Capítulo XIII: Decide

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La tensión en el hospital era palpable, incluso en los momentos más pequeños. Aunque Sergio intentaba mantener la calma, sabía que tanto Carlos como Max estaban al borde de perder la paciencia en cualquier momento. Los abuelos de los pequeños no ayudaban en lo absoluto, especialmente Jos, cuyo desprecio hacia Sergio era tan evidente como su obsesión por su nieta.

Jos miraba a la niña con una mezcla de orgullo y posesividad, como si ya fuera una extensión de los logros de su apellido. Aunque apenas había pasado un par de días desde su nacimiento, el hombre ya comenzaba a trazar planes que involucraban a la pequeña. Sergio, aunque notaba esos detalles, prefería no enfrentarlo; ya tenía suficiente con los alfas peleando por él.

Sin embargo, lo que no esperaba era que Jos, con toda su arrogancia, se acercara a Carlos. De manera repentina, le jaló del brazo, llevándolo fuera de la habitación con un movimiento brusco que dejó a Sergio desconcertado. Carlos apenas tuvo tiempo de mirar hacia atrás antes de que la puerta se cerrara detrás de ellos.

En el pasillo, Jos soltó el brazo de Carlos con un gesto de desprecio, enderezándose mientras lo miraba con frialdad.

— Escucha bien, Carlos —comenzó, su tono cargado de autoridad—. A mí no me interesa lo que tú y Sergio tengan. Podrás quedarte con él si quieres. Podrás jugar a ser el "buen padre". Pero... —hizo una pausa, su mirada clavándose como dagas en el español—. Esa niña es Verstappen. Y yo me quedaré con ella.

En el pasillo, la tensión se hacía insoportable. Carlos mantenía una postura firme, decidido a no ceder ante Jos, pero el hombre mayor tenía algo bajo la manga. Se acercó más al español, con una sonrisa ladeada que no auguraba nada bueno.

— Sabes, Carlos —comenzó Jos con un tono deliberadamente tranquilo, como si estuviera disfrutando del momento—, tú tienes mucho más que perder en esta situación.

Carlos frunció el ceño, sus manos apretándose en puños mientras trataba de mantener la calma.

— No tengo nada que perder contigo, Jos. Ni tú ni tu poder me asustan.

Jos dejó escapar una carcajada seca, cargada de superioridad, antes de dar un paso hacia adelante, invadiendo el espacio personal de Carlos.

— ¿De verdad crees eso? —susurró con veneno—. ¿Qué pensará Sergio cuando le diga por qué, en realidad, te acercaste a él?

Carlos sintió un nudo en el estómago. Su cuerpo entero se tensó, pero no dejó que Jos viera la grieta en su fachada.

— No tienes nada, viejo —replicó con dureza—. Sergio sabe quién soy ahora. No hay nada que puedas decir que lo haga dudar de mí.

Jos ladeó la cabeza, como si estuviera evaluando cada palabra del español. Luego sonrió con un aire de triunfo.

— Oh, Carlos. Qué ingenuo eres —dijo, casi en un susurro—. ¿De verdad crees que Sergio aceptará saber que el gran alfa que ahora jura protegerlo fue enviado originalmente para acabar con él? ¿Qué pensará cuando le diga que eras mi herramienta? Porque puedo asegurarte una cosa: no lo tomará bien.

Carlos sintió cómo la sangre se helaba en sus venas, pero no dejó que la expresión de su rostro cambiara. Se inclinó hacia Jos, su mirada intensa como un filo cortante.

— Escucha bien, Jos. Esa niña es tanto de Sergio como mía. Y si crees que vas a usar el pasado para separarnos, estás equivocado. Sergio es más fuerte de lo que piensas.

Jos dejó escapar un resoplido de burla, pero sus ojos brillaban con peligro.

— Dásela, Carlos. Dime dónde y cuándo, y prometo que me mantendré lejos de ustedes. Pero si decides seguir luchando... ya sabes qué diré.

"Pecas Maleducadas."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora