capítulo 8

5K 436 54
                                    

Noah

—Cuando me dijiste que iban a ser niños de 13 a 10 años, no crei que te referías a que yo cuide a un bebé, Noah. ¡Gracias! ¡¿Y dónde está Sara?! —Me río ante la frustración de Lucía.

Apenas llegó, se quejó de todo. Sobre todo del calor. Esto es una combinación de acuario y parque. Los adultos y los jóvenes se han ido a otra zona, ¡quién sabe para qué!, y nosotros nos quedamos cerca de los parques para cuidar a los niños.

Una de las hermanas ha pedido que cuidemos a su hija, una linda bebé que está en los brazos de Lucía ahora.

—Solo será un momento, y Sara y Miguel están sacando los bocadillos para los niños —Todos los niños, que no pasan de 15 a 10, están en el parque a unos pasos de nosotras. Se oye su risa, se nota que se divierten.

—¡Ugh, yo quiero ir a jugar con los niños! Cuida a la niña, ¡por favor! —Me mira con súplica. Yo niego, divirtiéndome con la situación. Ver a Lucía así me hace pensar…

¿Cómo sería ella como madre?

La niña se ve tranquila en sus brazos, a pesar de que Lucía se queja.

¿Por qué de repente me siento atraída hacia ella?

Ayer lloré un poco por eso. No quiero sentirme así, incluso si se siente bien. Todo lo que me han enseñado dice que está mal. Porque una chica solo podría estar con un chico, ¿verdad?

Además, dudo que a ella yo le atraiga. ¿Qué podría ofrecerle yo que otra persona de su misma edad no pueda? Eso me lleva al tema de la diferencia de edad entre ella y yo: siete años. ¿Está mal?

Sí. Definitivamente sí… Aunque no… Hay personas en la iglesia que son pareja y hay una diferencia de edad de al menos diez años.

Sin embargo, estoy segura de que ninguna de esas parejas se enamoró a los 17, tal vez arriba de los 20.

No estoy enamorada, no.

La iglesia ya nos ha hablado sobre esto, en la adolescencia: “Satanás podría tentarte de distintas formas; es decir, que cuando tus hormonas están locas, te tientas a probar cosas nuevas, y entre ellas está la homosexualidad”. Nos advierten tanto sobre eso que su discurso está grabado en mi mente.

“Sentirte atraída a alguien de tu mismo sexo en estos tiempos es normal; solo recuerda que a Dios no le gustaría que practicaras esas cosas, y realmente es temporal.”

Dicen que respetan a las personas homosexuales; sin embargo, apostaría un millón de dólares a que si alguien de la iglesia dijera que se siente atraída por alguien de su mismo sexo, harían un exorcismo ahí mismo.

No sé cómo sentirme. Tal vez tienen razón, podría ser temporal. Lamentablemente, no me molestaría caer por ella…

—Ugh, niña, me duele la mano, ten —Estoy perdida en ella, que ni siquiera reclamo cuando me da a la niña.

Lucía aún tiene la venda en la mano. Ayer, al despedirnos, le dije que no se la quitara por lo menos en tres días; una quemadura leve sanaría en ese tiempo.

Aún me siento culpable por lo de su mano.

—¡Ya llegamos!

Miguel y Sara aparecen con todas las cosas. Como Sara no fue ayer a comprar las cosas, dice que se encarga de los bocadillos para los niños. No creí que traería tanto, pues Miguel viene cargado de muffins, gelatinas, chocolates… No…

Bueno, al menos me comeré algunos muffins.

—¿Trajiste mi pistola de agua? —Emocionada, Lucía busca entre las cosas que Sara trajo.

Sara es una hermana de 21 años, pequeña y siempre en calma, muy callada, diría yo.

—Hermana Lucía, por favor reúne a los niños, jugaremos algo juntos —indica Sara. Ella asiente sin refutar.

Miguel se acerca a mí sonriendo.

—Te ves linda. Cuando seas madre, seguirás luciendo igual de linda —Miro a otro lado. Aún no le he dicho a Miguel que no me gusta de esa forma; eso me hace sentir culpable, porque Lucía tiene razón, le estoy dando falsas esperanzas a un chico muy bueno.— ¡Qué linda bebé!

Le toca las mejillas al bebé, haciendo que esta despierte y, como normalmente reacciona un bebé, termina llorando.

¡Ay, no!

¿¡Cómo se calma a un bebé?!

Entro en pánico tratando de calmarla.

—¿Necesitas ayuda, hermana Noah? ¿Quieres que llame a la madre del bebé? —Sara me mira preocupada.

—No se preocupe, hermana, nosotras la calmamos —dice Miguel calmado. Mira a la bebé y comienza a hacer caras graciosas tratando de que la pequeña ría, pero no funciona.

Lucía llega riendo con los niños; uno de ellos está colgado de ella como un koala. Al ver mi rostro en pánico, su rostro cambia; baja al niño para acercarse.

—¿Qué pasó?

—Niños, formen una fila —Sara les da una orden a los niños—. Calmen a la niña.

Lucía vuelve a cuestionar con la mirada.

—Miguel la despertó por error.

Lucía mira con enojo a su hermano, y este simplemente sonríe.

—Tu cara de tonto la asusta, ¡aparta! —Lo empuja levemente.

—Ah, sí. ¡A ver, cálmala tú! —Desafía a su hermana con la mirada.

Lucía sonríe de una forma que no podría explicar; parece malicia y convicción.

—¿Me permites, Noah?

Cuidadosamente le doy a la niña; sigue llorando. Lucía comienza a mecerla. Miguel y yo miramos expectantes de lo que pasará.

Poco a poco, la bebé se calma, pero sigue lloriqueando de manera más silenciosa.

—¿Puedes cantar algo?

Me mira aún meciendo a la niña en sus brazos. Yo asiento; sé muchas canciones, pero no para dormir a una niña.

Así que canto una canción que sé de memoria.

—I don't know who I'd be if I didn't know You… I'd probably fall off the edge… I don't know where I'd go if You ever let go… So keep me held in Your hands…

Canto de manera calmada y más suave que el ritmo original de la canción. El bebé lentamente comienza a calmarse. Tarareo los siguientes versos. Solo unos segundos después, la bebé cierra sus ojitos de manera tierna.

—¿Te he dicho que me encanta tu voz? —Rompe el silencio Miguel. Yo sonrío apenada.

Todos los demás dicen que cantar se me da bien y realmente me gusta, pero sé que mis padres no me dejarían dedicarme a ello.

Lo cual me deprime un poco, pues amo la música y me gustaría dedicarme a ello.

—Shhh. ¡La despertarás de nuevo! —Susurra Lucía con enojo—. Además, te gané, me debes 50.

—Pero…

—Pero nada. Dile a Sara que llame a la madre de la niña antes de que despierte otra vez y tengas que ser tú quien la calme —Miguel rueda los ojos con fastidio, pero se va.

—Cantas muy lindo, por cierto. Digo, te he escuchado cantar miles de veces en la iglesia, pero… —Sonríe de manera nerviosa—. No te había puesto tanta atención…

Lo normal, sé que casi nunca le pone atención a cualquier cosa relacionada con la iglesia. No me sorprende.

—Bueno, me alegra que ahora sí pongas un poco de atención —digo mirando a la bebé; se ve tan linda.

De alguna manera, se siente bien que ella lo diga.

Esperamos unos minutos a que Miguel venga con la madre de la niña; no recuerdo el nombre de la hermana. Pero es agradable; es una de las pocas personas de la iglesia que realmente trataría de entenderte para darte consejos.

—¿No les causó problemas? —Se acerca con una sonrisa radiante—. Gracias, Lucía, en serio te lo agradezco.

Lucía asiente, entregándole a la bebé.

Miguel se pone detrás mío, colocando sus manos en mis hombros. Estoy acostumbrada; hace lo mismo en el colegio o en la iglesia.

—Noah también la cuidó, será una excelente madre —Ahora que lo dice otra vez, no he pensado en tener hijos, aunque en unos 25 años no me molestaría tenerlos. Sobre todo si se parecieran a Lucía…

Espera, ¿qué?

No, no, no.

Me aparto de Miguel. Tener a ambos hermanos cerca, sabiendo que uno está enamorado de mí y yo estoy encontrando sentimientos hacia su hermana, me pone nerviosa y a la vez me hace sentir muy culpable.

—Gracias por cuidarla, los dejo, espero se diviertan con los niños —Sé que su comentario viene con algo de burla.

Tal vez… Necesito hablar con ella.

Se va, dejándonos solas. Sara está a unos metros de nosotras, hablando con los niños. No digo nada más y me acerco a ella. Lucía y Miguel vienen detrás mío, también en silencio.

 *

Descubro que la hermana Sara es muy buena con los niños, al igual que Lucía, y por supuesto Miguel. Al contrario de mí, que estoy sentada comiendo muffins de arándanos, los tres juegan. Parece más una guerra entre Sara y Lucía contra Miguel, porque todos, incluyendo a los niños, lo mojan a él, ya sea con globos o pistolas de agua.

Seguramente los tres tendrán un resfriado. A pesar de que el sol nos hace compañía, ninguna de las tres, ni yo, hemos traído un traje de baño, y si lo trajeron, aún no se lo han puesto.

Veo cómo Lucía le da en la cara a su hermano, mientras este intenta retroceder y huir. ¿Su risa siempre ha sido así de bonita?

Inconscientemente, también sonrío. Y como si la llamara con el pensamiento, me mira. ¡Tonto corazón!

Cálmate. Por favor, no quiero sentir esto. No.

Algunas lágrimas aparecen. Odio ser sentimental, más ahora. Lucía borra su sonrisa y de inmediato viene hacia mí.

—Noah, cálmate. — me digo a mi misma.

Intento secar las lágrimas; demasiado tarde, ella ya está a mi lado.

—¿Estás bien? ¿Qué te pasó? —pregunta con mucha preocupación. Se le nota en su voz y en el rostro tan lindo que tiene.

Me levanto e intento huir.

—Nada, solo, me entró algo en el ojo.

No quiero que me guste Lucía, pero se escuchaba tan tierna… De todas formas, no me deja escapar, pues toma mi rostro y mira mis ojos, tratando de buscar al culpable de mis lágrimas.

—No hay nada, Noah. Excepto tus hermosos ojos avellana —una risita escapa de ella.

Y yo, toda sentimental, vuelvo a llorar. Dios, seguramente es la regla; recordaré revisar mi calendario.

—Lo siento, no quería incomodarte —sin previo aviso me abraza; termino cerca de su cuello, oliendo su perfume. Lo reconozco: vainilla. ¿Su aroma siempre ha sido este?

Mis manos van a su camisa, presionando. ¿Por qué Lucía no puede comportarse de mala manera conmigo como con su hermano? Tal vez así no me gustaría, porque ¡tiene que ser tan perfecta!

¿Por qué tiene que estar aquí abrazándome? Tal vez si no lo hiciera, no me gustaría su perfume; tal vez si no lo hiciera, sus brazos no me harían sentir tan bien.

Lloro por eso, porque me gusta Lucía, la hermana de mi amigo, la chica rebelde de la iglesia, mi profesora… Y como cereza del pastel, ella es mayor y yo solo una niña a la cual le gusta.

—Noah, perdón, ¿quieres que haga algo por ti? —Pero no puedo sentir nada por ella, está mal. Por más que se sienta bien.

La empujo de manera brusca; tal vez si intento odiarla, tal vez así deja de gustarme.

—¡Sí! ¡Quiero que te alejes! —Reclamo. Ruego que Sara y Miguel estén entretenidos y no vean esto.

Ella me mira preocupada y a la vez desconcertada.

—¿Qué tienes?

—Conozco a las personas como tú. Mira cómo vas vestida, pareces una cualquiera. Esa ropa barata y provocativa solo atrae a hombres que seguramente no quieren nada bueno. ¡Qué asco! Te comportas como si no tuvieras ningún valor, ningún respeto por ti misma. Tu falta de decencia es una ofensa a Dios y a cualquier persona decente. Y por si no te has dado cuenta, ¡no quiero tener nada que ver contigo! ¡Aléjate de mí, que no te quiero cerca!

No pienso eso de ella… Solo digo las cosas que las personas de la iglesia no se atreven a decirle en la cara. La mayoría solo la juzga por su forma de vestir; siempre se ve provocativa… Algo me dice que me arrepentiré de esto.

Ella me mira con enojo. Mis lágrimas no paran; estoy dañando a alguien que solo me hizo sentir bien.

—¿Eso crees de mí? —A pesar de que parece enojada, también escucho tristeza en su voz—. Tú… Creí que no eras como tus padres o cualquier otra persona. Ya he escuchado lo que me has dicho; ahora entiendo que una Barbie como tú no podría estar ni cerca de alguien como “yo”. No te preocupes, no volveré a estar cerca de ti.

Se va enojada. Miguel viene hacia mí, ignorando a su hermana.

—¿Qué pasó con Lucía? ¿Te hizo algo? —pregunta enojado al verme con lágrimas. Yo niego.

¿Y si intento enamorarme de él? No. Eso sería muy malo de mi parte, aunque con lo que he hecho…

—Miguel… —tomo sus manos—. Yo no quiero darte falsas esperanzas; te quiero, pero solo como amigo.

Suelto de frente, sin rodeos.

Él sonríe de manera comprensiva. No puedo estar más confundida y triste que ahora.

—Lo sé. Pero… —besa el dorso de mis manos—. Yo te amo; no te digo que me correspondas, simplemente déjame amarte, incluso si no recibo el mismo amor de tu parte. Quiero quedarme contigo, aunque sea como tu amigo. Todo de mí ama todo de ti.

¿Este chico es real?

Por eso es uno de mis amigos; en realidad solo lo tengo a él y a Sofía. Pero con ambos basta; no podría pedir más en cuestión de amistad. Lo quiero demasiado, y espero que en algún momento se enamore de alguien más.

La chica que vaya a estar con él será afortunada; no en todos lados encuentras a un chico con metas, detallista, aunque se le olviden ciertas cosas, amable y lindo. Me abraza y el peso de la culpa disminuye… para luego sentirse más pesado, porque, aunque yo no era importante para ella, cuando se fue, vi en sus ojos cómo le dolió que yo, como muchos, la juzgara, e incluso la apartara.

Lo siento, Lucía. Realmente… No sé lo que hice.

Me siento de una manera inexplicable ahora, a pesar de haber aclarado las cosas con su hermano. Haberle dicho eso a Lucía me enoja.

Sí, estoy enojada conmigo misma. Quiero gritar, llorar y golpearme si fuera posible… Quiero… quiero que Lucía me vuelva a abrazar para sentirme en calma.

Pero ¿cómo ir a pedir ayuda a alguien que yo misma alejé? Qué curioso es que, cuando estás mal, quieras estar en los brazos de la persona que tú misma dañaste. Era como clavar un cuchillo a la persona que te lo dio… No tengo perdón.

Mi Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora