Capítulo 3

5.6K 472 22
                                    

Lucía

-¿Profesora Pérez? -me doy la vuelta y veo a una chica con lo que parece ropa deportiva.

-Dígame.

-Mucho gusto, soy la profesora de educación musical. Como es la tutora del 6°D, quería coordinar con usted sobre la siguiente presentación; es en un mes, y sus alumnos están encargados del acto.

Por estas cosas no quería ser tutora. Apenas estamos en el segundo receso y ya me vienen con estas cosas... Puff.

-Sí... respecto a eso, no sé muy bien cómo se realizan las actividades... así que, si es muy amable de explicarme, me sería de mucha ayuda -sonrío con inocencia, y ella me devuelve la sonrisa. No parece tener más de 30 años; a diferencia de mí, es mucho más baja. Creo que tengo un ego inflado gracias a mi altura... nah.

-Bien, sus alumnos tienen que entregarme el cronograma sobre las presentaciones, tanto de ellos como de otros salones, incluyendo los de primer año, también...

-¿Disculpa, qué se celebra o para qué es el acto? -la detengo, pues no me queda claro nada.

-Es el aniversario del colegio, así que esta actividad es obligatoria. Normalmente se presentan bailes, música, educación física, etcétera. Entonces, usted debe organizarse con su salón. También quería recordarle que está encargada de todo lo que consumirán los profesores y, por supuesto, los invitados en la conmemoración.

¿Ah? ¿Yo? ¿Qué? ¿Nicki Minaj? Espera... ¿así no se es? ¿O sí?

-Profesora? -me saca de mi trance y la miro un tanto alarmada.

-¿Ah?

-Le decía que si me entendió -parece apurada, y yo también, porque quiero salir de aquí; ya no tengo más clases, así que puedo aprovechar este tiempo para visitar a mi abuela.

-Oh, sí, claro, perfectamente. Gracias por todo -ella sonríe y se va sin decir más; yo, por otra parte, también me voy hacia el estacionamiento.

Las visitas a mi abuela siempre son muy comunes en mí. Así que ir ahora antes de ir a casa me parece una idea que no puedo desaprovechar. Subo a mi motocicleta y la pongo en marcha.

Mi abuela siempre ha sido una parte fundamental de mi vida. Desde la primaria, antes de ir a casa, siempre iba a la suya, y ella, feliz, me esperaba con postres exquisitos. Incluso las veces que mamá me regañaba por alguna tontería, ella era a quien acudía, y siempre me defendió, a pesar de que mis gustos no fueran tan correctos (ya saben, seguir las normas); a ella no le importaba eso. Mis notas siempre fueron las más altas, tanto en primaria como en secundaria; sin embargo, me fui un poco de picada cuando estuve en la universidad.

Llegué a un punto de estrés en el que estuve muy mal; mi abuela era la única que lo notó, y sin dudarlo me cuidó, haciendo los típicos mates de abuelas ancestrales. Ella, muy tiernamente, me aconsejaba sobre la vida, me decía que una caída no era el final, una mala nota no era el fin de mi carrera, sin embargo, para alguien como yo en ese entonces, lo era demasiado. Me enseñó a tomar las cosas con calma, pues la única que iba a un ritmo acelerado era yo, al resto del mundo no le importaba. Gracias a ella, aprendí muchas otras habilidades, pero la que más destaca es el diseño de moda.

¡Mi abuela era excelente en eso! Hacía vestidos hermosos, prendas que destacaban entre todas. En cada visita, ella me enseñó sobre modelaje, diseño y confección, mis padres no lo sabían, y tampoco tenía interés en decírselos.

La razón es simple: mi abuela está enojada con sus dos hijos. Mi tío y mi padre vendieron el taller de confección de mi abuela; según ellos, porque ahora que mi abuela está anciana ya no serviría de nada. Mi abuela se enojó tanto que no los ha ido a ver hasta ahora. Ellos vendieron lo más preciado para ella, es por eso que no les perdona que hayan hecho eso.

Sin darme cuenta, llego a su casa, no está tan lejos. Su casa parece de esas que ves en los cuentos de hadas: simple pero bonita, con un jardín, un huerto y las paredes llenas de flores. ¿Y lo mejor? ¡En uno de los árboles hay una casa del árbol!

-¡Lucía! -mi abuela se levanta del huerto que está antes de entrar a la casa; la veo con muchos tomates en las manos. Dejo la motocicleta afuera y corro hacia ella.

-¡Abuela! -la abrazo y luego tomo los tomates-. ¿La cosecha estuvo muy buena, eh?

Ella sonríe; sus arrugas demuestran los años de experiencia en ella: 79 años es un número al que no me creo capaz de llegar.

-Jajaja, está perfecto para hacer una lasaña -me sonríe, ella es una abuelita muy tierna.

-Pues vamos a hacerlo, porque tengo mucha hambre.

Noah

-¡Sofía! -grito el nombre de mi mejor amiga, y de inmediato viene a abrazarme.

-¡Noah! Te he dicho que no me grites -nos reímos mientras vamos a nuestro salón.

El receso ya terminó y tenemos que volver para la clase de matemáticas.

-Escúchame, ¿podrías darme una copia de las normas del salón?

La sigo hasta su lugar.

-Uhm, sí, no hay problema. Por cierto, el comité estudiantil está cobrando un monto por persona para el aniversario del colegio, y casi la mitad de los estudiantes aún no ha pagado -saca una lista y me la da.

Ser presidenta de tu salón y encima ser parte del comité estudiantil no es muy fácil, sobre todo cuando se trata de recaudar dinero para alguna actividad.

-Bien, comunicaré eso cuando estén todos; por ahora, solo quiero las normas del salón, es para Lucía -Sofi me mira confundida-. Me refiero a la profesora Pérez.

-Oh, ¿viste lo linda que es?! -su sonrisa se hace grande y no entiendo por qué tanto alboroto por ella-. ¡Encima el estilo que trae! Está de infarto, ¡quién fuera su novio!

-Calma tus hormonas, Sofi; es solo una maestra más -me enojo un poco y no sé por qué-. Además, su estilo no es tan wow, creo que solo quiere llamar la atención.

Sofía eleva las cejas de forma insinuante; yo la miro confundida, esa mirada me dice que no me cree nada.

-¿Estás celosa de la profesora? -iba a negarme rotundamente-. Tranquila, ella no te quitará a todo el ganado que tienes.

Creí que se refería a que a mí me gustaba ella, ¡qué grave error! Pero no estoy celosa de ninguna de esas cosas.

-No estoy celosa, ella puede vestirse como quiera.

Iba a irme, pero una pregunta me hace regresar.

-¿Serán algo ella y Miguel? Digo, tienen el apellido Pérez, tal vez son primos o algo, se nota que la belleza en esa familia es hereditaria.

-Son hermanos -su cara de sorpresa es insuperable, trato de no reírme.

-Así que será tu cuñada...

Cambio mi cara a una de confusión y ahora ella es quien intenta no reírse.

-Vamos, me vas a decir que no te has dado cuenta de que a Miguel le gustas; se nota de aquí hasta China, dándote notitas, ayudándote en lo que sea que necesites.

-Es porque vamos a la misma iglesia -la detengo- a mí no me gusta Miguel, es solo un hermano de la iglesia.

No niego que es muy lindo, tierno y atento, pero no me gusta en lo absoluto; lo veo más como mi hermano que como un posible novio, además, sería una distracción para mis estudios.

-Ay, sí, como no, un "hermano". Así se les dice ahora -ruedo los ojos y me voy de ahí, está loca, pero la quiero demasiado.

Miguel ya está sentado en su pupitre, me mira y sonríe. Ruego que Miguel no esté enamorado de mí, pues tendría que decirle que no, eso sería incómodo en la iglesia y aquí.

-¿Qué raro que el profesor de matemáticas llegue tarde, no? -es cierto, ese señor nunca tarda más de tres minutos, seguramente está en la oficina del director o algo así. Asiento y Miguel solo sonríe.

-Mañana por la tarde, podríamos continuar con la tarea de sociales -rayos, olvidé esa tarea, pero aún nos queda tiempo, aun así, sería mejor terminarla de una vez-. Además, podríamos aprovechar para organizar los juegos para el domingo, ¿te parece?

-Está bien, vendré a las 3 -sonríe emocionado.

-Chicos, buenos días -el profesor pone fin a nuestra charla.

La familia de Miguel es agradable, pero pocas veces he convivido con su hermana, siempre que voy se encierra en su habitación, y las veces que sale siempre está de mal humor. Aún tengo el origami que me hizo ayer, me sorprendió que me hablara, pues hace unos años ni me dirigía la mirada. A mí me parecía un enigma, pues era todo eso que mis padres prohibían.

Tal vez por eso reaccioné de esa forma cuando la vi con esa camisa blanca tan abierta, dejando a la imaginación ciertas partes de su cuerpo; si mis padres vieran eso, seguramente pensarían en mandarla a un convento de por vida. Parece que no le importa llamar la atención de los hombres, pues más de la mitad de mi salón solo se dedicó a mirarle... eso.

¡Era una maestra! ¡No podía estar así! ¿Verdad?

Mi Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora