Capítulo 10

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Lucía

—¿Entonces… ella te gusta?

—¿Qué te hace pensar eso? —cuestiono entrecerrando los ojos.

—Bueno, vinimos a pasar un rato de amigas, y no paras de hablar de ella —puedo notar que lo dice con cierta malicia.

—Sí, pero es porque me preguntaste cómo me fue —tomo un sorbo de mi café— y es mi alumna, y creo que es bipolar. Primero me dice que no me quiere cerca, luego se disculpa; muy normal.

Todo me parece muy confuso, ella es confusa, no entiendo qué quiere, pero no lo niego, después de este tiempo me gustó hablar con ella, aunque no le entiendi ni pio.

—Uhm, parece que está muy metida en tu vida —uno de sus dedos gira en el borde de su taza.

—¡Es porque es mi alumna! Soy su tutora —llevo mi cabello hacia atrás en un gesto de frustración—. ¿Recuerdas que nuestro tutor tuvo que pelear contra esa arpía de Cáceres porque no quería que absolutamente nadie le ganara a su favorita? —ella asiente—. Pues creo que es el karma; ahora me toca a mí pelear por esa niña; por suerte no hay mucho problema, solo bajó sus notas. El karma es un gato.

Ella suelta una risita.

Estoy segura de que es el karma, por haber hecho enojar muchas veces a mi tutor; estoy cargando con el peso de mi ex salón. El único con el que casi me peleo fue el mismo viejito que el primer día me estuvo juzgando, profesor de química, para la maldición de los alumnos. He descubierto que es tutor del A, el peor curso a mi parecer, no por la competitividad, sino porque piensan que los demás cursos están por debajo de ellos.

Y aquí la historia se repite con ese rábano, pues quiere que Jane (su mejor alumna) tome el puesto de Noah, el primero. Jane no llega ni a segundo lugar; eso sería muy injusto. Obviamente no lo permitiré.

—¿Por qué tanto interés en Noah?

—Es la mejor alumna; obviamente todos los profesores lo saben y se preocupan. Yo no doy esos favoritismos, pero como tutora, ya valí. Una profesora me pidió que le diera mi “total atención”.

—¿Te molesta? —pregunta un tanto confusa.

Claro que ayudar a Noah no me molesta, pero ella estaba enojada conmigo hace unas horas, luego se disculpó. Me sigue pareciendo raro.

—Claro que no… —termino mi café— solo quiero quejarme.

—Jajaja, bien, entonces ¿no te gusta?

—Jum… —miro mi reloj— no sé nada sobre esas cosas y lo sabes.

Ella echa una carcajada, no entiendo qué le divierte. Si me atrae y tal vez me gusta Noah. Pero es secreto nacional.

Esto ni mi amigo imaginario debería saberlo (no tengo, así que da igual).

—Uh… —miro detrás mío—. ¿Recuerdas a Valeria?

—¡No la menciones! —decir su nombre es como recordar al diablo. Sí, me refiero a aquella chica loca que había intentado robar mi primer beso—. Podrías invocar a Satanás.

Ella se pone seria.

—Pues alguien ya la invocó; mira para allá —indica con la mirada.

Y veo a mi acosadora, Valeria. La misma chica que antes era más alta que yo, con esa mirada que parece que atraviesa tu cuerpo, y de mala manera, tiene esa mirada de “todo me pertenece”.

Trago saliva.

Aunque no. No debería asustarme; ya no somos adolescentes; seguramente ya se me olvidó.

—Emergencia —susurra Catalina.

Muy tarde; esa chica morena de pelo rizado ya ha tomado asiento a mi lado.

—¿Lucía? —parece emocionada.

Piensa, piensa.

¡Oh!

—Uhm, io sono Camila, la cugina di Lucía, e tu?

Gracias, apps baratas, por enseñarme lo básico de italiano.

—¿Qué? —pregunta confusa—. Catalina, hola, ¿me traduces?

Catalina la mira con cierto enojo. Y yo disimulo mis nervios (solo para aclarar, es más miedo que nervios).

Digo, ¡la tipa intentó besarme a la fuerza! Quien no le tendría miedo.

—¿Qué te importa? ¿Qué haces aquí? ¿No te habías mudado de la ciudad?

Valeria rueda los ojos con fastidio.

—Tengo un concierto aquí —acomoda su cabello, como diva—. Soy la única de nuestra generación que se hizo famosa y consiguió el éxito.

Trato de hacerme la confundida, pero el chisme de que ahora mi acosadora es famosa se escucha bueno.

—Qué alegría, gracias por recordarme que mi vida es miserable —Valeria sonríe con orgullo—. Bueno, la prima de Lucía y yo tenemos que irnos; espero no verte nunca.

—¿Ella es prima de Lucía? —Catalina y yo ya estamos de pie—. Jum, con razón; mi Lucía no era tan alta, y estoy segura de que está más buena que su prima. Bueno, ¿dónde está mi bebé Lucía? Siempre andaba contigo.

Confirmado, sigue loca; la fama no le quitó eso. Auxilio.

—Escucha, Valeria, Lucía y yo te pondremos una denuncia si sigues con esto; comprendo que por psicópata en tu adolescencia te hayas obsesionado con ella, pero ya, cansa, olvídala.

Catalina me toma de la mano y dejamos a la loca ahí. ¿Por qué le gusto? Nunca me lo dijo; solo decía que era bella, que no había nadie como yo. Ahora que recuerdo, había un chico que igualmente me mandaba poemas, pero jamás le hice caso, ni tampoco lo haría ahora. Pues ninguno de ellos se parecía a Noah.

Digo, no me interesan, y jamás lo harán, porque solo estaré con Noah.

Digo…

¡Porque me gusta mi soltería!

—Ugh, esa loca, le pusiste muchos altos y nunca te hizo caso —me suelta cuando llegamos a la acera.

—¿No ha cambiado nada? Ni físicamente, ni mentalmente. ¿Cómo llegó a ser cantante?

Catalina para un taxi y nos subimos.

—Como crees. Esa chica es muy regalada; tú eres la única por la que se obsesionó; después de un tiempo se aburre y deja a todos, igual que a Jean; pobrecito, ahora que se enteré de que su ex volvió.

Tiene razón; Jean podría reaccionar de dos maneras: o le dará igual, o lo enloquecerá de una manera muy mala.

No hablamos más en el trayecto a mi casa; espero que el tema con Valeria se quede en el olvido y no me cruce con ella nunca más. Aunque investigaré en Google; me da curiosidad.

 *

—Oye —Catalina saca su cabeza por la ventana en cuanto bajo del taxi—. Si la loca te molesta o te la topas, llámame, o sigue actuando con tu acento italiano.

Sonrío. Ella se va. No hay ningún ruido en casa; supongo que ya se han dormido.

Ya es algo tarde y mañana tengo que dar clases, pero eso no me va a impedir buscar a Valeria.

Por desgracia, no aparece en ningún lado. ¿De dónde se ha sacado que es cantante?, o tal vez no es tan conocida. Miro las fotografías que salen en Google; ninguna es ella.

Oh. Sí hay una: Vivi. Muy original.

Cantautora juvenil; comenzó a sus 18, bla, bla. Uhm, sí, es conocida, pero no demasiado; busco una canción. No tiene mal ritmo; está muy buena, a decir verdad. Sus colaboraciones son con artistas pequeños de igual manera; supongo que hasta cierto punto tiene razón; fue la única que alcanzó su “éxito”.

Olvido ese tema y me acuesto a dormir.

 *

—Bueno, chicos, mañana es la presentación; pueden ir a ensayar con la profesora; les daré este tiempo libre para que puedan ensayar lo más que puedan.

Escucho cómo celebran; estos días les dejé pocas tareas para que tengan tiempo de poder ensayar.

—¡Profesora! —miro en la dirección de un estudiante; le indico con la mirada que siga—. ¿Iremos a la actividad anual de Halloween?

—¿Qué es eso? —no estoy muy enterada de las actividades, solo las principales: aniversario del colegio y las fiestas de graduación.

—Es una actividad donde solo los de sexto año pueden ir; muchos colegios van, hemos esperado esto desde quinto; ¿podemos ir? Los demás cursos irán.

Los demás la apoyan, se ven emocionados; conozco ese sentimiento, en mi colegio era lo mismo, algunas actividades solo las podían realizar los de último año, y los demás, tristes, debían pasar clases con normalidad.

—Pueden ir, no soy su madre para prohibírselo.

Iba a poner fin a la conversación.

—¡Pero debemos ir con usted! —frunce el ceño—. Cada curso debe ir con su tutor, si no, no podemos ir.

—¿Es una actividad obligatoria?

—No… —me mira con súplica—. Queríamos que usted nos mande una nota, para que parezca que es una actividad obligatoria, y así poder ir todos, si nuestros padres se enteran de que no lo es, muchos no irán.

Eso estaría mal, pero comprendo que quieran ir como curso.

—¿Me metería en problemas si sus padres se enteran? ¿Quieren ir todos? —muchos gritan sí, y otros que les da igual, entre ellos Noah, que parece no importarle todo esto—. Bien, les mandaré la nota. ¡Pero! Si alguien se entera, quito mis manos y les diré que ustedes hicieron esto.

—¡No se preocupe, profesora! Nadie lo dirá.

—Pueden ir a ensayar, la profesora debe estar esperando.

Todos se levantan y corren afuera; su energía positiva me hace sonreír; no es malo estar a cargo de un curso después de todo.

—Noah, ponte mi gorro; aquí hace frío —veo cómo mi hermano le pone un gorro a Noah; aparto la mirada de ahí.

Qué tontos.

 *

En todo este mes no me he dignado a mirar los ensayos de mis alumnos, así que no sé casi nada, aparte de que es un baile.

—¿Por qué bailan esa canción…? —susurro para mí.

—Tuvieron elección libre, como todos los cursos —un escalofrío recorre mi cuerpo; me asusta—. Buenos días, profesora Lucía.

—Buenos días —no me sé su nombre, no me pidan mucho; si no me importa, lo olvido.

Es un profesor que ha intentado invitarme a salir en una ocasión; creo que se llamaba… ¿Alru?

Algo así. Sigo mirando cómo bailan; mi adorado hermano, como siempre, con Noah, bailando alegremente una canción de Taylor Swift.

Parece más el baile de una boda, pero no juzgaré; en mi colegio parecían bailes de retrasados.

—¿Es su curso, ¿no? —asiento; no quiero hablar con nadie—. Lo hacen bien.

Presiono el barandal al ver a Miguel a punto de darle un beso a Noah. Ahí me doy cuenta de que la canción termina de esa forma, con las parejas tan cerca una de la otra, que un pequeño movimiento haría que se besen.

—Sí, lo hacen bien —respondo aún con enojo.

¿Por qué me enojo?

No. Yo jamás he tenido celos. Mucho menos por ellos, obviamente. Solo… solo quisiera estar en el lugar de mi hermano.

Fase tres: celos.

Estoy cayendo, y seguramente me voy a dar de cara. Mañana muchas personas verán esto; no puedo andar enojándome con ellos.

¿Y si no venía? Sí, eso.

No. Soy su tutora y encima estamos a cargo. Eso me recuerda comprar los bocadillos que la profesora de música me ha dicho; en cuanto al cronograma, Noah iba a entregarlo.

En mi interior, rezo para que mañana pase lo más rápido posible.

Mi Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora