Capítulo Final: Pecas

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— ¡Lo tenemos! —exclamó finalmente la doctora, y el pitido continuo del monitor fue reemplazado por el irregular pero reconfortante sonido de los latidos del corazón.

Carlos levantó la cabeza de golpe, sus ojos buscando desesperadamente cualquier señal de vida en Sergio. Aunque seguía inconsciente, su pecho subía y bajaba de nuevo, y el equipo médico comenzaba a estabilizarlo.

— Está fuera de peligro... por ahora —dijo la doctora, girándose hacia los alfas. Su tono era firme pero advertía que la lucha aún no había terminado.

Carlos se levantó tambaleándose, acercándose a la cama con una mezcla de alivio y temor.

— Gracias... —susurró, su voz casi inaudible, mientras tomaba la mano de Sergio con cuidado, como si temiera que volvería a romperse.

Max, a su lado, dejó escapar un suspiro tembloroso, sus ojos llenos de emociones que no podía verbalizar. Ambos sabían que la batalla aún no estaba ganada, pero en ese momento, el simple sonido de los latidos del corazón de Sergio era suficiente para darles una pequeña esperanza.

Las semanas pasaron con una lentitud tortuosa, pero el milagro ocurrió: Sergio comenzó a mejorar. Su piel recuperaba algo de color, y aunque su cuerpo seguía débil, sus ojos volvieron a abrirse con esa chispa que Carlos y Max tanto habían temido perder. Los pequeños momentos, como verlo sonreír levemente o escuchar su voz en susurros, se volvieron el centro del universo de ambos alfas.

Una tarde, mientras el sol bañaba la habitación con un cálido resplandor, Max se encontraba sentado al lado de Sergio, sosteniendo su mano con cuidado. Carlos estaba afuera, entreteniendo a los bebés, dándoles tiempo a solas. Sergio le sonrió débilmente, sin saber que ese momento sería el último en el que Max se permitiría estar tan cerca de él de esa manera.

— ¿Estás bien? —preguntó Sergio, su voz apenas un susurro.

Max asintió, aunque su sonrisa no alcanzaba sus ojos.

— Siempre estaré bien mientras tú lo estés, cariño —respondió, apretando suavemente su mano.

Sergio lo miró, confundido por el tono melancólico en sus palabras, pero antes de que pudiera preguntar algo, Max se inclinó para besar su frente. Fue un beso suave, casi de despedida, y Sergio lo notó.

— Max... ¿qué pasa?

El alfa negó con la cabeza y se levantó con cuidado, evitando los ojos de Sergio.

— Solo descansa. Necesitas recuperar tus fuerzas.

Horas más tarde, Max salió al pasillo, donde Carlos lo esperaba. Habían tenido sus tensiones, pero en ese momento no había ni rastro de rivalidad en sus ojos. Carlos sabía que algo andaba mal.

— ¿Qué pasa? —preguntó, cruzándose de brazos.

Max respiró profundamente, como si cada palabra que estaba a punto de decir le costara un pedazo de su alma.

— Voy a dejarlo ir.

Carlos frunció el ceño, confundido.

— ¿Qué estás diciendo?

— Estoy diciendo que esto no puede continuar. Estar conmigo significa que siempre habrá peligro. No solo por mi familia, sino por todo lo que mi vida implica. Jos casi lo mata, Carlos. Si sigo aquí, no será la última vez que esté en riesgo.

Carlos lo observó, sorprendido por la sinceridad y el dolor en las palabras de Max. Por primera vez, vio algo más allá de la arrogancia: un amor tan profundo que estaba dispuesto a sacrificarse para protegerlo.

"Pecas Maleducadas."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora