Amiga

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Atravesando el monitor para bebés que reposaba en la mesa de noche, una inocente risa resonó por la habitación, partiendo el silencio de tajo en plena madrugada. Susy estaba despierta y jugaba en soledad como acostumbraba hacerlo. El cambio de casa no parecía haberle afectado de forma negativa, lo que hacía a Valeria, su madre, sentirse mucho más tranquila. La mujer sonrió con ternura al imaginar a Susy con el cabello negro y rizado hecho todo un desastre, y con los ojos clavados en su conejito de peluche favorito.

Valeria abrió los ojos con pesadez. Por el entusiasmo que podía percibir en la voz de la niña, estaba armando toda una aventura digna de una película; era imposible mantener el sueño escuchando tal remolino de energía así que, si ella estaba despierta, era obvio que su marido también.

—Tu turno, Alan —le susurró al hombre quien adormilado respondió con un leve gruñido.

Sabía que Alan no era fanático de levantarse a las tres de la mañana para volver a dormir a Susy, pero habían acordado turnarse para atenderla, así que Valeria lo obligaría a cumplir con eso así tuviera que tumbarlo de la cama, por lo que dio un golpe suave con la cadera para hacerlo levantar. Grande fue su sorpresa al notar que él ni se inmutó, en cambio, emitió ronquidos falsos como esperando que con eso lo dejara tranquilo.

Valeria alzó una ceja y pintó una media sonrisa en sus labios. Si Alan quería guerra, guerra tendría. Reacomodó el cuerpo en la cama para colocarle los pies, fríos cual postes de luz en pleno invierno, sobre la espalda. Alan se retorció de tal manera que estuvo a punto de caerse, logrando sujetarse de milagro. El hombre gruñó y se acercó a Valeria con el fin de hacerle cosquillas. La mujer emitió una risita traviesa.

De pronto, secuestrando más la atención de Valeria que la de Alan, la risa de la pequeña se vio interrumpida por un tenue silbido que se acompañaba por ruidos de estática provenientes del monitor. Comenzaron a florecer susurros.

—Todos sentimos miedo. —Se escuchó murmurante la voz de Susy. Después hubo más estática—. No debes temerle a irte, porque algún día será así.

Valeria interrumpió de golpe la mini pelea con Alan y se volvió hacia la mesa de noche, prestando más atención a lo que escuchaba. Las palabras de la niña no habían sonado como parte del diálogo emocionante en una aventura ficticia, sino como dos personas que sostienen una conversación. Pareció consolar a alguien. Se interfirió la señal con más ruidos desesperantes.

—Pero mami dice que todos necesitamos dormir —añadió de pronto Susy.

—Yo no duermo nunca —respondieron—. No debo dormir.

Fue un murmuro ladino y rasposo apenas entendible el que salió ésta vez de la bocina. Había alguien más en la habitación. La piel de Valeria se erizó a la par que daba un salto fugaz para levantarse de la cama. Esa voz: susurrante, rasposa, jadeante como la de un asmático que ha tenido una fuerte crisis respiratoria hace tan solo minutos y que le desgarró las cuerdas vocales, también había sonado infantil, con tono sombrío. No estaba segura de que fuese la voz de Susy.

Mami, no quiero dormir [S.O. #2] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora