"Se acababan de conocer, pero sus ojos se miraban como si ya se quisieran".
Sarocha Chankimha es una popular escritora que debido a su aura misteriosa se ha vuelto bastante
popular.
Rebecca Armstrong, su más grande fan.
Leí muchos libros de amor, pe...
—Iré a trabajar, espero aún conservar mi empleo después de haberme ausentado tanto tiempo. —Mencionó Becky tomando un plato para servirse la comida de la menor. —Todo se ve delicioso, muchas gracias Nam.
—No pueden correr a la hija del dueño de la biblioteca. Les dije a todos que cogiste un resfriado y que por eso estarías ausente un rato. —Espetó su amiga cruzándose de brazos. —¿Cómo te sientes Bec?, ¿Ya estás mejor?
—Sigo con el corazón roto, probablemente llore todas las noches en mi habitación hasta quedarme dormida, pero voy a sanar, la vida tiene que continuar. Estando en casa solo me pondría más triste, tengo que despejar mi mente y no hay mejor lugar que en la biblioteca. —Contestó Becky sonriendo levemente. —Desayunemos juntas y después te llevo a la universidad en mi auto, ¿te parece?
—Está bien Bec.
Ambas desayunaron lo que Nam preparó en el comedor y Becky se la pasó elogiando el buen sazón de su amiga. En todo ese lapso la mayor trató de verse bien y sonreír para no dejarle ver a Nam su tristeza.
Pero la verdad es que estaba con el ánimo por los suelos, muy triste y desolada. Con ganas de dormir, algo demacrada y con unas ojeras enormes que tuvo que cubrir con maquillaje. Tampoco tenía apetito, pero no fue capaz de rechazar la comida que Nam preparó para ella.
Incluso durante el trayecto del viaje, la chica intentó animar a Becky contándole cualquier cosa para que pudiera dejar a un lado la tristeza. Lástima que no logró conseguir nada.
—Si no te vuelvo a ver, no entenderé porqué la vida me enseñó que tú existías. —Murmuró Becky para sí misma mientras se liberaba del cinturón de seguridad. —Esto está yendo peor de lo que suponía. Te hecho de menos todo el tiempo. Y me odio por eso...
Cuando Becky ingresó a la biblioteca, fue recibida por la recepcionista. Una alegre señora de al menos unos cincuenta años que siempre la recibía con una sonrisa cálida.
—Niña, ha vuelto, todos la extrañamos mucho.
—Buenos días señora Park, ¿Cómo se encuentra? —La saludó agitando su mano suavemente. — Me ausenté unos días, pero ya estoy aquí, lista para trabajar duro, ¿hay alguna novedad?
—Sí niña, hay una. —Respondió la señora Park entregándole un documento a Becky. — Su padre habló esta mañana muy temprano, al parecer firmó un convenio exprés con una escritora de renombre para que presente su libro nuevo aquí en la biblioteca pasado mañana.
—¿Cómo?, ¿así tan deprisa? —Preguntó Becky haciendo un mohín al leer el nombre de la dichosa escritora. —Sarocha Chankimha...
—Estoy igual de impresionada que usted mi niña, el correo me llegó esta mañana y hay mucho que hacer. El personal de la escritora comenzará a venir desde mañana para preparar su equipo, van a dar una pequeña conferencia y habrá firma de autógrafos. Los días estarán muy movidos hasta pasado mañana. —Comentó la señora Park. —Creí que su padre le avisaría sobre eso.
—Seguramente lo hará más tarde, debe tener mil pendientes. — Contestó Becky cerrando los ojos con frustración, ¿por qué justamente tenía que ser en ésta biblioteca? La vida no podría ensañarse más con ella. —Bueno, ya me voy a trabajar.
—Oh, casi lo olvido. —La señora sacó un cuaderno entre sus cosas. Becky abrió los ojos enseguida de verlo, era su cuaderno de frases y poemas, el mismo que había olvidado en la cabaña de Freen. — Una mujer muy amable lo trajo, se fue quizás cinco minutos antes de que usted llegara, me dijo que esto le pertenecía.
—Sí... es mío —Becky tomó el cuaderno con lentitud e intentó con todas sus fuerzas retener sus lágrimas. —Gracias señora Park, me voy a mi puesto de trabajo ahora.
—Que tenga un bonito día señorita Armstrong.
Becky asintió antes de echarse a caminar con los ojos fijos sobre su cuaderno. Freen sabía perfectamente dónde encontrarla, pero al parecer en sus planes no estaba buscarla.
—Soy una idiota al esperarte, porque sé que no vendrás...
En un momento de debilidad tuvo deseos de escribir una nueva frase, así que abrió su cuaderno y justo en la última página había algo que no recordaba haber escrito.
Bastaron diez días para que me enseñaras a querer bonito, a querer sin conocer, a soñar despierta, a vivir con el corazón acelerado, a dormir con el corazón vuelto loco. Tú me recordaste que todavía seguía viva y que podía volver a amar, me has enseñado a cerrar los ojos y respirar tu ausencia, a besarte sin tocar tu boca, a tocarte con mis suspiros, a acariciarte con mi amor, me tocaste sin ponerme un dedo encima, me hiciste el amor sin caricias, solo con tu voz, esa voz que tanto amo y que me dolería mucho no volver a escuchar.
Estoy jodida porque me he enamorado de tu alma, de tu personalidad. No de tu físico, (aunque eres preciosa). Es muy difícil soltar a alguien cuando es su alma lo que te ha enamorado.
Fuiste tú quien me enseñó a usar este corazón; quien me hizo ver que nada estaba perdido y que todo en mi era una obra de arte. Fuiste tú quien se atrevió a elegirme sin importar mis imperfecciones. Tú me das paz... el mar y tú me dan la misma calma.
Llegaste y me enseñaste que estar rota no era una debilidad y que tener cicatrices no significaba que fuéramos irreparables. Gracias por amarme, cuando ni yo misma lo hacía. Ojalá que seas tú, mi último intento, mi persona favorita, el hogar de mis miedos y mi más bonita casualidad.
Eres la única protagonista de mi historia y la cual amo que esté en el libro de mi vida. Tú y yo somos un 'nosotros', y aún estando separadas no lo dejamos de ser.
Atte: Sarocha Chankimha.
Becky tomó su bolígrafo y escribió algo en la página siguiente.
"Me podré despedir de ti una y mil veces más, pero seamos realistas, no sé cómo irme. Ni siquiera quiero hacerlo..."
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