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Gi-Hun llegó a la habitación y se detuvo en la puerta en compañía del guardia que permanecía en silencio.

Escuchó ruidos y gritos dentro de la habitación, generando confusión y notoria preocupación en su rostro. Miró hacia atrás en busca de Young-Il, preguntándose dónde estaría. Pensó en lo sucedido momentos antes, y un gran revoltijo se posó sobre su pecho al pensar en la delicia y el placer que había experimentado mientras sus compañeros sufrían y pensaban en lo ocurrido hace unas horas.

Se sintió culpable, pero aunque fuera considerado una mala persona, no podía negar que aquel momento con Young-Il fue lo mejor que le había pasado en mucho tiempo.

Aunque, bueno, no logró concretar por completo lo que quería.

Suspiró.

Unos disparos se escucharon a lo lejos, distrayéndolo de sus pensamientos. Levantó la cabeza y buscó más preocupado a Young-Il, temiendo que algo le hubiese pasado.

Miró al guardia, quién ni siquiera se inmutó, y con inquietud se movió para caminar nuevamente hacia los baños en busca de Young-Il, pero el soldado detuvo su andar de inmediato al tomarlo abruptamente por el brazo, sacándole un pequeño sonido de dolor por la fuerza ejercida.

─Debes quedarte aquí, 456. No te muevas hasta que se te ordene ─informó el guardia, ejerciendo más presión sobre su brazo.

Gi-Hun frunció el ceño molesto e intentó deshacerse del agarre.

─Suéltame, necesito ir a ver a mi compañero. Me importa una mierda si me dejas o no ─escupió irritado, lanzándole una mirada molesta.

El guardia frunció el ceño bajo la máscara, dispuesto a apuntarle con la pistola para amenazarlo y lograr que se calmara, pero antes de que pudiera hacerlo, una nueva persona hizo acto de presencia en el pasillo, captando la atención de ambos hombres.

Gi-Hun se dio la vuelta asustado, observando, al cabo de algunos segundos, que Young-Il estaba ahí, caminando con un deje de exasperación en su rostro mientras observaba única y exclusivamente al guardia con el mismo símbolo que el anterior.

─Young-Il, qué bueno que estés bien ─soltó Gi-Hun aliviado, feliz de verlo sano y salvo luego de oír aquel disparo.

Pero Young-Il no lo miró, y tampoco le dirigió la palabra. Caminó decidido hasta el guardia y se detuvo frente a ambos, bajando lentamente la mirada hacia el agarre que ejercía el soldado sobre Gi-Hun.

Suspiró pesadamente y volvió a mirarlo, sintiendo la duda y curiosidad del hombre frente a él que, si mal no recordaba, jamás le había visto la cara, por lo que no sabía que él era el líder.

─Suéltalo ─ordenó demandante.

Gi-Hun lo miró nervioso, temiendo que el guardia pudiera atacarlos a ambos.

─Entren a la habitación ─ordenó el soldado en contestación, ignorando la demanda de In-Ho.

Este último apretó la mandíbula insatisfecho, cansado de que aquel miserable sujeto continuara tocando a Gi-Hun de esa forma.

Él era suyo, carajo, ¿por qué nadie lo entendía aún?

─Te he dicho que lo sueltes ─ordenó nuevamente, esta vez en un tono más lento y ronco que antes.

Gi-Hun apretó los labios e intentó soltarse una vez más, pero el guardia apretó aún más el agarre, como si estuviera desafiando de alguna manera a In-Ho.

Aquella acción hizo que Gi-Hun se quejara otra vez, pero esta vez un poco más fuerte debido a la presión ejercida y a la fricción que hacía la tela de la ropa con su piel, quizá, ya enrojecida.

Traición | In-HunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora