Noah
Estamos a pocos días del aniversario, realmente a dos. La situación con Lucía es incómoda; apenas cruzamos palabras para organizar un baile para el aniversario, uno que está a cargo de la profesora de educación musical. Aunque le haya dicho que no la quiero cerca, sigue siendo mi maestra.
Algo cambio en mí, me hacía mal, posiblemente la culpa. Mis calificaciones han bajado, para mi suerte no de una manera alarmante, sé la razón: culpa, tristeza, dolor.
¿Alguna vez han sentido que el corazón se les estruja? Como si alguien de repente quisiera arrancarlo.... Yo lo siento.
Eso desencadeno una pequeña enfermedad; al parecer, mis defensas han decidido no hacer su trabajo. Me duele la cabeza, siento ardor en los ojos y, por alguna razón, mucho frío. Mis padres culpan a estas cosas de mi bajo desempeño escolar; agradezco eso, pues no podría decirles que me siento así por ella, que cada día tengo ganas de decirle que me gusta, que todo lo que dije fue una tonta mentira. No importa que no me corresponda, quiero decírselo.
En realidad… sí me dolería que me dijera que no siente lo mismo. Pero necesito expresarlo. No creo que el amor se haya hecho para simplemente esconderlo. No, estoy segura de que ese sentimiento tan hermoso está hecho para gritarlo, para vivirlo, para desbordar de amor con esa persona.
Recuerdo la charla con la hermana, después de la segunda semana en la que Lucía ni me dirigió la mirada, ni siquiera en la iglesia. La hermana se acercó a hablar conmigo ese día.
Flashback
—Sí… me gusta ella.
—Lo sé, noto cómo la buscas con la mirada y… no te mentiré, el día de la salida escuché algo, lo siento por eso —sigo con la mirada en el suelo; algunas lágrimas escapan, pues admitir que ella me gusta es algo difícil—. Cuando noté cómo la mirabas, me di cuenta de que era la misma mirada con la que yo miraba a mi esposo.
Me limpio la nariz y por fin la miro a los ojos; tiene una sonrisa comprensiva que me hace sentir mejor.
—¿Usted… no cree que esto esté mal? ¿No cree que simplemente es una etapa?
—¿Tú lo crees así? —Me mira a los ojos y yo niego.
—Pero… la Biblia dice que es pecado, incluso dice que es una abominación…
Las lágrimas vuelven; no quiero decepcionar a mis padres, sé que si ellos se enteran, me mandarían a un país lejos de ella y de toda la sociedad.
—Te entiendo, mi niña, pero recuerda que esos libros pasaron por muchas manos, antiguamente no se refería a la homosexualidad, sino a algunas prácticas específicas como la prostitución o la explotación —acaricia mi hombro en forma de consuelo—. Dios es amor y nos ama a todos por igual, no te dejará de amar porque ames. Muchos cristianos se casan simplemente porque creen que Dios así lo dijo, que el hombre y la mujer deben casarse para tener una familia; la mayoría termina en un divorcio porque no hay amor en esos matrimonios. Puedes darte cuenta de que su idea solo es “procrear”, sin amor, sin apoyo mutuo, sin compromiso. Pero el amor va más allá de solo procrear. Amar a alguien no es pecado, Noah, y Dios no te condenará por ello.
Me abraza; dejo que todas las lágrimas salgan, pues esas simples palabras han calmado mis miedos.
Fin del flashback
Si bien aún tengo miedo, ha disminuido considerablemente. La idea de ir a su casa y hablarle hoy me está tentando. Tengo que disculparme, casi un mes tarde… Mejor tarde que nunca, ¿no?
—Sigues muy ida —Sofía me toca la punta de la nariz—. Vinimos a ver a Miguel jugar y tú estás de viaje en Saturno; oh, espera, creo que ya visitaste todos los planetas posibles, porque estás así desde hace tiempo —niego; aún me arden los ojos—. ¿Qué tienes? ¿Pasó algo con tus padres?
—No, no es eso.
Miro a otro lado, parece que busco a alguien.
—¿Recuerdas cuando nos hicimos amigas?
Asiento; ¿cómo podría olvidarlo?
Nos habían convocado a las pruebas olímpicas de química, y aunque ella estuviera en mi salón, no nos hablamos. Nos emparejaron para representar a nuestro colegio; ella es muy inteligente y tenemos el mismo humor rarito. Ese mismo día ella recibió una llamada de su madre; ahí se enteró de la muerte de su padre, un accidente automovilístico. La vi llorando y sin dudarlo la abracé, prometiéndole que no estaría sola, que siempre estaría con ella para cuidarla.
—Ese día me dijiste que me cuidarías como a una hermanita —toma mi mano y entrelaza nuestros dedos—. Lo cumpliste, y luego te dije que yo también te cuidaría. Sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras, incluso si quieres robar un banco, yo estaré ahí.
Aunque no lo demuestre tan seguidamente, Sofía es de las personas más tiernas que he conocido; por supuesto, mi mejor amiga tenía que ser de las mejores.
—Lo que sea que te esté pasando, aunque no quieras decirlo, sé que podrás con ello. Vamos, eres Noah Sandoval, la mejor en todo, cualquier cosa que hagas, la haces muy bien.
Sus palabras me hacen sonreír.
—¡Uh! ¡Mira! ¿Esa no es la profesora? —Miro a la misma dirección que ella mira—. Uhm, pero… hoy no le toca clases, qué raro. Tal vez vino por algo de su hermano… o le gusta mucho el colegio.
Es Lucía… está hablando con el profesor de educación física, se ve muy enojada.
—¿Cómo sabes su horario? —pregunto aún mirando a Lucía; se acomoda el cabello, parece muy frustrada. En cambio, el profesor de educación física simplemente parece informarle algo que seguramente tiene que ver con el colegio.
—El profesor Arturo le estaba coqueteando, bueno… intento de coqueteo diría yo, los escuché por el pasillo —suelta una pequeña carcajada—. La profesora le dejó muy en claro que no quería hablar con él a menos que se tratara de trabajo —chasquea la lengua—. ¿No crees que es interesante? Me dio curiosidad y averigüé eso de ella, tampoco es imposible de deducir, los únicos días que vienen están contados. ¡Mira! ¡Miguel nos está saludando!
Quito la mirada de Lucía para ver a Miguel; seguimos siendo amigos. Para mi sorpresa, a pesar de lo que le dije, sigue siendo igual de detallista; seguramente tiene la idea de que tal vez en algún punto me llegaré a gustar…
—¡Salúdalo! —Sofía, tomando mi mano, hace que lo salude; él vuelve a su juego luego de dedicarnos una sonrisa—. Me sorprende que no te guste. Yo le hubiera dado luz verde.
—Si te gusta, puedes hacerlo —busco a Lucía, pero ya no está. ¿Dónde se habrá ido?
—Jajaja, no te pongas celosa, es broma.
—Noah —Lucía aparece a mi lado, haciendo que pegue un grito.
—¡Dios mío! —Sofía se pone una mano en el pecho—. Profesora, nos asustó.
—Buenos días a ustedes también —Lucía tiene la mirada seria; avergonzadas por no haberla saludado, Sofía y yo bajamos la mirada—. Bien, Noah, la profesora de educación musical quiere hablar contigo.
—¿La profesora María? —ella frunce el ceño, parece tratar de recordar algo. ¿Por qué es tan tierna?
—Sí… ella. Acompáñame.
Se da la vuelta. No recuerdo haberme metido en algún problema; jamás lo hice.
Miro a Sofía con pánico, ella se burla con la mirada; sí, así de seria es mi amiga.
Sigo a Lucía, ni siquiera voltea a comprobar que la sigo, yo parezco un perrito que sigue a su amo.
¿Será esta la oportunidad de arreglar las cosas? Me da un poco de nervios hablarle después de lo ocurrido.
Llegamos a la sala de profesores donde la profesora María está sentada, al verme sonríe.
Lucía se va y se para a lado de la profesora.
—Toma asiento, Noah.
Esto se puso serio.
—Noah… la razón por la que te llamamos es por tus calificaciones de este último mes —la profesora María entrelaza sus manos; me recuerda al meme de un gato que Sofía me ha mandado, intento no reírme al recordarlo—. Todos nuestros alumnos son importantes, por ello tenemos la ayuda de la psicóloga —Lucía parece desesperada, moviéndose de un lado a otro—. Queremos asegurarnos de que todos nuestros estudiantes estén bien, sobre todo si se trata de nuestra mejor alumna.
Asiento; no sé qué más hacer.
—Si tienes algún problema, podemos apoyarte en lo que necesitas.
Oh, era por eso, la razón de mi bajo desempeño se llama mal de amores y está a su lado, profesora María.
No puedo decir eso.
—No tengo ningún problema, solo… —trato de buscar una excusa—… es estrés, pero ya estoy bien, recuperaré el ritmo.
Ella asiente, aunque parece no convencerla; Lucía sigue moviéndose de un lado a otro.
—Tu tutora ha hablado con todos los profesores, y podrías hacer trabajos extra para reponer la nota que perdiste este mes —miro a Lucía; no parece importarle—. No queremos que bajes tu desempeño, sabemos lo dedicada que eres a los estudios.
—Gracias por preocuparse, profesora, pero estoy bien.
Bien mal por ella.
—Bien, cualquier cosa estamos para ti. Profesora Lucía, puedes decirle los trabajos que debe hacer, tengo clases, así que nos vemos después.
La profesora María toma su bolso y se retira de la sala, Lucía ocupa su lugar.
Hay un silencio palpable por unos momentos mientras ella saca unas hojas.
—Seguramente es el karma —la escucho susurrar.
—¿Qué?
—Nada, tuve que pelear por ti, con muchos profesores, doce para ser exactos —me desliza una hoja—. Debes presentarlo a cada uno de los profesores.
—Uhm —tomo la hoja; hay una lista de tareas—. Gracias… yo… —me aclaro la garganta, tengo esta oportunidad para por lo menos decirle que lo que dije fue una tontería—. Sobre lo que pasó ese día…
—Olvídalo —miro sus ojos, ella intenta sonreír, pero se ve que es falso—. Si quieres disculparte, olvídalo.
—No, es necesario, yo no debí decir aquello —presiono mi falda para tomar valor—. Estuvo mal; no quise… yo, no tenía razones para decirte eso.
—Noah, no eres la primera persona que me dice cosas así, simplemente olvídalo y sigamos como ahora, o como antes; realmente no me importa —se levanta.
Yo también lo hago; intento acercarme a ella.
—¡Tú me agradas! —digo un poco alto.
—¿Estás roca? —me mira entrecerrando los ojos.
—¿Roca? —digo confundida.
—No quiero llamarte loca, así que te diré roca —mira a otro lado—. Tsk, ¿eres bi?
—¿Qué cosa?! —digo alarmada, ¿acaso sabe que me gusta?!— ¡No! ¡A mí no me gustan las chicas!
—Me refería a si eres bipolar —me mira seria—. Y sí que lo eres —suspira—. Es muy fácil hablar contigo, también me agradas. Pero no te perdono.
Me avergüenzo ante ella y encima no me perdona, gracias, Universo.
—No sé qué quieres de mí realmente —se acerca mucho; por la diferencia de altura, tiene que bajar la mirada para verme a los ojos—. Así que, acláramelo.
—Yo… tú… me… —¡Dios mío, parezco retrasada mental! ¡Dios, eres tú? Llévame contigo—. Me… gustaría ser tu amiga.
—¿Y cómo por qué? —susurra.
—Yo… no me sentía bien por tu culpa.
—¿Qué? —retoma su postura.
—Me enfermé por tu culpa, porque tú te apartaste de mí —ya lo arruiné.
—No sabía que era portadora de un virus.
¿Por qué es tan difícil decírselo? Ya lo recuerdo: miedo.
—Me sentí mal por tu culpa, porque tú te apartaste de mí.
—Niña, tú me pediste eso y lo respeté; tú eres la que está pidiendo disculpas —se enoja.
Noah, cállate.
—¡Pero no quería!
Bien hecho, Noah.
—¿No querías qué?
—¡Que te alejaras de mí! —casi grito eso. Bien, Noah, es ahora o nunca; no tendrás una oportunidad como esta, y sí, estás arriesgando tu corazón de pollo por ella, pero lo vale.
Sí. Sé que ella lo vale, si voy a irme al infierno por ella, pues quiero arder… Suena raro.
Concéntrate.
—Lucía…
—¡Profesora Lucía! ¡Aún sigue aquí, qué gusto! —Lucía se aparta de mí lo más que puede, y yo me quedo con todas las palabras en la punta de la lengua.
—Director, buenos días —saluda ella, el director parece estar feliz con su presencia, porque pasa de mí como si no existiera. Lo comprendo; a ese señor viejo también le gusta Lucía.
¿A quién no le gusta Lucía? Estoy segura de algo: tengo competencia. ¡Agh! ¿Cuándo decidí que me arriesgaría por ella?
Comienzo a creer que sí soy bipolar…
Salgo de ahí. Estoy roca, digo, loca. Lucía tenía razón en eso.
Definitivamente hay algo mal en mí; ¿estoy enamorada de ella? ¿Solo me gustaba? ¿Y si me tiro de un puente? Me iré a llorar.

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Mi Ángel
Teen FictionNo crei que el amor me llegaría a los 24, mucho menos que era una niña de 17. ¿Problemas? Uno: es menor. Dos: es hija del pastor. Tres: a mi hermano le gusta. Cuatro: ¡es mi alumna! Y cinco: es una chica... Aunque lo último a mi no me importab...