los zapatos; mi sonrisa se extiende cuando me doy cuenta de que sí he acertado con la talla; la memorizaré—. Pensé que lo tirarías—ato los cordones—. Admite que te gustaron los zapatos.

Mira; parece analizarlos, sé que finge.

—Te doy un seis de diez—habla con indiferencia; cierro la puerta y me voy al lado del piloto.

Subo en silencio y enciendo el motor; ella busca mi mirada. Pongo en marcha el auto.

¿Cómo se atreve a decir que mis gustos son malos? 100% ofendida.

—¿Estás enojada?— Toca mi hombro; aún con la mirada en el camino, niego—. No te enojes; me gustaron mucho, más porque tienen tu firma.

Hace un puchero; si la sigo viendo, iremos gratis a ver a Jesús.

—Vamos a chocar por tu culpa. No estoy enojada; solo hago drama—sonrío; ella suspira con alivio.

 *

—Vamos—digo cuando ya hemos llegado a un lugar que me encanta.

—¿No vas a cargarme?— Me mira como un cachorrito triste; ¿por qué tiene que ser tan tierna?

—¿No dijiste que ya no te dolía?— Levanto una ceja y ella se cruza de brazos, supuestamente enojada.

¿Me está haciendo un berrinche o algo así?

Ja… No lo logrará.

Claro que sí, maldito cuerpo; siempre confié en ti, Judas.

Abro la puerta del copiloto, guiada por un ser que no soy yo. Sonríe con orgullo; la tomo en mis brazos nuevamente; ¿en serio soy tan manipulable?

—Sabía que eras una loba domesticada.

—¿Puedo soltarte, sabes?— Camino con ella en mis brazos hasta entrar en el establecimiento. Voy a la primera mesa libre que veo y la pongo en un asiento, como una muñequita delicada.

—¿Qué quiere Su Majestad?— Ella sigue sonriendo como si se hubiera sacado la lotería; seguramente se burla de mí.

Dioses, amo su sonrisa, ¡pero que no se burle de mí!

—¿No hay menú?— Sus expresiones siempre se ven infantiles; le queda.

—Aquí puedes pedir lo que quieras; por eso me gusta; incluso si vienes por la noche, podrías pedir un desayuno.

Es una de las razones por las que amo este lugar; no tienes restricciones al pedir lo que te gusta.

—Siendo así…—Lleva uno de sus dedos a sus labios y lo muerde. Ayuda. — Quiero una pizza con piña.

—Sacrilegio—digo dando un pequeño golpe en la mesa.

¿A quién le gusta la pizza con piña?

—Bueno, quiero eso—sentencia; entrecierro mis ojos. No me queda más que complacerla.

Al final termino comiendo un helado de menta y ella feliz con su pizza con piña; en serio… comer eso es sacrilegio.

—Te he contado mis sueños; podrías contarme los tuyos—rompe el silencio; se lleva una rebanada a la boca; no puedo evitar reír un poco, porque algo de salsa le ha manchado la cara.

—Mi hermano es de la vida planeada—me llevo una cucharada de helado; no suelo hablar de esto con nadie—. Antes era igual que tú, con un toque de rebeldía, claro; destacaba en la escuela y en el colegio; mis padres me metieron un año antes, y salté un curso en tercero; por eso me gradué a los dieciséis años—Noah me mira atenta, aún comiendo su pizza; normalmente terminas los estudios a los dieciocho años, así que una joven de dieciséis años graduándose no es común—. Gané la beca para estudiar, pero no sabía qué estudiar; irónico, ¿no? Todos esperaban que me convirtiera en abogada, doctora, o algo así; tenían más fe en mí que yo misma, supongo que los decepcioné de cierta manera al no saber qué hacer. Me destaco en muchas cosas hasta ahora: deportes, música, arte, cocina, historia, literatura, pero ninguna me llamaba la atención como para decidirme—suspiro—. Mis padres decidieron ponerme en la docencia, imagina; todos los demás ingresaban con diecinueve años o más a la universidad, yo tenía diecisiete, no detesto esto, de hecho, me gusta enseñarles, pero sin duda… esto no es lo que había soñado.

> Todos los demás tenían un sueño, desde pequeños incluso, yo estaba perdida, indecisa; estaba aprendiendo tantas cosas que soñar no encajó en mi rutina, no me arrepiento, pues gracias a eso soy muy adaptable, se podría decir. Aunque… —pienso en mi abuela; estos últimos días he estado tan ocupada que no fui a visitarla; ya lo haré en estos días—. Mi abuela tenía un taller de costura, uno donde cualquier prenda que estuviera en tu imaginación podría hacerse realidad. Siempre fui cercana a ella, y poco a poco amé todo lo que hacía, mi padre y mi tío arruinaron el sueño de mi abuela, vendieron su taller, lo más valioso para ella; ¿sabes que quería tener su propia marca? Quería ser diseñadora, de esas que hacen sus pasarelas para presentar sus nuevas prendas. Creo que comparto eso con ella, a medida que me enseñó todo lo que sabía, también me fue inevitable pensar en eso, en mostrarle a los demás que había algo que amaba, que realmente me gustaba hacer. No es presunción, pero soy buena en ello.

Miro cómo sus ojitos me miran con admiración.

—Eso debió ser difícil—asiento.

—No es malo no saber qué hacer cuando te gradúas. Aún tienes tiempo para descubrir qué amas; en cuanto a las personas que tienen sueños, ojalá todos lucharan por ello.

Ella suspira.

—No creo que yo pueda hacerlo, no cuando tengo a mis padres encima—se levanta—. Pero lo intentaré; se me ocurrirá algo, lo sé. Gracias por compartir conmigo esto.

Su sonrisa vuelve, haciendo que también sonría.

—A veces solo necesitas que alguien te escuche; gracias por hacerlo. Y por los zapatos, y por ayudarme. Y por traerme aquí. Y por los muffins. Y por todo, jajaja; creo que eres la primera persona con la que puedo ser yo, y no alguien perfecta.

—Eres perfecta—abro mis ojos con terror; ¡no quería decirlo en voz alta!—… digo, uhm, todos somos perfectos, ¿no? Así leí en un libro.

Ella tiene las mejillas rojas y yo seguramente también; cómo me encantaría que la tierra me tragara.

—Mejor, ya te llevo a casa; Miguel debe estar esperando, oh, y tus cosas, eh… este, te las traeré mañana, o lo hará Miguel—decir eso último me molesta; yo quería llevarle sus cosas.

—Uhm, le he dicho a Miguel que solo lo veo como amigo—pone un mechón de su cabello detrás de su oreja—. No quiero nada con tu hermano. Y tú… ¿ya decidiste si quieres ser mi amiga…?”

Corazón tonto, ¿por qué se siente como si te hubieran roto?

Aclaro la garganta.

—Lo seguiré pensando; no soy amiga de chicas tan saladas como tú. Toca madera.

Tengo que meter un poco de humor, porque si no estaría cuestionándome; ¿por qué creí que tendría oportunidad? ¿En qué momento se me cruzó por la cabeza?

—¡No soy salada!— Me levanto de la silla para acercarme.

—Pues desde que llegaste a mi vida han pasado cosas cuestionables; primero, casi me arrancas un labio—comienzo a enumerar—me quemé la mano; me dijiste cosas feas y por poco y te rompes un pie. Eso es mala suerte; tienes que hacerte una limpia.

Comienzo a caminar a la salida; ya he pagado, así que no es necesario hacerlo, escucho cómo viene quejándose un poco de su dolor.

—¡Esas cosas no fueron intencionales!—Me doy la vuelta.

Ya te dijo que quiere ser tu amiga nada más. ¿Por qué mi corazón sigue aún latiendo con fuerza? ¿Por qué mis ojos solo quieren verla…? Hay que hacerme un exorcismo; algo anda mal.

La cargo nuevamente; no me es difícil, comienza a quejarse de mil cosas que no escucho; pues pensar que tengo en mis manos a alguien tan frágil y fuerte a la vez me es más interesante.

Sería doloroso seguir con la idea de que me quiere simplemente como una amiga el resto del tiempo juntas. Esta es la primera vez que estamos sin Miguel o cualquier otra persona, simplemente ella y yo, sintiéndonos seguras para decir lo que soñamos o sentimos.

Mi respuesta a aquella pregunta de si quiero ser su amiga es un simple no. No cuando la idea de ser algo más está acechándome.

Mi Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora