Capítulo XIV: Amores

945 107 26
                                        


"— Yo me pienso casar con-"

Un estruendo rompió la tensión en el jardín. Las cabezas de todos se giraron hacia la puerta trasera, donde las mucamas intentaban desesperadamente detener a Jos Verstappen, que había irrumpido en la mansión como un vendaval.

— ¡Dije que quiero ver a mi nieta ahora mismo! —rugió Jos, apartando a una de las empleadas que trataba de bloquear su camino con los brazos extendidos.

Sergio rodó los ojos, apretando a Oliver contra su pecho mientras Carola comenzaba a inquietarse, aferrándose a su pantalón.

— ¿Es en serio? —murmuró Sergio, mientras Carlos y Max intercambiaban una mirada de incomodidad. Max avanzó un paso hacia su padre, con las manos en los bolsillos, tratando de no explotar.

— Papá, ¿qué haces aquí? —preguntó con los dientes apretados.

Jos lo ignoró por completo, su mirada se clavó en Sergio.

— No me importa con quién decidas casarte o lo que sea que estén discutiendo, pero mi nieta... —dijo, señalando hacia Carola—. Ella es una Verstappen. No puedes alejarme de ella.

Sergio dejó escapar un suspiro profundo.

— Jos, con todo respeto, estás irrumpiendo en mi casa. Mis hijos no necesitan este tipo de escenas.

— ¿Escenas? —Jos soltó una carcajada seca y dio un paso hacia él—. No es una escena, Sergio. Es un hecho. Carola es una Verstappen, y merezco verla cuando lo desee.

Carlos intervino, poniéndose entre Jos y Sergio.

— Ya basta, Jos. Esta no es la manera. Tienes derecho a verlos, pero no puedes venir aquí como si dominaras el lugar.

— Tú cállate, Sainz. —Jos lo fulminó con la mirada—. Ni siquiera deberías estar aquí.

Max soltó una risa incrédula.

— ¿Perdón? ¿Y qué hay de mí? ¿Vas a actuar como si no tuviera nada que decir?

Jos levantó una ceja.

— Tú deberías estar de mi lado, Max. Eres un Verstappen, no un Pérez.

La tensión en el ambiente era palpable, y Sergio, agotado por la situación, finalmente alzó la voz.

— ¡Ya basta! —exclamó, haciendo que todos se callaran de inmediato—. Jos, estás cruzando una línea. Mis hijos no son trofeos ni objetos para reclamar.

Jos lo miró fijamente, pero antes de que pudiera responder, Carola alzó sus pequeños brazos hacia Sergio, llamándolo con un suave:

— Papá...

El omega se agachó para cargarla, abrazándola con fuerza mientras Oliver también comenzaba a inquietarse.

— Si vienes aquí a causar problemas, Jos, entonces no tienes cabida en nuestras vidas —dijo con firmeza, mirando directamente a los ojos del hombre.

Jos se quedó en silencio, sorprendido por la determinación en el tono de Sergio. Sin más, dio un paso atrás y se acomodó el saco.

— Esto no termina aquí —dijo con frialdad, antes de girarse y salir de la mansión sin decir una palabra más.

Cuando el silencio volvió a reinar, Sergio dejó escapar un largo suspiro, mientras Max y Carlos lo miraban con una mezcla de admiración y preocupación.

— Bueno, eso fue... intenso —murmuró Carlos, llevándose una mano a la nuca.

— Sí, pero manejaste bien a mi padre —añadió Max, con una leve sonrisa—. Aunque ahora quiero amarrarlo al sofá con cinta adhesiva también.

"Pecas Maleducadas."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora