✨Capitulo 12✨

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Estación Dos, Distrito trece, Año 1705
Jayden Hendrix

—¿Por qué me llaman a estas horas? ¡Estaba haciendo algo importante! —digo furioso, dejando que mi tono cargado de impaciencia retumbe en la sala. 

Camino hacia un costado de la mesa, mis pasos resonando en el mármol mientras me acomodo en la cabecera. A mi derecha está Alexander, siempre vigilante, y a mi alrededor los miembros del consejo, esperando con rostros tensos. 

—Hemos recibido reportes, su majestad. Diez hombres del batallón que enviamos a las fronteras de Eberdel han desaparecido —informa uno de ellos con voz grave. 

—Y eso no es todo —interviene Francis, el beta de mi padre, quien ahora ocupa un lugar clave en el consejo—. Los cazadores se han adentrado más en nuestro territorio. 

Un calor de rabia se expande por mi pecho. ¿En serio? Cuando por fin logro avanzar con mi bella luna, el destino conspira contra mí. Primero fue ese maldito peluche, que ya encabeza mi lista de prioridades para desaparecer. Y ahora esto: los cazadores. Siempre un maldito dolor de cabeza. 

—Intenten recabar más información sobre los desaparecidos —ordeno mientras hojeo los informes frente a mí—. Por ahora, no parece un problema crítico, pero averigüen qué tenían en común. 

Mi mirada se alza hacia ellos, implacable. 

—Francis, quiero un informe detallado de inmediato. Alexander, tú estarás a cargo del seguimiento de la investigación. 

—Sí, majestad —responden al unísono, inclinando ligeramente la cabeza. 

—Ahora, retírense. Tengo otros asuntos que atender. 

Sin esperar respuesta, los observo salir uno a uno, dejando la sala en un silencio denso, roto solo por el retumbar de la tormenta que arrecia afuera. 

Maldita tormenta.

Apoyo los codos sobre la mesa, cerrando los ojos por un instante. Pero mi mente, traicionera, vuelve a ella. A su aroma. A la suavidad de su piel en mis pensamientos. El tiempo que pasé en esa reunión fue una tortura; mi cuerpo entero, tenso, dominado por una necesidad que no se extingue. 

Con un gruñido bajo, desabrocho mi pantalón, liberando mi endurecida virilidad. Jadeo al sentir el contraste del aire frío, pero no tengo paciencia para esperar. Mi mano envuelve la longitud, apretándola con firmeza mientras comienzo a moverla rítmicamente. 

El líquido preliminar ya gotea, facilitando el desliz, y mi mente se hunde en pensamientos oscuros y deliciosos. 

Su cuerpo, temblando bajo mis manos.
Mis labios atrapando sus gemidos mientras recorro cada rincón de su pálida piel.
El sabor de su esencia inundándome mientras mi lengua se sumerge en su humedad.

Acelero el ritmo, mi respiración se vuelve más pesada, casi animal. 

Sus pezones endureciéndose bajo mi toque, sus paredes apretándome con fuerza, suplicando que derrame mi semilla en su interior.
El sonido de su clímax resonando mientras mis dedos encuentran su punto más sensible, arrancándote gritos de placer.

Un gruñido profundo escapa de mi garganta mientras mi mano se mueve con mayor fuerza, llevando mi cuerpo al límite. Finalmente, un torrente caliente estalla, escurriéndose entre mis dedos y manchando el suelo. 

Respiro agitado, apoyándome en el respaldo de la silla mientras el eco de mi liberación llena el vacío de la sala. 

—Algún día, serás mía, mi luna —murmuro, con una sonrisa oscura curvando mis labios.

✨ Noches de Luna y Deseo ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora