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In-Ho cerró los ojos, disfrutando del placer que la caricia de sus dedos le brindaba a través de su miembro erecto.

Subía y bajaba, suspirando fuertemente mientras tiraba su cabeza hacia atrás y se llenaba con la delicia que significaba tocarse y pensar en aquel hombre que descolocaba su mente por completo.

Apretó más fuerte, imaginando que la boca del azabache rodeaba su falo y succionaba a su total antojo. Mordió su labio inferior con fuerza y pronto se sintió cerca del punto exacto para tocar ese paraíso al que tanto anhelaba llegar.

Gimió alto, lleno, consumido por el deseo.

La imagen de Gi-Hun llegó a su mente otra vez, y entonces su mano se bañó por completo de su interior y su miembro se liberó de una forma exquisita y grata.

Soltó un nuevo suspiro y se levantó del sillón, caminando completamente desnudo hasta el baño para darse una ducha y volver con su tesorito que, suponía, se debía estar preguntando dónde estaba.

Claramente no estaba en la habitación con los demás jugadores, tampoco en los baños y mucho menos en algún pasillo. En ese momento se encontraba completamente libre en su propia habitación, en aquel espacio que perfectamente se le podía considerar una casa básica con su propio living, comedor y cocina, donde presenciaba los juegos en una gran pantalla y bebía todo lo que se le antojaba mientras se dedicaba a disfrutar.

Entró a la ducha y se dejó llevar por la tibiesa del agua.

Había pasado sólo tres días conviviendo con los demás jugadores, pero ese tiempo había sido el suficiente para extrañar su comodidad y privacidad.

Varias veces deseó mandar todo a la mierda y volver a retomar el papel que realmente le correspondía, pero su impedimento más grande era Gi-Hun, a quién deseaba sacarle de la mente la idea de que podía ser un héroe y acabar con los juegos y con él mismo él solo.

Lo deseaba, pero no podía negar que era un tonto por pensar que existía alguna posibilidad en sus manos de terminar con todo lo que se llevaba años planeando, modificando y perfeccionando. Él mismo fue como Gi-Hun en un momento, creyendo que aquella trampa humana no era más que una misera burla para aprovecharse de la gente y divertirse con sus patéticas muertes, pero más tarde que temprano se dio cuenta, tras ganar, que las cosas no era tan así; porque por más que intentara hacer algo para ponerle un alto a aquella masacre lucrativa, no había nada más que hacer que simplemente aceptar la realidad y dejarse llevar por los interminables trabajos sucios que nunca, jamás, acabarían.

Puedes terminar con uno, pero siempre hay otros diez que se levantan a su lado, y eso era lo que Gi-Hun aún no comprendía.

Pero ya lo haría, pronto, y de eso se encargaría él mismo. Necesitaba tener paciencia con su tesoro, porque en algún momento, igual que él, caería y se dejaría consumir por lo que de verdad valía la pena.

Suspiró.

Enjabonó su cuerpo, lavó su cabello, disfrutó del agua y cerró la llave, buscando sin mucha prisa la toalla para secarse y concretar el último día de tranquilidad que los juegos tendrían.

Hoy por fin lo haría, por fin dejaría de ir tras Gi-Hun.

Pero no, no porque se rindiera en su búsqueda implacable de sed de deseo y dominio, no. Simplemente lo alejaría del mundo con el cuál tan obsesionado por salvar estaba.

Rió.

Vaya que lo anhelaba. En realidad, lo deseaba, lo ansiaba y lo quería sólo para él, algo que ya ni siquiera tenía el descaro de ocultar. Y si Gi-Hun no aceptaba su capricho; entonces tendría que entender a la mala que él ya tenía un dueño, y no iba a dejar que nadie más lo tocara ni se interpusiera en su camino.

Traición | In-HunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora